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Lorgia Robelo: “No puedo volver a Nicaragua, yo sé que arriesgo mi vida: la cárcel o me asesinan”

Lorgia Robelo salió de Niquinohomo el pasado julio con destino a Costa Rica. Lo hizo por veredas, tardó tres días en llegar. Huía de la violencia del régimen orteguista.

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El pueblo de Niquinohomo, ubicado a 10, 8 kilómetros de Masaya, es conocido en muchas partes del mundo porque ahí nació el general Augusto C. Sandino –sombrero alado Stetson y botas altas en la memoria—, un símbolo de la lucha contra Estados Unidos a finales de los años veinte del siglo pasado y la principal figura con la que Daniel Ortega invoca los años de la revolución cuando el país enteró vibró tras la caída del dictador Anastasio Somoza.

Frente al parque de la comunidad, una estatua enorme recuerda a Sandino, pero estos son otros tiempos y a quien acusan de dictador ahora es a Ortega, quien lleva ya 11 años continuos en el poder. La estatua está rodeada este viernes 04 de mayo de 2018 por una cadena humana de manifestantes, a los que la Policía asedia inmisericorde.

Se celebra en Nicaragua el Día de la Dignidad Nacional, por Sandino y su oposición a entregar las armas; por su voluntad de enfrentar a Estados Unidos. Aferrada a la imagen del general, para impedir que una turba sandinista pinte de rojinegro la escultura, está Lorgia María Robelo, una mujer alta, de tez morena y agricultora de profesión. El vídeo de aquel día aún puede encontrarse en las redes sociales y muestra aquel tiempo de revuelta, en que los orteguistas pintaban de rojinegro todo lo que hallaban a su paso, mientras los manifestantes lo hacían de azul y blanco.

En la dictadura de Nicaragua el color de la bandera ha resultado ser subversivo para el poder político que controla a todas las instituciones. La turba ese viernes está furiosa, el ruido es ensordecedor y de pronto comienzan a pintar sobre el cuerpo de Robelo y otros jóvenes que cubren el monumento, mientras un fanático del partido golpea con el asta de una bandera a un autoconvocado. Así inicia la trifulca.

04 de mayo de 2018. El monumento erigido al General Sandino en Niquinohomo, fue sitiado la tarde de este jueves, por turbas de los municipios aledaños encabezada por el Alcalde Orlando Noguera de Masaya. LA PRENSA/ARCHIVO/ N. Gallegos

 

Aún estaba por venir lo peor para ellos y para Nicaragua en general, un país sumergido en la violenta represión gubernamental que dejó desde abril de ese año 325 muertos, heridos, y posteriormente más de 800 presos políticos, según el comité pro liberación de los mismos. También están los exiliados y una situación generalizada de inseguridad y rabia que se repite en el pueblo vecino de Niquinohomo, bastión también de aquellas ideas primigenias de Sandino.

Se recomienda: Niquinohomo defiende el azul y blanco en el monumento a Sandino

El ataque estatal contra la población, tal como se vio en Niquinohomo, se intensificó en los días posteriores. Semanas después, en julio, fuerzas paramilitares ejecutaron la operación limpieza como las autoridades sandinistas llamaron a la quitada de tranques, levantados por la población para defenderse de la represión ejecutada por la Policía y los grupos armados irregulares.

Lorgia y los manifestantes debieron replegarse hasta Masaya, otra de las ciudades que rechaza a Ortega y que fue víctima también de las balas.

En Masaya –como en el resto del país— la protesta contra el régimen de Daniel Ortega creció tras unas reformas inconsultas a la Seguridad Social, que, luego él al ver el descontento, mandó a retirar. Fueron estos lugares escenarios violentos de la historia reciente de Nicaragua. Lorgia y sus conocidos de Niquinohomo se enfrentaron a los paramilitares y la Policía Orteguista (PO) hasta que no quedó más alternativa que huir meses después de aquel episodio frente a la estatua de Sandino.

