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La madre de Xavier Mojica, Lorena Centeno, se tapa el rostro con el cartel de su hijo. LA PRENSA/O. Navarrete

La madre de Xavier Mojica, Lorena Centeno, se tapa el rostro con el cartel de su hijo. LA PRENSA/ Óscar Navarrete

“Xaviercito, ¿Dónde estás?”: La madre que busca a su hijo desde hace más de cinco meses

Xavier Mojica desapareció desde hace más de 160 días. Su familia lo ha buscado en hospitales, morgues y cárceles, pero parece que al muchacho se lo tragó la tierra

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Esta mañana Lorena Centeno acaba de ver cadáveres en el Instituto de Medicina Legal. Unas tres veces por semana la señora llega al lugar para mirar los cuerpos que aún no son reconocidos. Los ve por una pantalla, observa su dentadura, el torso, algunas señas o marcas, los dedos de los pies, pero hasta el momento no ha logrado identificar el rostro de su hijo Xavier Mojica Centeno, un muchacho que este domingo cumple 167 días de haber desaparecido.

Lorena Centeno está en la sala de espera de un organismo de derechos humanos, acompañada de su esposo, de quien no quiere decir su nombre. Para la ocasión que la entrevistamos no quiso que su rostro apareciera ni que visitáramos su casa. “Mi temor es que desaparezcan a mis otros hijos (una muchacha de 18 años y un adolescente de 16 años)”, dice la señora, quien durante toda la conversación se le corta la voz, casi a punto de desgarrarse y explotar en llanto.

“Yo estoy quedando como loca, ya no sé cómo actuar. Si dar mi cara, si ocultarme para que no me hagan algo. ¿Usted qué opina?”, pregunta Centeno, quien tiene parte del rostro manchado por un paño blanco a causa de la enfermedad que padece desde hace años, vitíligo, pero que se ha agravado a causa del estrés desde que no tiene rastros de su hijo.

“A mí no me importa que esté enferma, lo único que quiero es saber información de Xaviercito”, dice Centeno, usando una camisa blanca con mangas azules, al centro una Bandera de Nicaragua, y en medio está la foto de Xavier Mojica, en la que aparece con una camisa gris a rayas, los ojos saltones, y una leyenda encima de su cabeza: “¡Ayúdanos a encontrarlo!”

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Lorena Centeno en las instalaciones del Cenidh. LA PRENSA/Óscar Navarrete

Desaparecido sandinista

El Gobierno ha denunciado la desaparición del trabajador de la Alcaldía de Managua, Bismark de Jesús Martínez Sánchez, de 55 años, quien se encuentra desaparecido desde el 29 de junio de este año. Según una hija de Martínez, esa fue la última vez que habló con él, “notándolo nervioso”, mientras se disponía a llegar desde Managua a Jinotepe para encontrarse con su familia.

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Según la denuncia de la familia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Martínez fue secuestrado en el tranque que estaba ubicado en el colegio San José de Jinotepe. La familia habría entrado al lugar pero se encontró con un “grupo armado” que les dijo que se retiraran y negó que tuvieran a Martínez.
Dos días después la familia encontró videos de la desaparición de Martínez y las torturas que le habrían realizado. Ellos identificaron a personas del grupo de tortura, presuntamente del tranque de Jinotepe, como posibles responsables de la desaparición.

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El caso de Martínez el régimen orteguista lo ha presentado como un emblema de la violencia que hicieron los grupos opositores, que hacen llamar “golpistas”. En las marchas gubernamentales no faltan los carteles con el rostro de Martínez, “pidiendo justicia”. Incluso, el más reciente programa social de la Alcaldía de Managua para otorgar lotes a las familias sandinistas lleva como nombre Bismark Martínez.

A pesar de que el Gobierno ha desacreditado el trabajo de los organismos de derechos internacionales, la CIDH otorgó medidas cautelares sobre este caso desde el 6 de septiembre, en particular para identificar su paradero o destino. Además, concluyó que sus “derechos a la vida e integridad personal se encuentran en una situación de grave riesgo”.

