En La traición de los sueños, Francisco de Asís Fernández, autor de Orquídeas salvajes, nos conduce por diferentes paisajes, algunos muy oscuros que se acercan hasta “la boca del jodido infierno”.
En el camino nos rozan demonios, serpientes gigantes, asnos salvajes, chacales. Escuchamos cantos lúgubres y grumosos.
El espectro de “cuervos nocturnos en la ruina y la desolación” entre episodios pavorosos que nos provocan recordar aquella sentencia dantesca, “Dejad toda esperanza los que entráis”, casi vemos el fantasma del barquero Caronte que pasa a los condenados al otro lado del mitológico río Aqueronte. ¡Qué miedo!
Pero él, que tiene el poder de los sueños, vuelve cuando quiere jugar al parque de su infancia, donde crecía la ternura y él era un príncipe. Suelta mariposas, cisnes rosados, “peces y focas que hablan cosas sobre las cosas”. Chichi siempre será como un niño travieso con las palabras, ocurrente con la lengua y big bang con la imaginación.
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Chichi tiene la capacidad de llover milagros, de sorprendernos con cada una de sus criaturas verbales y con un giro de voz, nos alienta así: “El límite de la noche es la claridad/veo y siento que el horizonte tenuemente iluminado está al alcance de mis manos”.
Y nos cruza al lado de la luz donde se alzan imágenes de exquisita voluptuosidad: “Mangos, papayas y grosellas blancas/en una montaña cubierta de árboles/ “donde vuelan pájaros amarillos.
Dolor y desesperación
“Si hubo áspera hiel en mi existencia, melificó toda acritud el Arte” , escribió Darío. De alguna manera este libro donde Chichi expresa el dolor y la desesperación ante la enfermedad, que ha intentado destruir sin éxito su espíritu festivo, emprendedor y libre, es una ratificación de que el don del arte, que recibió desde el vientre mismo de su madre, estimulado por su padre, es y será siempre su miel y su levantarte y anda.
A sabiendas de que “En cada planeta hay un cielo y un infierno”, cuando el infierno tienta, Francisco de Asís Fernández tiene la potestad en su verso, en su sueño y en su memoria, de traer en vuelo rápido a un séquito de ángeles que su padre Quico Fernández conoció y cantó hermosamente y ahora consienten a su hijo dilecto.
El cambio de los sueños
En la parte medular de La traición de los sueños, anuncia que cambia todo por un sueño, y yo que he conocido la magia que lo habita, sé perfectamente que ha tenido sueños tan afortunados que se le han convertido en gloria, en la gloria de su risa y de su llanto en su Gloria Gabuardi a quien en este extraordinario poemario nutrido de mares y soles, jardines colgantes y pájaros imprudentes, de dolor, vida y muerte, el poeta dedica uno de los poemas más dulces y representativos.
La poesía , viene a ser una fuente prodigiosa que aporta la ración más suculenta de esperanza en toda la obra, a despecho de su última línea:
“Cuando leo tu piel y es inútil la tristeza.
Cuando descubro la seducción de tu diadema de diamantes.
Cuando la confesión sana mi alma.
Cuando mi amor llena la ciudad de señas y secretos.
Cuando el éxtasis me venda las heridas y me roba la muerte.
Cuando tus ojos desamparan la luz del día”.
Al final del recorrido por los diferentes paisajes, a veces tenebrosos en La traición de los sueños, yo me quedo con los cielos y las lunas tan abundantes en esta obra, como las del Perito en Lunas, Miguel Hernández o las romanceras de García Lorca.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 B