  “Casi me asesinan a mi familia y a mí”

“Íbamos sobre lugares que le llamamos quebradas, monte, sobre propiedades (privadas) tras propiedades. Una vez en Masaya –que es reprimido igual– el martes 17 de julio, al salir, casi nos asesinan a mi familia y a mí… salimos sobre la zona de la Laguna de Apoyo, lugar de quebradas, tres días estuvimos en  ese monte, siempre igual a pie, y logramos salir el 19 de julio, por la parte entre Catarina y Masaya”, recuerda Lorgia.

Pidió raid en la carretera y llegó hasta Costa Rica dos días después de su salida. Al sur de la frontera de Peñas Blancas, lejos ya 104 kilómetros de su finca de Niquinohomo, Lorgia recibió una lapidaria noticia que la puso en aviso de lo que podía pasarle si decidía abocarse al retorno. “Estando en Costa Rica, me enviaron un audio (la advertencia de un conocido) donde dice que yo estoy ya condenada en Nicaragua a 25 años de cárcel por crímenes impuestos que no son ciertos. Me condenan por terrorista, golpista, portación de armas ilegales, y por beneficencia de dinero para mantener los tranques”.

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Para Lorgia lo peor es que “no puedo volver para Nicaragua, porque apenas yo cruce la frontera (de) Peñas Blancas, yo sé que arriesgo mi vida: la cárcel o me asesinan”. Sin embargo, su nombre no aparece en el Sistema Nicarao del Poder Judicial, adonde se encuentran digitalizados algunas veces los expedientes de los procesos en los tribunales de Managua, por lo que en teoría no hay ninguna causa judicial en su contra.

Un temor, sin embargo, válido, tomando en cuenta que organismos de derechos humanos han denunciado la falta de garantías para los ciudadanos que enfrentan un sistema de justicia, controlado por el partido de gobierno, al punto que la presidenta de este poder del Estado, la magistrada Alba Luz Ramos, consideró en diciembre de 2018 que los autoconvocados apresados “cometieron incendios,  asesinatos con armas industriales y hechizas, utilizaron explosivos contra personas, bienes públicos y medios de transporte; vimos como quemaron y secuestraron personas”.

La posibilidad entonces de que sea al menos juzgada por los mismos “crímenes” que supuestamente cometió su coterránea Olesia Muñoz Pavón, la corista de la iglesia y quien también aparece en el video de las redes sociales a la par del monumento a Sandino. Ella está pagando una condena de 33 años y seis meses de prisión en la cárcel La Esperanza desde donde continúa protestando contra el régimen.

Además: Régimen Orteguista condena a 33 años de cárcel a la soprano Olesia Muñoz

A criterio de Lorgia, los señalamientos que le hacen “no lo veo correcto porque antes los ojos de Dios yo me siento que no es así. Esa condena que me han impuesto, porque yo me siento limpia por el hecho de no estar de acuerdo con el gobierno, me imponen esa condena (a pesar) que no he cometido ningún tipo de delito”.

Lorgia asegura que ella es fuerte, pero se le quiebra la voz al narrar que “la vida en el exilio es muy dura, muy crítica, porque aparte que nos dan protección, no encontramos trabajo, porque piden legalidad, y documento de cédula, y cual, nosotros, todos los nicaragüenses no tenemos acceso a tener una cédula de residencia, solo el carnet de refugiado”, lamenta.

En Costa Rica, Lorgia vive con unos parientes pero se deprime cada vez que recuerda todo lo que dejó atrás en Nicaragua. “Pienso que no voy a volver ahorita, y cómo voy a volver a reconstruir sin nada, mi negocio, mi situación (legal), la casa, mi finca, cómo la puedo recuperar”.

A ella la vida le cambió drásticamente pero se conforma al saber que “todavía tengo la posibilidad de tener un techo, una casa que alguien me brindó, para estar en ese hogar. Carezco de cosas, pero ahí voy, ahí voy luchándola, muy fuerte me ha golpeado mi vida y mi cambio de situación”.

La vida de Lorgia no fue lo único que cambió. Después de la operación limpieza, la situación en Niquinohomo no volvió a ser igual. En las misas dominicales de la parroquia de Santa Ana ya no se escucha la voz de Olesia Muñoz, muchos de los pobladores autoconvocados, que aparecen en el video de las redes sociales, se encuentran también fuera del país y la estatua de Sandino ha sido pintada en rojinegro. Más de una vez.

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