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Se cumple un mes de protestas diarias en Nicaragua

Las primeras lluvias de mayo han caído en Nicaragua y la sangre de 56 muertos aún permanece en las calles y universidades del país. Un mes ha pasado desde que iniciaron las protestas y el último fallecido se registró este jueves, un adolescente de 16 años cuyo nombre es Ángel Reyes, quien cayó en la […]

Las primeras lluvias de mayo han caído en Nicaragua y la sangre de 56 muertos aún permanece en las calles y universidades del país. Un mes ha pasado desde que iniciaron las protestas y el último fallecido se registró este jueves, un adolescente de 16 años cuyo nombre es Ángel Reyes, quien cayó en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli).

A eso de la 1:30 p.m., de este 17 de mayo, estudiantes atrincherados en la Upoli fueron atacados por paramilitares de la Juventud Sandinista. El adolescente Ángel Reyes estaba en una barricada cuando un bus de la ruta 104, conducido por un paramilitar, le pasó encima y le causó la muerte casi inmediata.

Reyes era estudiante del Colegio Rigoberto López Pérez y estaba apoyando a los universitarios atrincherados en la Upoli.


Los inolvidables de la masacre orteguista de abril


La muerte del adolescente fue presentada también por los medios oficialistas, quienes retoman una información de la Cooperativa Parrales Vallejos diciendo que “paramilitares de la Upoli” quisieron destruir la sede de la cooperativa y secuestrar los buses para quemarlos, y que “en esas acciones vandálicas” murió “un delincuente” de la derecha que trató de asaltar el bus.

Los estudiantes, en una improvisada rueda de prensa, aseguraron que la Juventud Sandinista, paramilitares y policías vestidos de civil son los que están conduciendo las unidades de buses, las cuales son abandonadas con las llaves y llenas de combustibles para que sean tomadas por los jóvenes y así acusarlos de vandalismo.

El ataque se da apenas un día después del inicio del diálogo nacional, en el cual el presidente designado por el poder electoral, Daniel Ortega, acusó a los jóvenes de la Upoli de almacenar un arsenal de armas de guerra y acusar a los estudiantes de ser paramilitares “que salen a matar”.

De represión a rebelión

Todo comenzó el pasado 18 de abril en León, cuando un grupo de jubilados decidió protestar contra las reformas a la Ley de Seguridad Social (ya derogadas) en las que pretendían deducirles el cinco por ciento de sus pensiones. Los jubilados fueron vapuleados por la Juventud Sandinista.

Horas después, en Managua, estudiantes de la Universidad Centroamericana (UCA), sociedad civil y periodistas fueron asaltados y golpeados por la Juventud Sandinista en el sector de Camino de Oriente. La Policía Nacional estaba presente en el lugar, pero no hizo nada para frenar el ataque que continuó en las instalaciones de la UCA, donde las turbas orteguistas irrumpieron y destruyeron parte del inmueble.

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Este fue el inicio de una noche de horror que continuó en los internados de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-León), muchos jóvenes huyeron del recinto cuando las turbas llegaron a sacarlos en buses para trasladarlos a Managua, donde serían utilizados como fuerzas de choque. Algunos de los estudiantes lograron refugiarse en iglesias y otros tuvieron que encerrarse en las habitaciones.

La mañana del 19 de abril nada volvería a ser igual. Los primeros en rebelarse fueron los estudiantes de la Universidad Nacional Agraria (UNA), luego la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) y la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Al final del día hubo tres muertes y decenas de heridos, desde entonces la Policía les ha disparado gases lacrimógenos, balas de goma, balines y balas de plomo.

El país vive una catarsis

Víctor Cuadras, uno de los líderes estudiantiles, aseguró que este mes de protestas no ha sido fácil para nadie y está convencido de que la solución para la crisis sociopolítica que vive el país es la renuncia del presidente designado Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.

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“Ha sido un proceso doloroso, diría yo que el pueblo nicaragüense ha pasado por una catarsis, hay una situación que nos ha llevado a sentir dolor, tristeza, desesperación, algunas veces desesperanza y el pueblo rápidamente se dio cuenta de la farsa que habíamos vividos por casi 12 años”, expresó Cuadras.

Las protestas que comenzaron en las universidades de Managua han trascendido a departamentos como Masaya, León, Matagalpa, Boaco y Jinotega, escenarios de crudos enfrentamientos de la población contra la Policía y los grupos paramilitares orteguistas.

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La población demanda justicia por la muerte de al menos 56 personas por la represión a las protestas ciudadanas. LA PRENSA/ J. FLORES

“El pueblo ha demostrado su inconformidad, la destrucción de las arbolatas, el movimiento campesino posicionándose en las carreteras, la población manifestándose en las calles, muestra el grado de inconformidad que hay en el pueblo”, agregó Cuadras.

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Además, el pasado 9 de mayo el Movimiento Campesino Anticanal inició varios tranques en diferentes puntos del país para presionar al Gobierno. La medida ya está impactando en las familias nicaragüenses.

Meyling Olivares, una habitante de Ticuantepe, aseguró: “Nosotros hemos pasado una situación terrible, no vendemos ni 500 córdobas al día y los pagos tenemos que hacerlos siempre”.

Llora por su hijo y su esposo

Familiares y amigos sepultaron este jueves a Noel Calderón Lagos, el joven que fue asesinado el pasado miércoles en el sector de Bello Horizonte junto a su padrastro Humberto Antonio Parrales. Ambos salieron de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), donde permanecían atrincherados, a comprar una pastilla para el dolor de estómago y ahí fueron atacados.

El cuerpo de Parrales fue trasladado al municipio de Tipitapa, de donde era originario; ahí fue sepultado por la familia de sus padres, pero su esposa Iris Lagos no pudo asistir porque de forma simultánea ella sepultaba el cuerpo de su hijo Noel Calderón en el Cementerio Oriental de Managua.

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“Siento que me voy a morir”, “me mataron a mi niño”, “ya no lo voy a ver, ni en el Día de las Madres”. “Ay, Señor, por qué no me llevaste a mí”, gritaba Lagos junto al ataúd de su hijo minutos antes de darle sepultura.

El cortejo fúnebre pasó por la Upoli y luego se trasladó hasta el Cementerio Oriental de Managua.

“El pueblo ha demostrado su inconformidad, la destrucción de las arbolatas, el movimiento campesino posicionándose en las carreteras, la población manifestándose en las calles, muestra el grado de inconformidad que hay en el pueblo nicaragüense”, expresa Víctor Cuadras.

Víctor Cuadras, estudiante de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). LA PRENSA/C. VALLE

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