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Un apellido que “huele” a café

En memoria de Duilio Baltodano Cabrera.

La súbita muerte de mi amigo Duilio Baltodano Cabrera, ocurrida el pasado domingo 5 de enero en la finca cafetalera Buenos Aires, a bordo de un vehículo Polaris de todo terreno, nos tomó por sorpresa a inicios del año y me obliga a escribir estas líneas en su memoria.

Me hizo recordar que en ocasión de un reportaje que escribí para LA PRENSA , el Suplemento Brumas, publicado el 12 febrero de 1995, Duilio me llevó a Buenos Aires y con el optimismo que siempre irradiaba en su sonrisa, me hizo una amplia exposición de todo el proceso de tecnificación que estaba implementando a una escala enorme, en una zona que había sido escenario de cruentos combates en la década de los 80.

Duilio y su familia Baltodano ya tenían 3 años de estar trabajando afanosamente en hacer producir café en aquellas tierras de mil metros promedio de altitud y llenas de huellas de la guerra. Al redactar el reportaje lo titulé entonces, como hoy titulo este artículo y Duilio me comentó luego que le había fascinado: “Un apellido que huele a café”.

En efecto, su apellido había estado ligado a la historia del café en Nicaragua desde las montañas de Carazo, hasta la primera taza de Café Soluble Presto, exitosa fábrica fundada en los años 50 por su padre Duilio Baltodano Pallais (q.e.p.d.). Es evidente —decía en mi reportaje— que los nuevos pioneros del norte están dispuestos a hacer honor a las palabras inmortales del asesinado líder del sector privado Jorge Salazar Argüello: “Ni nos sometemos, ni nos vamos a Miami, y si nos vamos a la montaña, es a producir divisas para este país”.

Conocí a Duilio en varias facetas de su vida: en el internado del CCA; como navegante y pescador del Lago Cocibolca; como compañero de Incae en MAE VIII, graduado en 1976; como empresario exitoso y filántropo; como gran entusiasta en volver hacer el nexo entre Incae y sus exalumnos, siendo el principal responsable de recaudar fondos para renovar el aula de la promoción MAE VIII.

Como lo describió un amigo mutuo, Agustín Jarquín, “Duilio Baltodano fue en su vida terrenal un hombre bueno, competente, mesurado que usó a cabalidad los talentos que Dios y sus padres le dieron. Entre otros proyectos apoyó el desarrollo de Incae y también se involucró en obras de beneficio social, sin mayor ostentación ni propaganda. Su fallecimiento deja una sensible pérdida para nuestro país, sobre todo ante los desafíos actuales. Duilio goza ahora de la paz suprema y descansa en el regazo del Señor”.

Recorriendo una senda que tarde o temprano todos tendremos que recorrer, Duilio se nos adelantó en su Polaris, dejando a su paso una estela de gratos recuerdos a todos sus semejantes: descansa en paz amigo Duilio, un hombre de bien.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

Opinión Accidente de tránsito Duilio Baltodano archivo
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