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migrantes nicaragüenses,

Muchas personas cruzan la frontera que comparten Costa Rica y Nicaragua en el sector de Las Tablillas, Los Chiles. Se trata de una ruta que conduce a un punto ciego de la frontera que tienen ambos países y que desde hace varios años le sirve a los indocumentados que pasan burlando con facilidad a las autoridades. LA PRENSA.

Cómo tres años de fuga de “cerebros” empeoran el futuro económico de Nicaragua

Nicaragua solo tenía 14 años para aprovechar el bono demográfico, pero el aumento de la migración por el incremento del desempleo y la represión estatal empeoran las perspectivas.

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Nicaragua tiene hasta el 2035 para provechar al denominado bono demográfico, razón por la cual, especialistas en la materia han recomendado que el país debería hacer esfuerzos encaminados a ofrecer empleos de calidad a la fuerza laboral en edad productiva, para así propiciar un mayor crecimiento y desarrollo económico. Con lo que no contaban los analistas es con la segunda oleada de migrantes que está viviendo Nicaragua, quizás la peor desde la década de los 80, lo que supone una gran amenaza para la economía nicaragüense.

El bono demográfico es un periodo donde la población activa en edad de trabajar supera en cantidad a las personas económicamente dependientes (niños y adultos mayores). Usualmente, se consideran personas en edad de laborar a aquellas que se encuentran entre los 15 y 60 años.

Los gobiernos suelen aprovechar esta ventana demográfica para impulsar el desarrollo económico a través de un mayor aprovechamiento de la mano de obra joven en el mercado antes de entrar al proceso acelerado de envejecimiento poblacional, lo que impacta la economía y reduce la capacidad de crecimiento.

A Nicaragua le quedan 14 años para aprovechar el bono demográfico, sin embargo, especialistas consultados aseguran que es muy difícil que el país saque provecho de esa oportunidad por la inédita ola migratoria de los últimos años, impulsada principalmente por el estallido de la crisis sociopolítica de 2018, que trajo consigo más desempleo y pobreza al país.

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El aumento de la migración, que suele implicar la fuga de profesionales y técnicos, complica un futuro que de por sí ya era sombrío, debido a la creación de empleos de muy baja productividad y remuneración, como consecuencia de la baja inversión en educación y tecnología, atracción de inversión limitada y reducida capacidad de la economía de producir empleos formales masivos.

Según datos del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide), durante el tercer trimestre de 2021, la participación laboral en el país se ubicó en 66.6 por ciento, registrando una reducción de 1.6 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2020.

Por otro lado, el desempleo abierto se ubicó en 4.3 por ciento, registrando una reducción de 0.5 por ciento con relación a igual trimestre del año pasado. Mientras, el subempleo se ubicó en un 44.2 por ciento, 2.2 por ciento menos que en el mismo lapso de 2020.

Nicaragua le dice adiós a más nicas

El economista y sociólogo, Óscar René Vargas, sostiene que el 1 por ciento de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida; “pero hay una cosa que el dinero no puede comprar: que su destino está ligado a cómo vive el otro 99 por ciento”.

“Es decir, las enormes desigualdades tienen también, a mediano y largo plazo, efectos políticos y sociales impredecibles, que no aseguran el bienestar aquietado y permanente en de los grupos minoritarios favorecidos por las políticas públicas implementadas por el régimen neoliberal de Ortega-Murillo. Situación que en política se traduce en el rechazo y hartazgo de lo establecido y la búsqueda de nuevas formas de conducción política y social”, señaló.

Archivo/LA PRENSA

Asimismo, indicó que el hartazgo social, las pérdidas de empleos y la desigualdad son algunos de los costos negativos de las políticas neoliberales que implementa el régimen Ortega-Murillo.

A criterio de Vargas, actualmente existe un hartazgo social en el tema corrupción que se ha instalado en el Gobierno central, las alcaldías, los partidos políticos tradicionales y en las entidades autónomas. Por lo cual, se ha corroído el tejido social y se han deteriorado los valores éticos en el quehacer público, “los ciudadanos exigen respuesta”, agregó.

