“¡Asesinos, asesinos, asesinos!”. “Nosotros hemos puestos los muertos”. “Esta es una mesa para negociar su salida inmediata”. “Ríndase, ante todo este pueblo”. Con esas palabras los representes de los universitarios le plantaron cara a Daniel Ortega, presidente designado por el poder electoral, en el inicio del diálogo nacional este 16 de mayo.
Por primera vez en 11 años y cuatro meses de imponerse en el Gobierno mediante fraudes electorales, Ortega y su esposa y vicepresidenta designada, Rosario Murillo, escucharon de estudiantes, campesinos y de la sociedad civil la exigencia de que cesen la represión en contra de las protestas y que renuncien al gobierno.
El diálogo nacional se instauró en el Seminario Nuestra Señora de Fátima, en Managua, poco después de las diez de la mañana recibiendo a las delegaciones los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), que actúan como mediadores y testigos.
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Ortega y Murillo llegaron bajo un fuerte dispositivo de seguridad. En el auditorio del seminario escucharon ser llamados “asesinos” y la consigna de los universitarios: “¡Eran estudiantes, no eran delincuentes!”, en referencia a los 55 ciudadanos asesinados confirmados, por la represión a las manifestaciones de parte de paramilitares y fuerzas de choque orteguistas.
Los estudiantes vestían camisetas negras, en señal de duelo, el mismo mensaje que enviaron algunos de los representantes de la sociedad civil en cuyas camisas portaban lazos negros.
“Nosotros hemos puestos los muertos”, le decían
Para iniciar el diálogo se entonó el Himno Nacional y el obispo de la Diócesis de León, monseñor Bosco Vivas, hizo una oración. Según la organización dispuesta por la CEN, le tocaba a Ortega hablar, pero el universitario Lesther Alemán asaltó la palabra para demandar el cese de la represión inmediata de las fuerzas paramilitares y justicia para las decenas de asesinados en las manifestaciones en todo el país.
“Nosotros hemos puestos los muertos, hemos puestos los desaparecidos. Esta no es una mesa de diálogo, esta es una mesa para negociar su salida (del poder) y lo sabe muy bien. (…) Sepa esto. Ríndase ante todo este pueblo, el pueblo está en la calle”, le dijo el universitario a Ortega.
El líder del movimiento universitario le exigió a Ortega que como jefe supremo de la Policía ahí mismo diera la orden del cese de los ataques, la represión y los asesinatos contra quienes protestan de parte “de las fuerzas paramilitares, de las turbas adeptas al Gobierno”.
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Ortega, Murillo y los ministros que los acompañaron escucharon del estudiante Alemán reclamar que en un mes de represión a las protestas “ustedes han dormido tranquilos”, mientras los estudiantes “estamos siendo perseguidos” por los paramilitares.
Las risas de Edwin Castro
A pesar del momento marcado por la tensión, Edwin Castro, jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional y parte de la delegación del Ejecutivo, sonreía en un gesto de desprecio.
“Pueden reírse, pueden hacer las caras que quieran, pero le pedimos (a Ortega) que ordene el cese al fuego, ahorita mismo. Liberación de nuestros presos políticos. No podemos dialogar con un asesino, porque lo que ha sucedido aquí es un genocidio”, le reclamó el estudiante a Ortega.
Los universitarios que desde el 18 de abril pasado lideran la rebelión ciudadana, recriminaron a Ortega de haber “desbaratado” el país en un mes y haber “cometido un genocidio”.
La realidad de Ortega
Durante su intervención, Ortega dijo que “claro que nos duelen las muertes” de los ciudadanos, pero defendió a la Policía expresando que ellos han sido atacados “no con morteros, sino con armas de fuego”. Incluso llamó “bandas paramilitares” a los estudiantes atrincherados en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), donde aseguró había un arsenal; sin embargo, no reconoció los ataques nocturnos de paramilitares de su régimen en contra de los universitarios y los ciudadanos en ese recinto, que han dejado varios muertos.