Bismark Martínez, militante sandinista y trabajador de la Alcaldía, desaparecido desde el 29 de junio. LA PRENSA/Tomada de redes

Desaparición

Las 11:00 de la mañana del 11 de junio de 2018. Ese fue el último momento que alguien, hasta el momento, ha confirmado haber visto a Xavier Mojica Centeno, de 21 años de edad. Ese alguien puede ser su madre, Lorena Centeno, o su hermana de 18 años, con quienes se bajó de la ruta 119 en el sector de Linda Vista, cerca de un supermercado.

En aquel momento se vivían horas difíciles en el país. Un día antes, el domingo 10 de junio, se reportó un ataque al tranque que estaba en Las Maderas (a unos 45 kilómetros al norte de Managua), donde hubo al menos siete personas heridas. También se levantaron nuevas barricadas en Estelí y Mulukukú. Mientras que en Chinandega se registró un herido de bala en la cabeza.

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En Managua, los paramilitares se dejaron ver a plena luz del día cargando armas de guerra, mientras ejecutaban la “operación limpieza” en las calles donde unas horas antes se habían levantado barricadas en los barrios El Edén, El Paraisito y Larreynaga. Se podía respirar en el ambiente un aire de incertidumbre y temor, y es por eso que Lorena Centeno en aquel entonces llevaba y traía a diario a su hijo Xavier Mojica a la universidad privada donde estudiaba Diseño Gráfico.

La universidad está ubicada en el sector de Las Palmas, en Managua. Xavier llegó desde en la mañana y estuvo haciendo obras sociales. Dentro de la universidad hay una capilla de una iglesia donde solía hacer trabajo comunitario. Hay unas fotos de Xavier con un rastrillo, barriendo el terreno, cortando arbustos y jalando un cable.

Las fotos fueron tomadas aproximadamente a las 10:00 de la mañana. El muchacho aparece de camiseta verde, con un grabado; pantalón negro y lleva puesto unos tenis. Tiene el pelo aplastado a un lado de la cabeza, y en una de las imágenes sale sonriendo tímidamente de perfil. Lorena Centeno, su mamá, llegó a esa hora a traerlo a la universidad, porque por aquellos días a los estudiantes de ese recinto les permitían salir temprano. Mientras lo esperaba, tomó las instantáneas con las que se ha acompañado en estos meses de su periplo.

Esta foto fue tomada horas antes que desapareciera. LA PRENSA/Cortesía

Xavier Mojica venía cansado y con hambre después de barrer y limpiar afuera de la iglesia. Al bajarse de la ruta caminó a la farmacia Ebenezer para hacer una recarga en su tarjeta del bus. Lo hacía todas las semanas, sobre todo los lunes, como lo fue aquel 11 de junio. Como estaba a tres cuadras de su casa, Lorena Centeno y su hermana se adelantaron para calentar el almuerzo.

Lorena sirvió la comida en la mesa, pero minutos después la tuvo que tapar porque Xavier nunca regresaba. Esperó unos 20 minutos, y entonces decidió regresar al lugar donde lo había visto por última vez. Todos los encargados de los negocios en ese sector le dijeron que no habían visto al chico. Lorena regresó con una foto y se las anduvo mostrando a todos. Nada. No hubo quien mirara algo. Alguien le dijo que quizás lo habían atropellado y que lo buscara en el hospital más cercano: Antonio Lenín Fonseca.

Lorena Centeno fue y no lo encontró. Desde ese momento anda buscando a su hijo.


Otras desapariciones

Hasta el momento existen seis personas desaparecidas en Nicaragua, aunque no todas están ligadas al contexto de la crisis directamente.

Diana Raquel Hernández, de 12 años, se encuentra desaparecida desde el 25 de mayo. Ni ella ni su familia han participado en alguna protesta.

Julio César Espinoza Cardoza está desaparecido desde el 2 de abril, en el sector de Monte Tabor.

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Manuel Salvador Aguinaga desapareció el 29 de mayo durante las protestas.