También explicó que ese hartazgo social está ligado a la falta de esperanza, al miedo de permanecer en la pobreza y sin posibilidad de mejorar, en el futuro inmediato, las condiciones de vida de sus hijos. Además, compartió que los niveles de desempleo en los jóvenes son muy altos, lo que explica el deseo de emigrar.

“Se calcula que en el 2021 estarán saliendo de Nicaragua más de 100,000 personas (casi el 2 por ciento de la población), como resultado de la profundización de las crisis. Solamente en los primeros cinco meses de 2021 han intentado entrar por la frontera sur de los Estados Unidos más de 15,000 nicaragüenses”, precisó.

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El paralelo, cada semana hay miles de personas solicitando visa para entrar a Costa Rica y otros intentando cruzar la frontera irregularmente. “La intención de migrar alcanza el 30 por ciento de los nicaragüenses, ya que piensan que habrá fraude electoral, más represión, desempleo y mayores violaciones de los derechos humanos”.

“Seguramente la migración de jóvenes formados, capital humano, seguirá multiplicándose en el futuro inmediato mientras permanezca en el poder el régimen Ortega-Murillo”, lamentó.

El anuario estadístico del Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur), refleja que en el 2020 un total de 324,958 nicaragüenses viajaron al exterior, tuvieron como principal destino de Norteamérica a Estados Unidos; de Centroamérica, a Costa Rica y de Europa, a España, que son los destinos donde se asientan las mayores comunidades de nicaragüenses en el exterior.

En 2017, 982,286 connacionales viajaron al exterior. En 2018 fueron 973,816 personas y en 2019 esta cifra se ubicó en 949,401 nicaragüenses. Cabe recalcar que la disminución observada en 2020 en relación a la cantidad de nicaragüenses que viajaron obedece al establecimiento de la pandemia de la covid-19, que provocó que en la mayoría de países de todo el mundo instauraran la cuarentena y obligaran el cierre de sus fronteras.

Archivo/LA PRENSA

Las actuales altas tasas de migración indican que el bono demográfico nicaragüense está siendo aprovechado por los países de destino de los migrantes, puesto que estas personas están incrementando en las naciones el peso de la población en edad de trabajar, contribuyen a rejuvenecer el perfil demográfico, e impulsa el crecimiento económico.

¿Cómo aprovechar el bono demográfico?

Aprovechar el bono significaría entender a la población joven como un potencial para el desarrollo económico y social de un país y ubicarla en el rumbo de la producción, la innovación y el liderazgo.

Diversos especialistas han señalado que para que las economías puedan obtener beneficios del bono demográfico dependerá de los esfuerzos que hagan en materia educativa y laboral, lo que permitiría que las personas en edad de trabajar se puedan incorporar en el mercado laboral y se conviertan en individuos económicamente activos y altamente productivos.

Un economista, quien prefirió el anonimato por temor a represalias, sostuvo que los factores determinantes para el crecimiento y el aprovechamiento del bono demográfico son la salud, la educación y un contexto económico favorable para utilizar la potencialidad de la juventud.

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Además, indicó que esta es una situación que se está viviendo en muchos países de América Latina e incluso del mundo. “Por ejemplo, en Europa o Japón, la proporción de gente que ha envejecido es bien alta y prácticamente ya desapareció el bono demográfico en esos países”, expresó.

“El problema que tenemos es que el crecimiento poblacional de Nicaragua es bien bajo, apenas anda por el 1 por ciento, aunque como no tenemos un censo exacto no sabemos cuál es nuestro verdadero crecimiento”, aseguró.

Compartió que cuando existe un bono demográfico, y si hay políticas económicas a fines al desarrollo social, entre otras, el país crece enormemente. Además, detalló que uno de los factores indispensables para aprovechar el bono demográfico es la educación técnica, las políticas públicas, la inversión privada, el comercio exterior y todos los elementos adicionales que componen el acervo económico del país.

“Si eso se maneja o se desarrolla correctamente sin ningún contratiempo, medida, crisis, etcétera, el aprovechamiento del bono es espectacular, cosa que nosotros no hemos podido lograr. Nos hemos quedado atrás”, lamentó.

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Otro elemento fundamental, según el especialista, es que si el sector privado invierte con perspectivas de calidad de crecimiento habrá un aprovechamiento bastante eficiente del bono demográfico. El problema es que ahorita no hay posibilidad de que aumente la inversión por la incertidumbre política y económica.