“La Policía no está para reprimir esas manifestaciones. (…) La orden ya fue dada (de no reprimir) y prueba de ellos es que los policías acuartelados en Masaya fueron atacados”, dijo Ortega.
Los estudiantes le gritaron que eran “mentiras” lo que afirmaba.
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El mandatario no reconoció que la represión la desataron los antimotines y paramilitares en Managua, Masaya, Matagalpa, Juigalpa, Chinandega, León y Estelí donde la población continúa manifestándose, pidiendo justicia y democracia.
El presidente designado dijo que vivió la guerra, que estuvo preso y sufrió por la muerte de su hermano Camilo Ortega, en la lucha contra la dictadura somocista que cayó en julio de 1979.
Mientras Ortega hablaba de esos hechos, Azahálea Solís, delegada de la sociedad civil en el diálogo, mostró la edición de LA PRENSA que contenía un reportaje sobre la historia de las víctimas, que el 22 de abril contaba treinta muertos, pero que en mayo superan las cincuenta por la masacre.
Sin embargo, la realidad que exteriorizó públicamente Ortega no es la población exigiendo el fin de su régimen.
Muertos en la masacre
Según Ortega, un “joven con conciencia” no “aterroriza familias”, ni saquea negocios, y responsabilizó al movimiento universitario y a los ciudadanos autoconvocados de las agresiones que endilgan a sus turbas.
Ortega retó entonces a los jóvenes: “Qué me pasen ya la lista de cuántos desaparecidos, de cuántos presos políticos hay. Que no se utilice la mentira. Que se la pasen a los señores obispos de la Conferencia Episcopal, vamos a demostrar que no hay un solo desaparecido y que no hay un solo preso, todos fueron liberados”, aseguró.
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La reacción indignada ante las palabras de Ortega fue la de una estudiante que leyó la lista de “sus muertos” y sus compañeros presentes, gritando “¡Presente!” después de cada uno de los nombres de los fallecidos. Fue el momento más duro de este miércoles del diálogo, pues las lágrimas asomaron en el rostro de los jóvenes, del obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, y del obispo de Estelí, Abelardo Mata.
Murillo, vicepresidenta designada, pidió “escucharnos con respeto” en la mesa del diálogo para “dejar un legado de paz”.
Carlos Tünnermann, miembro de la sociedad civil, le reclamó a Ortega porque “no trajo aquí un verdadero mensaje de paz” e igual le demandó el cese de la represión. “Dé aquí mismo la orden para que este diálogo pueda avanzar”, demandó el académico.
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Medardo Mairena, de los líderes anticanal, aclaró que quienes estaban en los tranques pidiendo justicia y democracia para el país eran campesinos, y no delincuentes como sugirió el mandatario.
Al intervenir el cardenal Leopoldo Brenes, este exigió que no se ataquen los templos católicos convertidos en “hospitales de campaña” y a los sacerdotes que “han aceptado ser mediadores y testigos” en el diálogo, en referencia a que antimotines y paramilitares han disparado contra las iglesias donde se da resguardo y asistencia a los heridos.
Ubican a Bayardo Arce
Casi al cierre de la jornada del primer día del diálogo, el asesor del presidente Bayardo Arce intentó desviar la atención de la demanda de la salida del poder de Ortega, diciendo que había trabajado una propuesta para el Seguro Social.
El obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, dio por cerrado el primer encuentro, mientras Arce le gritaba a los estudiantes que ya tenían una solución. “¿No quieren una solución?”, les preguntó intentando provocarlos. Sin embargo, el obispo Álvarez lo invitó a enviarle por escrito su idea.
Los obispos citaron para este viernes para una segunda sesión del diálogo nacional.
