Como un simple espectador de la política norteamericana y ávido de información objetiva que me permita reflexionar, escribí algunos apuntes durante el proceso electoral, al que le hice seguimiento y que hoy comparto.
Primero, el partido Demócrata y sus burócratas socialistas-progresistas no le prestaron atención a la clase trabajadora y a la clase media que son los que mueven a los Estados Unidos, además se olvidaron por completo de la llamada “basura blanca”, White trash, Red neck o Hillbilly, epítetos despectivos para señalar a esa población blancamarginal que puebla las zonas rurales y montañosas del país, que habita también en las periferias de muchas urbes.
Trump escogió como vicepresidente a J.D. Vance, un brillante abogado de Harvard, autor del libro Hillbilly Elegy: A Memoir of a Family and Culture in Crisis (2016), proveniente de una familia pobre y marginal Hillbilly de los Apalaches y defensor de la cultura y valores nativos de su terruño, despreciados por los burócratas de turno, derrumbando con este gesto la sempiterna mentira socialista de que ellos están con los pobres.
En la entrevista que Alexandre Devecchio le hace a Christophe Guilluy (Le Figaro, 07/11/2024), este último afirma que “la elección de Trump es una reacción a años de invisibilidad y ostracismo de la mayoría ordinaria”. Son estas clases trabajadoras y medias las que escriben la hoja de ruta, tanto en Estados Unidos como en Europa, esta hoja de ruta es idéntica. Las clases populares se han alejado definitivamente de la división izquierda-derecha. Sus exigencias son las de proteger a los trabajadores, reactivar la economía, reindustrializar, controlar las fronteras y regular los flujos migratorios, exigencias de una “mayoría ordinaria” que se niega a ser dejada de lado. Es la clase obrera estadounidense la que hace a Trump, ¡y no al revés! (Christophe Guilluy, Les Dépossédés. L’instinct de survie des classes populaires, Flammarion, 2022).
Segundo. Kamala Harris comenzó su campaña con un plomo en el ala, ya que fue escogida a dedo por la cúpula del partido, pese a que existían otros líderes mejor preparados. La escogencia de Tim Walz, para la Vicepresidencia, un burócrata como Biden, no fortaleció su deficiente candidatura. Se apoyó en Barack Obama, en cantantes famosos y estrellas de Hollywood contribuyendo al desencanto del votante deseoso de respuestas a su precariedad social y no de espectáculos del showbiz. Gran parte de su campaña la dedicó a descalificar a Trump llamándolo delincuente, machista, fascista, “Hitler”, entre otros epítetos. En una campaña política la demonización a veces no da resultado o produce el efecto contrario.
Tercero. Por otra parte, el récord histórico de apoyo que recibió Trump del voto hispano, de los afroamericanos y de la mayoría de la clase trabajadora se debe a que esas familias necesitaban que alguien coincidiera con sus preocupaciones como la droga, el crimen, las consecuencias de la inmigración ilegal, la inflación de los últimos dos años o el rechazo a que sus hijos sean expuestos a la instrucción woke en las escuelas públicas, tendencia apoyada por Harris en su campaña. Trump prometió que en el primer día de mandato impedirá las aberrantes políticas quesiembran la transexualidad en las escuelas públicas aprovechándose de la inocencia de los niños, una de las promesas más aclamadas en los estados donde Trump afirmó su liderazgo. Su estilo agresivo en defensa de los valores de la familia atrajo hacia sus filas al americano medio.
Cuarto. En muchas entrevistas Kamala Harris demostraba su incapacidad e incurría en contradicciones cuando era abordada sobre temas esenciales para el votante en situaciones en las que no estaba asistida por telepronters. En una ciudad se mostraba pro-Israel y al día siguiente, delante de otra audiencia, se mostraba pro-Palestina, este comportamiento desencantó no solo al votante indeciso sino a muchos militantes demócratas. Esto se intensificó durante la entrevista con el veterano periodista de CNN Anderson Cooper (pro-Partido Demócrata) cuando, para ayudarla, le preguntó qué la diferenciaba del gobierno de Biden en temas tan acuciantes como la economía o el de los migrantes ilegales, a lo que dudó en responder o se contradijo en sus respuestas. Esta falta de unidad de criterio en temas claves y la segmentación de su discurso dependiendo del mood de las audiencias, la hicieron aparecer como ambigua e insegura. Mostrarse simpática no fue suficiente. No podemos dejar de mencionar sus incontrolables risotadas a quijada batiente, que resultaron grotescas para muchos.
