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La máscara perfecta

  • Espero que el pueblo de Managua no se haya atontado. El sandinismo jamás ha renunciado a su filosofía política. Sigue siendo antidemocrático, populista, opresor, violento, e incapaz de gobernar bien

Jorge Salaverry

Corría el mes de febrero de 1990 y me encontraba en Washington, D.C., ciudad en la que vivía en ese entonces. Una mañana me encontré frente a la Catedral de San Mateo con el señor Sergio Bendixen, quien recientemente había hecho una muy publicitada encuesta de opinión sobre las elecciones que se avecinaban en Nicaragua. En esa encuesta, el candidato del Frente Sandinista, Daniel Ortega, aparecía con una ventaja de casi 15 puntos sobre doña Violeta Barrios de Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora.

Cuando nos encontramos faltaban sólo unos días para las elecciones, y el señor Bendixen me preguntó qué opinaba sobre los resultados de su encuesta. Le respondí que no creía en ellos porque sugerían que el pueblo nicaragüense era un pueblo estúpido y que yo estaba seguro de que no lo era. Me quedó viendo con cara de sorpresa y dijo: “Bueno, el tiempo dirá si los resultados son correctos o no”. Muy pronto supimos lo que el tiempo dijo: el Frente Sandinista perdió el poder sepultado en una avalancha de votos ansiosos de libertad.

Pero era la época en la que imperaba en el país el terror al sandinismo, y, en consecuencia, era lógico esperar que la gente se abstuviera de expresar honestamente sus verdaderas simpatías electorales para no exponerse a las consabidas represalias de ese régimen. Operó pues el famoso síndrome del güegüense. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. Hay plena libertad de expresión y la gente no tiene por qué ocultar sus verdaderas intenciones de voto, o sea, que esta vez sí creo en lo que sugieren las encuestas. Y lo que veo no me gusta: en primer lugar de la intención de voto de los managuas aparece Herty Lewites, el candidato del Frente Sandinista para la Alcaldía de la ciudad capital.

Claro está que lo anterior no significa necesariamente que Lewites vaya a ganar; pero aún así me pregunto: ¿cómo es posible que el candidato de un partido que le hizo tanto daño a Nicaragua ocupe el primer lugar en las encuestas? ¿Es que acaso la gente de Managua se ha vuelto tonta? ¿Será que habremos perdido la memoria histórica, o que hay muchos votantes jóvenes que no experimentaron los horrores del sandinismo y que están dispuestos a votar por ese partido? No lo sé. Pero de dos cosas estoy plenamente seguro: primero, que el sandinismo no ha cambiado en absoluto; es el mismo de siempre, y segundo, que Herty constituye la máscara perfecta detrás de la cual se oculta el sandinismo real. Es simpático, sonriente, de hablar suave, cae bien.

Pero si llegara a ganar las elecciones del próximo domingo, hay que estar claros de una cosa: no sería él quien mandaría en la Alcaldía de Managua, sino el mismo Frente Sandinista de siempre, tal como claramente lo anunciara hace unos días el ex Ministro del Interior, Tomás Borge Martínez. Para muestra basta un botón: hace unos días le preguntaron en televisión a Herty que por qué usaba el nombre de “Comandos Electorales” para identificar al equipo encargado de la promoción y defensa del voto sandinista. Que si acaso él no veía que ese nombre tenía connotaciones militaristas y violentas que el pueblo rechaza. Su respuesta fue reveladora: “La verdad es que yo no estaba muy de acuerdo con ese nombre, pero decidieron ponérselo”. ¿Decidieron ponérselo? ¿Quiénes? Es obvio que fue una decisión de las estructuras superiores del Frente Sandinista pasando por encima de la voluntad de don Herty. Y eso, sin lugar a dudas, es lo que a diario se escucharía si llegara a la Alcaldía de Managua: “Yo no quería eso, pero…”.

Espero que el pueblo de Managua no se haya atontado. El sandinismo jamás ha renunciado a su filosofía política. Sigue siendo antidemocrático, populista, opresor, violento, e incapaz de gobernar bien. Es fácil comprender la antipatía popular que el PLC como partido de gobierno ha despertado entre la población capitalina a causa de los múltiples escándalos de corrupción y del insolente pacto que suscribió con el sandinismo mismo. Pero eso no justifica la insensatez de otorgarle el voto a quienes durante más de diez años demostraron con hechos fehacientes ser perjudiciales para la libertad, la paz y el progreso de Nicaragua. Hay otras opciones. Yo por mi parte, aunque soy de ideología liberal, daré mi voto por William Báez, el candidato que representa la única opción democrática contra el pacto y la corrupción. Le ruego que usted también, apreciado lector, la piense muy bien antes de depositar su voto.

* El autor es miembro del Consejo Editorial de LA PRENSA.

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