“Quienes están aprovechando el bono demográfico son las zonas francas. Están aprovechando la juventud de esas personas, pero con un salario demasiado bajo, por el tipo de zona franca que nosotros tenemos. Entonces no hay calidad de lo que es la inversión en el país para generar empleos que requieran de mayor tecnología, de mayor desarrollo científico, etcétera”.

Recordó que, según los datos del Banco Mundial (BM) y Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), “nosotros todavía tenemos una oportunidad de unos 10 a 15 años para aprovechar el bono, pero no de superar la tendencia que históricamente podríamos haber tenido si no hubiesen sucedido los problemas de los años 80 y de otras series de factores, como la migración permanente que Nicaragua ha tenido producto de la situación política y económica en perspectiva. Tenemos que mejorar el rumbo”.

¿La segunda “década perdida” de América Latina y Nicaragua?

El economista explicó que la migración es un factor que debilita al bono demográfico y muestra de ello sugirió echar una mirada a la década de los ochenta y más allá. “En los años 80 el potencial de la juventud se redujo enormemente. Y ahora con la migración, las muertes, etcétera, también ha disminuido”.

“Como consecuencia de eso, el crecimiento poblacional de Nicaragua y el bono se han debilitado. Tenemos bono demográfico, pero no es a como lo debíamos haber logrado si no hubiesen pasado los problemas que tuvimos en los 80 y en el primer periodo de los 90. Las enfermedades, las crisis, todo eso debilita el bono”, enfatizó.

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Además manifestó que los nicaragüenses que migran fuera del país es la gente más calificada. “La gente en la cual se ha invertido, ya sea familiar o públicamente, es la gente joven que migra, que trabaja, que genera ingresos, entonces eso viene a debilitar también el potencial de aprovechamiento del bono demográfico”.

Por su parte, el economista Marco Aurelio Peña expresó que es evidente que se ha desaprovechado el bono demográfico, “porque hemos pasado por años en los que la población nicaragüense ha estado compuesta principalmente por personas jóvenes, se habla hasta de un 60 por ciento de población joven mayor de 16 años y menores de 40 años”.

Los años ochenta para muchos países de América Latina, es la “década perdida”, porque además que presentó altos índices de migración, también en esos años se originó la crisis de deuda de los países latinoamericanos, que luego fueron beneficiados por la iniciativa de Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por las siglas en inglés). También en esa época se dieron un sinnúmero de desórdenes sociales y conflictos internos en varios países.

“Hay secuelas que las podemos ver hasta nuestros días, porque en esa década el 60 por ciento de los recursos del presupuesto general de ingresos y egresos de Nicaragua estaba destinado a financiar la guerra”, indicó Peña.

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En ese entonces, Nicaragua observó como sus niveles de producción se cayeron “y casi toda la década fue de números rojos en términos de crecimiento económico. Entonces, en ese momento ¿cómo ibas a financiar una educación de calidad?, ¿cómo ibas a financiar la modernización del aparato productivo?, muy difícil, ¿cómo ibas a retener a la gente?, porque al caer la producción se reduce el empleo, entonces cómo la ibas a tener si tu economía no está generando suficiente trabajo como para que la gente decida quedarse”, añadió.

A esto se le suma el hecho de que, en ese periodo, en Nicaragua había un servicio militar obligatorio, por lo que algunos padres y madres de familia enviaron al exterior a sus hijos para evitar que fueran a las guerras y tuvieran mejores condiciones de vida y mejores oportunidades de estudio.

“Las personas que se quedaron, que lamentablemente fueron a la guerra, son personas que tuvieron que enfrentarse a traumas psicosociales, que tuvieron dificultades para terminar sus estudios o no lo terminaron y no lograron obtener una remuneración adecuada para tener un nivel de vida digna y decente”, comentó al respecto.

Siguiendo esta línea, indicó que los sociólogos han comentado que en esos años hubo una ruptura del tejido social, “de modo que fueron esas generaciones jóvenes que padecieron y sirvieron en el servicio militar, lamentablemente vivieron tiempos violentos, tiempos de violencia política y de violencia social. “Eso se refleja en la economía”, considera.

