La Fundación Arias para la Paz en su investigación “La cara del exiliado: expulsados y vulneralizados” plantea que a Costa Rica continúan llegando más migrantes nicaragüenses a pesar de la pandemia y las grandes limitantes de transporte y movilización en este contexto. Empujados por los conflictos políticos y la crisis económica que aún atraviesa Nicaragua, según el informe, los nicas siguen migrando en busca de refugio y fuente de ingresos económicos.
En el documento, la Fundación presenta datos recopilados entre 2018 y 2020 que retratan la situación de casi 80 mil connacionales que se encuentran en la vecina nación. De acuerdo con la Dirección General de Migración y Extranjería costarricense (DGME), a pesar que el año pasado fue marcado por la crisis sanitaria del Covid-19, Costa Rica no dejó de recibir solicitudes de refugio.
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En 2018 la DGME recibió 23,138 solicitudes, en 2019 un total de 31,624 y para 2020 unas 8,343 solicitudes de refugio. En la investigación participaron 284 migrantes nicaragüenses que ingresaron durante la pandemia del Covid-19, y quienes con sus testimonios narraron la travesía que viven para poder llegar hasta Costa Rica en busca de “una mejor vida”.
“Son personas con necesidad de trabajar, preocupadas por sus familias, por lo que dejaron allá, un poco sentidas por la calidad de vida que han perdido”, declaró Anayanci Espinoza, directora académica de la Fundación Arias para la Paz.
A caballo o en moto
De acuerdo con el estudio, los migrantes ingresan a Costa Rica por 51 puntos ciegos y son trasladados en motocicletas, caballos, vehículos en mal estado. Claudia Vargas, oficial de programas y coordinadoras de los temas de Nicaragua de la Fundación, explicó a LA PRENSA que “la mayoría de la migración se da de forma irregular, la migración viene del Norte hacia el Sur y no hay una alerta de que se está incurriendo a un delito y tampoco identifican que están siendo víctimas de crímenes organizados al contratar ‘coyotes’, no se logra percibir”.
Sobre la condición de los nicas solicitantes de refugio, la Fundación indica que hay personas en condiciones precarias, viven o duermen en la calle, su alimentación es deficiente, sufren de explotación laboral, o habitan en hacinados en cuarterías y en condiciones insalubres que se agravan por la pandemia del coronavirus.
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“La mayoría de la población migrante es joven entre los 17 y 30 años, que tienen algún tipo de preparación: técnicos o estudiantes. Y aquí han tenido que incorporarse en trabajos como construcción, está pasando en situaciones económicas y psicológicas muy duras”, apuntó Vargas.
Consecuencias de la migración
Las consecuencias de la migración en condición irregular, según la Fundación, es la carencia de recursos económicos, el duelo migratorio, depresión e incertidumbre, miedo, carencia de redes de apoyo, ausencia de seres queridos y además xenofobia y aporofobia (el rechazo a la pobreza o personas de estratos económicos bajos). “Hay un problema emocional, ellos —los migrantes— formaban parte de un estatus social allá en Nicaragua y aquí venís a bajar de 4 a 5 gradas hacia abajo”.
Otro aspecto que menciona la oficial de la Fundación es que “la gente tiene una expectativa enorme con retornar que hace más difícil que se reintegren, son grupos muy políticos siempre activos y vinculados a la situación de Nicaragua, el exilio no está fuera de Nicaragua, tiene el corazón desde Nicaragua, el cuerpo está acá pero el corazón y la mente está allá en función de lo que está pasando”, detalló Vargas.
La investigación de la Fundación concluye que en primera instancia “no hay una política clara” del Gobierno de Costa Rica respecto a la atención de la situación migratoria de las personas nicaragüenses, enseguida plantea que las dinámicas de información no son estandarizadas y que el tráfico de ilícito de migrantes no pareciera ser una prioridad de atención por ahora, por tales conclusiones la Fundación sugiere profundizar con la población migrante el apoyo psicosocial y el conocimiento de la legislación costarricense en diversos ámbitos y gestión laboral.