Los sacerdotes y obispos se cuentan entre los héroes de esta crisis. Han sido mediadores, han rescatado presos y han puesto su cuerpo entre las balas para detener la matanza. Han salvado vidas y llevado esperanza.
Lunes 14 mayo, ciudad de Sébaco, Matagalpa. Desde ese fin de semana fuerzas policiales y paramilitares ejercieron una fuerte represión en las principales calles de la ciudad. Unos 16 heridos, entre ellos menores, fue el resultado del ataque de las fuerzas paramilitares.
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En medio de barricadas, morteros y balas, el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, junto con el párroco de Sébaco, Uriel Antonio Vallejos, celebraron una misa para pedir por la paz del pueblo. Luego, acompañados por los feligreses salieron en procesión con el Santísimo en manos, recorriendo las zonas donde había violencia.
La segunda manifestación multitudinaria en la segunda semana de protestas fue convocada por la Iglesia católica el pasado 28 de abril, cuando llamó a sus fieles a peregrinar “Por la paz y la justicia”.
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A esta peregrinación, en Managua, también llegaron campesinos de diferentes departamentos del país. Mientras, en municipios como León y Matagalpa hubo marchas paralelas. Las actividades concluyeron con la celebración de una misa. Del 18 al 28 de abril ya se registraban unos 63 muertos, según cálculos de la Comisión Permanente de los Derechos Humanos (CPDH).
En Juigalpa, Chontales, el 25 de abril se viralizó en las redes sociales un video en el que frailes franciscanos y sacerdotes pusieron sus vidas en riesgo cuando intentaban acercarse a las fuerzas policiales y antimotines para pedir una tregua tras casi cinco días de tensión, pero estos no dejaban de disparar.
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En el video se escuchan las fuertes detonaciones de bombas y disparos mientras los líderes religiosos caminaban en medio de la carretera con las manos en alto. Lograron su objetivo: el desalojo policial en los tranques resguardados de forma pacífica por la ciudadanía.
Habían transcurrido más de 60 días de masacre. Esta semana Masaya estuvo bajo ataque por parte de fuerzas paramilitares, antimotines y policías quienes junto con trabajadores de la Alcaldía y con maquinaria pesada intentaban “limpiar” la ciudad de las barricadas que los pobladores habían construido como protección.
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Después de seis muertos, el jueves 21 de junio, el pueblo indígena de Monimbó estuvo asediado y ante claras intenciones de ser masacrado, los obispos de Managua y el nuevo Nuncio se trasladaron a esta heroica ciudad. Fue una procesión multitudinaria en compañía de Jesús Sacramentado. Los masayas se desbordaron. Un evento catalogado como histórico. Los líderes de la Iglesia católica acordaron con el comisionado Ramón Avellán detener los ataques en Masaya.