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Una feminista que no viste de morado

A veces creo que nuestras altas mentes pensantes, cuando piensan que algo es acertado porque se trata de un avance en los derechos, se hará intocable la medida adoptada, ya que sería impensable volver al pasado, correríamos el riesgo de ser llamados retrógrados machistas.

Me estoy refiriendo a uno de los aspectos de la educación que actualmente se ve como algo normal, los colegios mixtos, pero antes de adentrarme en este tema, me gustaría aclarar una cosa; por si no lo sabéis, soy feminista, pero no de esas que se quitan la camiseta y se pintan la cara de morado mientras dan gritos.

 Que no digo que no sean importantes en el eslabón, puesto que, de otra forma, en muchas ocasiones, no se nos haría ningún caso, pero también pienso que, Clara Campoamor, no tuvo que quitarse la ropa para defender el derecho al voto, porque Clara Campoamor lo defendía desde la lógica, la inteligencia y la coherencia. Ella, con el derecho al voto, le dio a la mujer voz, porque, aunque actualmente pueda parecer incluso absurdo votar a todos los impresentables que se hayan en cualquier partido, el derecho al voto no fue únicamente el derecho al voto, el derecho al voto supuso el hecho simbólico de tratar a la mujer con igualdad ante los hombres, de reconocerles la misma capacidad para escoger a sus dirigentes que a los hombres, y supuso un comienzo a favor de nuestro género.

Yo no defiendo a la mujer, defiendo la justicia, condeno que nadie tome las medidas necesarias para que dejen de morir mujeres a manos de sus maridos o parejas. Sí, también mueren a manos de desconocidos, pero es más grave morir a manos de alguien en quien confiabas, es más doloroso que te maltrate alguien a quien una vez amaste, y es aún más doloroso, que sigan sucediendo estos hechos en muchos hogares en los que, a simple vista, todo es normal. 

Yo no me visto de morado, pero grito a través de mis letras, grito basta, basta de ser el eslabón débil, basta de atacarnos unas a otras, basta de decir que ya existe la igualdad, porque aún queda mucho por trabajar, pero… ¿Sabéis también por qué digo basta? Digo basta a criminalizar a todos los hombres, digo basta a tratar a todos los hombres como violadores y a dejarlos desprotegidos ante una denuncia falsa. Pero claro, también debéis poneros en la piel de la mujer que realmente ha sido maltratada, porque para ella está hecha la ley que la intenta proteger, el problema radica en que alguna mujer la use mal y mienta, entonces ahí es donde debe intervenir la justicia y castigar con dureza esos actos, pero… ¿y si no miente? La víctima se siente en ocasiones juzgada, y la mayoría de las veces, siente que ella es la culpable. 

Aún me sorprende escuchar a gente que, ante la noticia de una violación, reaccionan con un “si es que es normal, con esa ropa… o… si es que a esas horas no pueden estar en la calle”. Y los que no lo dicen en voz alta lo piensan, porque por muy modernos que nos creamos, la mayoría dejó su mente aparcada en el siglo pasado. Pero no penséis que hablo solo de hombres, muchos de esos comentarios poco adecuados, salen de las mujeres, pérfidas, envidiosas y estúpidas, que critican a toda aquella que decida ejercer su libertad igual que los hombres.

Ahora, después de toda esta reivindicación, os vais a reír cuando os hable del tema del que estaba decidida a debatir: los colegios mixtos.

¿En qué momento pensaron que nos hacían un favor a las mujeres poniendo los colegios mixtos?  Confieso que es extraño que una feminista diga esto, pero yo me eduqué en un colegio solo de niñas y todo era más tranquilo, había más posibilidades de encontrar amigas entre treinta niñas que entre quince, y no nos preocupábamos de otra cosa que de estudiar. 

Ahora, los niños luchan por ser el macho alfa y las niñas se vuelven aún más tontas de lo que ya son a esa edad, luego están los que parece que no se han criado en un colegio mixto y salen corriendo cuando una niña les habla y, por último, algo tan absurdo como el hecho de que en el recreo las niñas estén todas en un lado y los niños en otro. 

¿Ventajas? Ninguna, la única ventaja es poder dejar, en mi caso, a los dos en el mismo colegio. 

¿Pensáis que deberíamos replantearnos las ventajas y desventajas de este sistema? ¿creéis que sería volver al pasado? Pero… ¿no seguimos en el pasado con el método educativo? 

La autora es escritora española.

Opinión Feminismo Feminista mujeres archivo
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