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Monseñor Rolando Álvarez, desde el silencio sigue haciendo líos

En el año 2013, durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) el papa Francisco les dijo a los jóvenes: “Hagan lío”. “Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera… Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir; si no salen se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG. Que me perdonen los Obispos y los curas, si algunos después les arman lío a ustedes, pero…es el consejo” (El Vaticano, 25 de julio de 2013).

Monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, ejerció su ministerio pastoral en las iglesias, seminarios, hospitales, comunidades rurales, colegios, cárceles y buses, siempre llevando el Evangelio de Jesús a los sacerdotes, seminaristas y laicos. Ha alzado su voz profética, saliendo a la calle, dejando la comodidad de los púlpitos o de su sede episcopal que hasta el día de hoy se encuentra confiscada por las fuerzas policiales del régimen.

El obispo Álvarez fue secuestrado por la Policía el 19 de agosto de 2022 tras haber pasado 15 días sitiado en la Curia Episcopal de Matagalpa junto a otros religiosos y laicos. 117 días después de su secuestro, el obispo fue presentado ante los juzgados de Managua donde sus verdugos lo acusaron injustamente de “menoscabo a la integridad nacional” y “ciberdelitos”, pero desde el juzgado y la prisión continúo haciendo líos.

El dictador Daniel Ortega, en cadena nacional de radio y televisión lo llamó “desquiciado”, “energúmeno” y “soberbio”. Secuestrado en la cárcel más de 500 días, lo despojaron ilegalmente de su nacionalidad. Fue desterrado a Roma el 14 de enero de 2024. Al pueblo le arrebataron la presencia física de su pastor, pero las bases de su ministerio profético continúan haciendo eco en cada rincón de la Diócesis.

Los miembros de la Policía Nacional de Nicaragua están intimidando a sacerdotes y laicos de varias diócesis, entre ellas las del norte del país. El mensaje que dejan a los prelados es claro: “No mencionar en las misas el nombre de los obispos Rolando Álvarez y Silvio Báez”.  Al mismo tiempo les preguntan si tienen alguna información o comunicación directa con el obispo (Álvarez).

El último recuerdo que tengo del obispo Álvarez fue durante un encuentro de comunicadores parroquiales de la Iglesia católica. Me lo encontré postrado de rodillas ante el Altísimo, en silencio, orando. Junto a mis hermanos nos quedamos haciéndole compañía en oración. Él no se dio cuenta de que ingresamos a la capilla. En aquel momento solo eran él y Dios. Él siempre ha hecho líos, no solo en la calle alzando su voz, sino desde el silencio de la oración. Desde el exilio, el obispo no ha mencionado palabra alguna, aun así, el eco de su silencio no ha dejado descansar al régimen Ortega-Murillo.

El obispo Álvarez es un hombre de oración y acción. Como religioso sabe que existe tiempo para reír y llorar, también para hablar y callar como dice el Eclesiastés. Cuando hablaba nos enseñó: “¡Respete la Patria!”, “Aquí no hay tiempo para falsas neutralidades. Aquí el que se queda neutral, ya opinó y el que no opina, ya decidió”.

Hoy el obispo se encuentra en silencio, pero no dudo que en sus oraciones siempre pide por la paz en Nicaragua. Hablando o callando, Álvarez sigue “haciendo lío”.

La autora es abogada

[email protected]

www.iglesiaperseguidani.com

Opinión
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