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¿¡Venda, venda!?

Me devolví corriendo al establecimiento principal, pero debido al horario de cierre, 5.30 p.m., solamente les dio tiempo de hacer la reversión de la compra de la primera batería

Había ido de urgencia a comprar una batería para uno de nuestros vehículos; y después de una búsqueda ardua del modelo indicado por mi experimentado mecánico de confianza, llegué hasta el distante establecimiento comercial.

En el sitio donde me atendieron dos agraciadas jóvenes, a quienes les brindé la tarjeta de circulación para que verificaran el modelo de vehículo y la compatibilidad del repuesto.

Eran ya las 5.00 p.m., y luego de efectuar la transacción de compra, me mandaron a retirar la batería al sitio de entrega, localizado a unos 300 metros del establecimiento principal. Una vez allí, durante el procedimiento de entrega, un mecánico quien participaba en el despacho de la batería me pidió —muy acuciosamente— revisar la tarjeta de circulación, para comprobar un detalle específico sobre la ubicación de la batería; si esta se localizaba al lado del conductor o del pasajero, puesto que eso determinaría si este repuesto había que devolverlo o no, por la ubicación de los terminales.

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Le confirmé que la batería iba al lado del conductor, por lo cual, de inmediato me comunicó que esa batería no me serviría, ya que los cables del vehículo que portan los bornes en sus extremos no conseguirían llegar hasta los terminales de la batería.

Me devolví corriendo al establecimiento principal, pero debido al horario de cierre, 5.30 p.m., solamente les dio tiempo de hacer la reversión de la compra de la primera batería, sin oportunidad de adquirir la otra, porque me dijeron que ya la caja estaba cerrada.

A causa de esta omisión consciente de la debida verificación por parte de las vendedoras —pero también, sin dudarlo, de mi propia persona— tuve trabajosamente que regresar al día siguiente.

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Al próximo día, sábado, me personé muy temprano al establecimiento a iniciar de nuevo el proceso de compra; llevé ahora una foto de la batería a reemplazar para asegurar la compra del repuesto correcto; extrañamente, una de las mismas indolentes encargadas —quien sin haber brindado una disculpa mínima—, me porfiaba que yo ahora estaba comprando una batería incorrecta. Le mostré la foto y le expuse didácticamente la posición de los terminales; pero ella con actitud abstraída y ausente, ni aun así se convenció, procediendo de forma displicente a venderme la otra batería, que era incluso más cara de la que había devuelto.

Tuve que hacer otra vez el mismo peregrinaje al sitio de entrega, en donde un encargado amable y voluntarioso tomó una carretilla para llevar la batería hasta la calle, y me esperó pacientemente hasta que un taxi parara y me llevara al taller.

Habrían pasado unos 20 minutos, cuando recibí una llamada de la recepcionista del sitio de entrega, quien me dijo que había visto todos mis inconvenientes y molestias, incluso, el hecho de haberme expuesto a un incidente de seguridad física a bordo de un taxi —con el ambiente de grave inseguridad que reina en el país—, y me sugería que interpusiera una queja de servicio, y que si a mí no me molestaba, ella misma iniciaría el proceso, ya que la administración de la empresa no toleraba este tipo de situaciones que le causaban agravios a los clientes.

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A los pocos minutos, me llamó la encargada de Servicio al Cliente de la empresa, quien de amable y profesionalmente me tomó los datos para proceder con la queja, comentándole yo que esa situación probablemente se daba no tanto por un descuido o falta de diligencia de la encargada, sino que por una serie de otras causas adicionales, las que tenían que ver hasta con el proceso de selección de las personas, y la tendencia a colocar como dependientes a personas más por su atractivo físico que por sus habilidades y buena actitud, en adición a otros defectos de entrenamiento y supervisión adecuada.

No sé si esa queja tendrá algún resultado, ni lo espero tampoco; no obstante, escribo estas líneas para reconocer la iniciativa y la dedicación de las dos encargadas quienes me llamaron, ya que demostraron que verdaderamente sudan la camiseta de la empresa, conscientes de que el cliente no diferencia entre las personas o departamentos que en una empresa le causan molestias o errores.

Mi aprecio y reconocimiento máximo para ellas.

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