Desde el pasado 25 de mayo desapareció la adolescente Diana Raquel Gutiérrez Hernández, su abuela Nora Hernández muestra la fotografía de la menor. LA PRENSA/IVETTE MUNGUÍA

Josué Joel Moraga Rivera, de 16 años, desapareció en Masatepe el 4 de julio.

Braulio Abarca, asesor jurídico del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos dice que en este tipo de desapariciones se violentan los derechos a la vida, a la integridad física y a la integridad psicológica de la familia porque no se sabe dónde se encuentra su familiar. “Está en manos del Estado la obligación de dar con el paradero de este joven. Lo contrario sería una desaparición forzada de personas”, dice Abarca.


Animé

Quienes conocieron a Xavier Mojica lo recuerdan como un muchacho callado y tímido. Desde pequeño era de pocas palabras y más bien ensimismado, quizás muy encerrado en el mundo de los dibujos y el animé, que le encantaba y prueba de ello es que asistía a esos eventos con frecuencia.

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Lo recuerdan asistiendo a los encuentros de animé, en los que se rodeaba de otros adolescentes con pelucas, pelos lacios, pantalones apretados y disfraces. Su mundo, según sus padres, era la televisión y los dibujos, y es por eso que estudió Diseño Gráfico.

Le gustaba el futbol y hacer obras sociales en la iglesia a la que asistía con su hermana y su mamá. A veces los tres iban a los asilos para cocinar o servirles alimento a los ancianos. No tenía muchos amigos cercanos y casi no salía de su cuarto. “Cuando salía era conmigo porque yo así he criado a mis hijos: casi no los dejo salir”, dice Centeno, apenas sonriendo.

Quienes lo conocieron dicen que Xavier era callado y tímido. LA PRENSA/Cortesía

Xavier tampoco tenía novia, y a los compañeros de graduación los miró por última vez el año pasado durante la ceremonia. Para ese día, su mamá le regaló un celular. Sin embargo, unos meses antes de que desapareciera, el aparato se le cayó y no encendió más. Por ese motivo aquel último día que se le vio, no llevaba un móvil. “Como solo conmigo se mantenía, yo le decía “¿para qué necesitás un celular?” ahora la gente me dice que si hubiera andado un teléfono tal vez hubiera sido distinto y me hubiera avisado”, dice Centeno, con la voz rasgada.

La familia es categórica al negar que Xavier Mojica no andaba en las protestas. Según ellos, no le interesaba la política y ni siquiera miraba noticias. Pero aquel mediodía llevaba una mochila a cuestas, en la que cargaba dos cuadernos y una memoria USB. “Seguro lo confundieron y se lo llevaron. Eso es lo que creo”, dice Centeno.

Periplo

—¿Tiene alguna noticia de mi hijo? —me preguntó Lorena Centeno, una semana después de haberla entrevistado, cuando la llamaba para confirmar una información que me había dado en el primer encuentro.

En la camisa y los carteles de búsqueda también sale el número de ella, y es por eso siempre está pendiente a cualquier llamada que le pueda dar pistas del paradero de su hijo. Al inicio los organismos de derechos humanos hacían las gestiones para ingresar a los centros de detenciones para preguntar por Xavier, pero en la medida que la represión se ha recrudecido y estas oficinas han sido desbordadas, su caso parece estar quedando en el olvido.

Por parte de las autoridades del Gobierno tampoco ha tenido respuesta. Ni siquiera ha llegado a verificar su caso a la Comisión de la Verdad, avalada por la Asamblea Nacional. Lo único que hacen por ella, dice, son esas llamadas del IML para que llegue a identificar los cuerpos.

Xavier Mojica es el mayor de tres hermanos. LAPRENSA/O.Navarrete

De manera que la única información que tiene es la que le llega a su celular o de las personas que semanas o hasta meses después le han podido brindar. En algunas ocasiones ha sido cierta, o por lo menos eso cree. Pero la mayoría de veces la llaman contándole mentiras, o aun peor: para aprovecharse y estafarla.

En los primeros meses hubo gente que la llamó diciéndole que Xavier estaba detenido, pero que se encontraba bien. Le decían que se tranquilizara, pero que comprendiera: que necesitaban dinero para moverse. Lorena Centeno aceptaba, entregaba el dinero, y no volvía a saber más de los supuestos informantes.

