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La lucha por el poder

CARTAS DE AMOR A NICARAGUA

Querida Nicaragua: La lucha por el poder se titula el extraordinario libro escrito por el expresidente Enrique Bolaños Geyer y que registra pormenorizadamente las luchas por el poder desde 1821 hasta 2007, fecha en que el presidente Bolaños Geyer tuvo que entregar el poder al dictador actual Daniel Ortega.

Es interesante y muy triste observar a lo largo de nuestra historia la enconada lucha por el poder que ha sido característica de partidos y abundante de líderes en lucha constante por el poder. Desde las reyertas constantes de Manuel Antonio de la Cerda y Juan Argüello hasta abundantes ejemplos de violencia política en guerras intestinas, el destino de Nicaragua ha sido verdaderamente doloroso. Los dos partidos, en ese tiempo apodados Timbucos y Calandracas (liberales y conservadores), no tenían sosiego. Uno en León y el otro en Granada buscaban el uno cómo quitarle el poder al otro, lucha constante por el poder. Se proclamaban amnistías pero no se detenían los asesinatos políticos. Dice textualmente el libro de Bolaños Geyer: “Desde 1837, a raíz del asesinato del director de Estado José Zepeda (todavía no se nombraban presidentes) una dictadura militar comenzó a tomar forma, primero bajo el coronel Bernardo Méndez, alias el Pavo, y después bajo el autodenominado Gran Mariscal Casto Fonseca (autores del golpe de Estado del 25 de enero de 1837 contra el director José Zepeda y supuestos autores intelectuales de su asesinato y el de sus principales colaboradores). Poco a poco Nicaragua iba sufriendo un estado dictatorial militarizado en el que había dos poderes: el militar y el civil, y el que mandaba era el militar como suele suceder, era el poder militar que entonces estaba en manos de Casto Fonseca. El poder militar del Gran Mariscal causaba descontento y la inquietud reinaba en la nación. Ninguno de los directores de Estado había podido destituirlo y Fonseca hacía ostentoso alarde de su poder pregonando que él mandaba y que solo necesitaba del supremo director y de sus ministros para ejecutar sus instrucciones”.

Tan solo ese episodio del libro del expresidente nos da una muestra de lo que ha sido la historia de nuestra patria.

Desde los años de la Independencia en 1821 hasta hoy ha corrido mucha agua bajo el puente pero no ha cambiado casi en nada el atraso político que padecemos, la voracidad de nuestros líderes, sus desmedidas ambiciones, su egoísmo, su permanente deseo de ganar una guerra y quedarse con todo hasta destruir, confiscar, encarcelar o desterrar al enemigo como si fuera un extranjero pernicioso para su misma patria.

Lo más triste y decepcionante es que hoy en día no hemos podido liberarnos de los egoísmos y las discriminaciones que padecemos tanto los unos como los otros. No hay timbucos ni calandracas pero dejaron como herencia sus nefastas costumbres, somos enemigos de la hermandad y solo vemos desconfianza en los otros grupos políticos. No somos capaces de entendernos, de darnos la mano, de comprendernos, de llegar a entendimientos para lograr una patria libre donde los rifles y los tanques de guerra valgan menos que las escuelas, las universidades, los maestros.
Lo estamos viendo ahora, en el siglo XXI, cuando tenemos televisiones, internet, redes sociales, donde las comunicaciones nos permiten ser vecinos amistosos y no enemigos rencorosos. Tres grupos de hombres dispuestos a luchar por la democracia no son capaces de hablar como patriotas, como hermanos, como correligionarios.

Cargamos doscientos años de riñas, de incomprensiones, de enemistades políticas mientras Nicaragua gime de dolor y de necesidades.

¿No nos da vergüenza?

El autor es empresario radial. Fue candidato a la Presidencia de la República de Nicaragua en 2011.

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