Quinto. Sobre los eslóganes de ambos candidatos, el de Harris, escrito en condicional: “Cuando luchamos juntos, ganamos”, comparado con el de Trump: “Make America Great Again”, Que América vuelva a ser grande, que es un llamado a la acción o Trump Will fix it (Trump arreglará esto), frase colocada en los podios para sus discursos. A esto hay que sumar la impresionante escena el día del atentado en Butler, Pensilvania, donde el mundo entero vio a un Trump real, con salpicaduras de sangre en su rostro después de haber recibido un disparo y con el puño en alto exclamar: “Luchar. Luchar. Luchar”, con la bandera americana de fondo. Esa imagen captada por Evan Vucci, de Associated Press (AP), recordó la famosa fotografía de los marines en la batalla de Iwo-Jima (1945), un ícono del patriotismo norteamericano. A mí no me cabe la menor duda que ese día, debido a su coraje y temple, millones de americanos decidieron votar por Trump.
Sexto. Contrastando con la campaña de Harris, la capacidad y destrezas comunicacionales de Trump y la de su equipo de recuperar cada declaración en su contra de manera creativa nutrió su campaña de momentos inolvidables. Cuando a escasos días del cierre de campaña Biden declaró: “Los seguidores de Trump son basura (garbage)”, al día siguiente, Trump apareció vestido de garbage collector, en un camión de basura, para gloria de los empleados del aseo urbano. Lo mismo ocurrió con la mentira de Harris de haber sido empleada de McDonald’s en su época de estudiante utilizando para ello un fotomontaje. En un video por Twitter que se hizo viral, mientras repartía hamburguesas y envases con papitas fritas, Trump declaraba con sorna: “Yo sí he trabajado en McDonald’s”.
Séptimo. Para concluir, dentro de las muchas otras singularidades de esta campaña, el apoyo de Elon Musk, un genio de la industria automovilística y espacial, quien lo ayudará a hacer más eficiente su administración, significa que su gobierno acrecentará aún más la investigación tecnológica.
No quiero terminar sin resaltar el caso de la ardilla Peanut y cómo, en el fragor de cualquier batalla electoral, un simple suceso puede desencadenar millones de reacciones a favor o en contra. El 30 de octubre, faltando pocos días para las elecciones, funcionarios del Departamento de Conservación Medioambiental del Estado de Nueva York (Demócrata), acudieron al hogar de Mark Longo y su esposa Daniela, acusándolos de poseer animales considerados salvajes. Los agentes del D.E.C. incautaron la ardilla Peanut, que la pareja durante siete años había cuidado con amor desde que la madre del animalito murió arrollada por un automóvil. Como la ardilla se sacudió y mordió al ser apresada por esos desconocidos, los funcionarios procedieron a sacrificarla para comprobar si estaba infectada con el virus de la rabia.
En las redes, la triste denuncia de Longo y su esposa se transformó en una viral indignación de millones de internautas contra la burocracia demócrata, acontecimiento que fue recuperado de inmediato por el equipo de campaña de Trump, convirtiendo a Peanut en un mártir. “En un mitin de Trump, Marjorie Taylor Greene, congresista de Georgia, comparó el destino de Peanut con el de Laken Riley, una mujer de la localidad que fue asesinada por un ilegal venezolano, inculpando al gobierno de Biden-Harris por sus políticas migratorias” (Sarah Maslin Nir, How the Death of a Celebrity Squirrel Became a Republican Rallying Cry, New York Times, 04/11/2024). La imagen de la ardilla Peanut, símbolo de protesta en los últimos días de la campaña, portando la bandera americana y acompañando a Trump, representado como capitán América, se tornó viral en las redes sociales.
Aunque socialistas y progresistas afirmen que “la victoria de Trump es un fallo de la democracia” (¿Por haber perdido Kamala Harris?), como lo han declarado diversos analistas, políticos y comentaristas en los medios globales, negando o distorsionando la realidad del voto popular masivo que obtuvo Trump, respaldado por los grandes electores en los estados claves cuyo mínimo es de 270 votos, obteniendo 312 vs. 226. Una victoria contundente, con el respaldo de todas las clases sociales, razas y creencias religiosas que conviven en los Estados Unidos. La “mayoría ordinaria”, los Hillbilly y hasta los Amish contribuyeron a su triunfo. La democracia en Estados Unidos continuará siendo un modelo para imitar.
El autor es periodista francés.