Delegados al diálogo
Por el Gobierno estuvieron presentes Bayardo Arce, Edwin Castro, el presidente del Banco Central de Nicaragua —Ovidio Reyes—, la ministra de Salud —Sonia Castro—, el de Hacienda —Iván Acosta—, el canciller Denis Moncada Colindres, entre otros.
Representando a la sociedad civil destacaron Carlos Tünnermann, Azahálea Solís, Sandra Ramos, Elena Cuadra, Medardo Mairena —del movimiento campesino anticanal— y Luis Sánchez.
Por el sector privado estuvieron Juan Sebastián Chamorro, José Adán Aguerri, María Nelly Rivas, Michael Healy y Álvaro Vargas.
“Revolución no armada”
El secretario de la CEN, el obispo Abelardo Mata, les dejó las cosas claras a Daniel Ortega. “No es una simple petición, es una exigencia de la Conferencia (Episcopal) que se retire la Policía a sus cuarteles”. “Le exijo a usted, señor presidente, teniendo en común la única visión que nos trae aquí que es la patria, que repiense con su gabinete los caminos que ha recorrido. Ha comenzado, con dolor lo digo, una revolución no armada, aquí no están ejércitos contra ejércitos, es una población que está manifestando lo que hace muchos años como obispos venimos recogiendo y que tuvimos la oportunidad de presentárselos el 21 de mayo del 2014”, expresó Mata. El obispo de Estelí le dijo a Ortega que la revolución de los nicaragüenses “no es a fuerza de presión de balas de goma, ni balas de plomo, ni con fuerzas paramilitares” que la va a desmontar.
Sociedad civil y empresarios decepcionados de que Ortega viva en su propio mundo
Los miembros de la sociedad civil en el diálogo lamentaron el discurso del presidente designado por el poder electoral, Daniel Ortega, y de que este pretenda que el tema central será la reforma al INSS, cuando es la democratización del país.
“El discurso del señor Daniel Ortega ha sido decepcionante porque vino aquí a seguir sembrando odio, porque vino a decir que habría que investigar de un lado a otro, cuando los muertos los han causado ellos; si todo el origen de esto se dio cuando agredieron a los que protestaban por la reforma inhumana e inconsulta a la reforma de la seguridad social”, dijo Carlos Tünnermann al final del primer encuentro con el Ejecutivo.
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El rector de la Universidad Americana (UAM), Ernesto Medina —quien participa como asesor—, lamentó el discurso confrontativo y de descalificación de Ortega, pues “ha perdido una oportunidad valiosa de poner fin a esta violencia”.
“Dice (Ortega) que no ha dado órdenes de disparar. Una de dos, o la Policía ya no le hace caso al presidente o el presidente aquí frente a los obispos y la prensa nacional e internacional nos está mintiendo. Cualquiera de los dos escenarios nos preocupa”, dijo Medina.
Para Azahálea Solís, lo que intentó Ortega fue desacreditar la protesta pacífica. “Ha dicho que la Policía no ha disparado, ha dicho que la población es terrorista; ha dicho que los saqueos no son responsabilidad de ellos cuando sabemos que fue una política de chantaje. Es decir, Ortega quiere seguir manchando de sangre la mesa de negociación. Es un irresponsable enorme y es un criminal porque no ha mandado a desmontar a las fuerzas paramilitares que solo a él le obedecen, porque aquí solo hay un poder que es de él, de la señora”, criticó Solís.
Dos mundos
Juan Sebastián Chamorro, representante del sector privado, consideró que en esa primera reunión hubo dos mundos. “El mundo de los estudiantes hablando de represión que ellos la han vivido y otro mundo (el de Ortega) que no corresponde con la realidad”, lamentó.
El sector empresarial no pudo exponer en la instauración del diálogo.
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“Realmente tengo una impresión (de Ortega en el diálogo) muy parcializada, una lectura muy a su modo y realmente como decía monseñor (Abelardo) Mata, retomo sus palabras, es una situación gravísima la que estamos viviendo”, afirmó Chamorro.