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Votar con responsabilidad

MINISTERIO ARQUIDIOCESANO DE LA PREDICACION “MADRE DE LA NUEVA ALIANZA”

El Apóstol de los gentiles hace una recomendación que, sin lugar a dudas, resultaría muy oportuno y agradable beneficioso acoger en ocasión de las próximas elecciones, tanto municipales como presidenciales, por parte de los ciudadanos nicaragüenses. Y es esta: “conduzcámonos como seres responsables”.

El voto electoral constituye un acto de responsabilidad, debe antes pensarse, reflexionarse, razonarse; por mucho que se hable de “juego electoral” antes, durante y después de los comicios, no se trata de un juego de niños ni de una acción intrascendente; en cada voto se pone en juego el destino de la Patria, o sea, la suerte de la mujer, del niño, del anciano, del trabajador, del industrial, del estudiante, del profesional, del hombre del campo y del hombre de la ciudad, del ama de casa y del político… (de todos).

Dar un voto a un candidato determinado por pura simpatía o mera conveniencia personal o partidaria, sin tomar en cuenta o no importando en lo más mínimo el daño que, de acuerdo a sus antecedentes o trayectoria individual y política, vaya a ocasionar al pueblo más tarde de ganar las elecciones. Además de constituir un gesto de ascendrado egoísmo. ¿No representa acaso, por lo mismo, también un acto de irresponsabilidad de lo más reprobable?

El voto del cristiano no puede ser sino un voto realizado a conciencia, nada menos que analizado a la presencia de Dios. Antes de emitir su voto el ciudadano cristiano “la piensa dos veces”, pues actúa pidiendo luces para no tener que lamentar más tarde un error, como sería por ejemplo, el haber contribuido a la implantación de una tiranía que en aras de una ideología totalitaria, derrochada y pasada de moda considera al ser humano una cosa de la que se puede usar antojadizamente según convenga el partido.

Un voto efectuado a conciencia nos permite mantener activa la memoria histórica, tan necesaria, no propiamente para rumiar rencores y venganzas, sino más bien para impedir, a través del voto que los errores del pasado se repitan. La amnesia histórica no puede ser buena consejera frente a la urna electoral. En realidad, rigurosamente hablando, no existen los “amnésicos históricos”; sencillamente se aplica tal calificativo a quienes no toman en cuenta la experiencia del ayer o la lección de la historia cuando se trata de apoyar a un partido o candidato político.

Otro aspecto digno de tomarse en cuenta en una circunstancia electoral, con vistas al futuro, es el religioso. El cristiano no puede ni debe restar importancia a este punto. El elector ha de poseer la suficiente inteligencia para prever, basado precisamente en la memoria histórica, la probabilidad de que la Iglesia sea el día de mañana perseguida, impedida en su labor evangelizadora, restringida o de alguna manera estorbada su misión profética, de llegar a triunfar “x” partido o candidato. Otro tanto puede decirse respecto a las libertades individuales y públicas. Un sistema político que no respete la libertad de culto y la libertad de expresión es rechazado casi por instinto por el elector cristiano, pues sabe que Cristo nos hizo libres para ser libres.

Lo esencial consiste en que el elector actúe como toda una persona adulta, inteligente y libre de manera sensata en el momento de votar, buscando el bien común por encima del bienestar particular o grupal, que su voto represente un auténtico acto patriótico y una contribución generosa a la felicidad de todos.

San Pablo nos recuerda que, “Dios no nos ha dado un espíritu de timidez (o cobardía), sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio”. Fortaleza, amor, y buen juicio son los elementos indispensables que debemos tomar en cuenta todos los cristianos y los hombres de buena voluntad, para poder elegir rectamente a nuestros futuros gobernantes.  

Editorial
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