“Al inicio caía con facilidad; ahora soy más precavida”, dice Centeno, quien asegura que la información más confiable que ha recibido fue de forma personal y bilateral. Por ejemplo, tres semanas después de la desaparición de su hijo, un muchacho de uno de los negocios cercanos llegó a su casa para decirle que ese día la Policía anduvo haciendo capturas de muchachos en la zona.

Otra de las noticias más esperanzadoras le llegó de parte de un compañero de clases de Xavier que fue encarcelado en el Chipote y meses después fue liberado. Resulta que Lorena, el propio 11 de junio tras ir al Lenín Fonseca y a la Estación 2 de Policía, llegó hasta la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), que por entonces ya estaba desbordada de madres que esperaban en las afueras del centro de detención. Lorena miró salir al amigo de su hijo con la nariz quebrada. Lo llevaban al Hospital Bautista para atenderlo. Lo persiguió y él le logró decir que había visto a Xavier dentro del Chipote recibiendo una golpiza de parte de unos policías. Lorena lo siguió al hospital para saber más, pero como estaba custodiado no pudo hablar con él. Sin embargo, desde ese día no se movió del centro de detención, a pesar de que siempre le negaban que su hijo estuviera en las listas de detenidos.

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Una vez que el compañero de Xavier fue liberado, Lorena lo buscó, y el muchacho le confirmó lo que le había dicho aquel día. “El muchacho me dijo eso, pero ya después no lo pude localizar. Él (el compañero) había andado en las marchas, y la familia no quiso que siguiera hablando conmigo. Ahora se fueron del país y ya no puedo saber nada más”, dice la madre quien permaneció afuera del Chipote hasta que fue sacada por las turbas orteguistas.

Esperanza

Para poder buscar a Xavier Mojica, Lorena Centeno y su esposo renunciaron a sus empleos. Ella vendía alimentos en un kínder. Él era chofer. Ambos se gastaron las liquidaciones en subsistir y en la búsqueda de su hijo. Ahora ella vende nacatamales para obtener dinero y no morirse de hambre, pero aclara que “yo no estoy pidiendo dinero; lo que quiero es información de Xaviercito. El dinero se hace, y uno a como puede busca qué comer. Pero lo valioso para mí es una pista, algo que sea verídico y que no me estafen”.

Aunque ahora dice que ya no cae con facilidad, cuando recibe un mensaje con información de su hijo, siempre la invade la duda: “¿Y si esta vez es verdad? ¿Y si yo por pinche no lo voy a encontrar?” Con esas idas y vueltas viven ella y su familia todos los días.

La historia ha provocado la solidaridad de personas en otros países. LA PRENSA/Cortesía

Ni a su peor enemigo Lorena le desea lo que ella ha pasado en estos cinco meses y medio. Casi medio año de preocupaciones, angustias e impotencia, dice. Un carrusel de emociones que por momentos la ha llevado a tocar la esperanza, con picos de celebración y alivio de que se acabará el tormento, y en otros ha sentido la resignación de aceptar cualquier desenlace.

Son 167 días de casi no dormir, de ir a todos los hospitales, mirar a decenas de heridos y muertos; suplicar información en las estaciones de policía, esperar afuera del Chipote, entrar a las morgues, pegar miles de afiches, hacer mantas, camisas, volantes; recibir cientos de mensajes de Whatsapp, llamadas falsas, mirar miles de publicaciones en Facebook. Ir a los departamentos más alejados, a los más cercanos: a Matagalpa, Sébaco, León, Diriamba, El Tule; visitar de sorpresa a familiares lejanos, a los más allegados, a los amigos de la infancia, de la adolescencia y universidad, amigos de la familia; presentarse ante los nuevos amigos, ante los amigos de los nuevos amigos; recordar su última ropa, palabras, gestos; investigar qué pasó, atar cabos, preguntar, dudar, creer, cuestionar, llorar, y sin embargo, seguir buscando.

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