“Esa ruptura del tejido social se manifiesta hasta nuestros días, porque eso implica también que Nicaragua no tenga cohesión, confianza y paz social. Eso impide que haya estabilidad sociopolítica, porque es una sociedad que no logró sanar por esa parte, sino que de ahí se vinieron arrastrando resentimientos y conflictos que nuevamente han salido a la luz”, afirmó.

Las dos caras de la migración

Peña considera que la migración tiene dos efectos: uno negativo y uno positivo. El negativo hace referencia a la descapitalización del país, de fuerza de trabajo profesional, técnica y de fuerza de trabajo no calificada.

“En cualquiera de los casos estamos hablando de fuerza de trabajo, de capital humano, por eso se ha llegado a hablar de que nosotros al ser exportadores de migrantes lo que sucede es una fuga de cerebro. También hay una fuga de musculo en el caso de la fuerza de trabajo no calificada, que viene a ser estrictamente mano de obra”, enfatizó.

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Sostuvo que desde 2018 las personas están migrando por razones políticas y de seguridad, pero que también, históricamente, la migración en los países de la región ha sido por causas económicas.

También considera que las personas migran porque en su país natal no logran autorealizarse, ni llevar a cabo su proyecto de vida debido a las condiciones económicas y a las circunstancias políticas.

“Aquí hay un análisis costo-beneficio. Las personas concluyen que el beneficio de encontrar un mejor nivel de vida que no tienen en sus países de origen va a superar el peligro que implique moverse de su país, cuando la migración es irregular o ilegal y los desafíos y retos y de las personas al incorporarse en su país de destino”, mencionó.

El viaje supone peligros y obstáculos, principalmente cuando la persona se moviliza por varios países, luego debe lidiar con las autoridades migratorias, y finalmente incorporarse, adaptarse y legalizar el status, en la mayoría de los casos. “Todo esto representa un costo económico, no económico y emocional porque lleva implícito un sacrificio, pero las personas concluyen que el beneficio supera este costo”, señaló Peña.

“Es una lástima porque estas personas van a ser productivas en otros países y no lo serán en su país de origen, Nicaragua. Por ejemplo, hace poco estaba leyendo una noticia de un muchacho nicaragüense que se está destacando de la moda en España, tuvo que irse para destacarse ahí”, manifestó.

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A criterio del economista, esa es la parte positiva, que la misma fuga hace que haya una movilidad de talento de mano de obra. “Se mueven y encuentran la calidad de vida que no encuentran en sus países, porque en estos se mantendrían en una situación de riesgo de pobreza, de vulnerabilidad social o en una situación en la que la persona se siente estancada, laboralmente, económicamente y socialmente”.

“Las personas como quieren ascender y garantizar mejores condiciones de vida a sus familias migran. Los países de destino reciben a estas personas, comienzan a trabajar y eventualmente envían remesas monetarias. Esas remesas monetarias alivian las necesidades de consumo de sus familiares en el país de origen”, explicó.

Entre enero y septiembre de 2021, las remesas en Nicaragua totalizaron 1,557.3 millones de dólares, frente a los 1,342.7 millones captados en igual lapso de 2020, según datos del Banco Central de Nicaragua (BCN).

Es decir que los envíos recibidos por connacionales residentes en el exterior, este año han incrementado en un 15.9 por ciento con relación a 2020. La mayor parte de las remesas provienen de Estados Unidos, España y Panamá.

¿Qué necesita Nicaragua para avanzar?

Un especialista en Educación y Desarrollo Humano, explicó recientemente a LA PRENSA que, para mejorar y aprovechar el bono demográfico, se necesita mejorar el sistema educativo y específicamente, la calidad de la educación secundaria con el fin de que la juventud se encuentre con sus vocaciones de ciencia, tecnología e innovación; y se oriente hacia una mejor formación técnica y profesional.

“Necesitamos promover las ideas innovadoras y emprendedoras de los jóvenes con asistencia y créditos, facilitando el acceso de sus productos a mercados nacionales e internacionales. Es decir, prepararlos académica y laboralmente para una vida productiva dinámica que les permita llevar ingresos a sus hogares y generar productos y resultados con valores agregados que dinamizan la economía nacional”, concluyó.

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