Una mujer llega sin falta cada mes hasta el Sistema Penitenciario Nacional Jorge Navarro, conocido como La Modelo. Se sabe el recorrido de memoria desde su casa en Ciudad Darío, Matagalpa, hasta el municipio de Tipitapa, en el departamento de Managua, son unos 73 kilómetros aproximadamente que recorre en bus.
Siempre lleva una bolsa grande de plástico y en su interior pequeñas bolsas transparentes con jabón, pasta dental, avena y galletas. Son para su esposo, Leonel Antonio Poveda, quien pronto cumplirá 10 años de estar encarcelado, acusado por el régimen de Daniel Ortega por un crimen “que no se pudo demostrar que cometió”.
A pesar de los años, la esposa de Poveda todavía siente temor de que se le nombre en artículos periodísticos y durante estos años ha rehuido a la solicitud de dar entrevistas por temor a que dejen de permitirle visitar a su esposo.
Según organismos como el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más y el Grupo de Reflexión de Excarcelados Políticos (GREX) antes de las protestas de abril de 2018 existieron 10 casos de presos políticos “silenciados” por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Uno de estos es Leonel Antonio Poveda.
Leonel Poveda fue miembro de la Contra
Nació en Ciudad Darío, Matagalpa, el 18 de diciembre de 1966. Antes de cumplir 16 años se incorporó a las Milicias Populares Sandinistas (MSP) que eran unidades militares de voluntarios que surgieron después del derrocamiento del dictador Anastasio Somoza en 1979.
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Según fuentes cercanas, ingresó a las SMP para evitar el “hostigamiento sandinista” en contra de su familia. Esta versión se confirmó cuando en 1982 decidió cambiarse de bando y entró a formar parte de la Resistencia Nicaragüense (RN) conocida como la Contra, que era un grupo armado financiado por Estados Unidos y que durante la década de los años 80 su único objetivo era derrocar al gobierno del Frente Sandinista.
“Yo conocí a Leonel Poveda en la Contra. Él era bien jovencito cuando llegó”, recuerda un antiguo compañero de armas que hoy se encuentra en el exilio y que pidió anonimato.
Según este excombatiente, Poveda se destacó en la lucha armada y al poco tiempo se le conoció como “comandante Pantera”. Durante toda la década de 1980, tiempo que duró la guerra, Poveda participó en diferentes combates en la zona del departamento de Chontales.
“Ahí operaba el Pantera. Eso era un área extensa que incluía la zona de la antigua Zelaya Sur y Boaco. Él era parte de los cinco comandos regionales ‘Jorge Salazar’ que llegaron en su momento a ser unos cinco mil hombres”, dijo a LA PRENSA un alto miembro de la Contra que prefirió mantener su anonimato.
Regresó a Ciudad Darío tras el desarme de la Contra
Según este comandante de la Resistencia, luego de la desmovilización de la Contra y entrega de las armas en mayo de 1990, Leonel Poveda regresó a Ciudad Darío.
Durante los años 90, los miembros de la Contra realizaban con frecuencia reuniones en Matagalpa. Ahí se le vio en varias ocasiones. Por aquel entonces se “dedicaba al comercio ambulante de diversos tipos de productos que vendía al crédito en varias ciudades del país”.
“Seguía siendo una persona jovial, buen amigo, bien campechano. No era confrontativo, recuerdo que era uno de los pocos que no tenía lesiones de guerra”, cuenta.
Ataque armado
El 19 de julio de 2014, entre las 9:30 y las 9:40 de la noche un grupo armado disparó en contra de una caravana de buses a la altura del kilómetro 76 cerca de Ciudad Darío, en el departamento de Matagalpa. El bus iba lleno de simpatizantes del Frente Sandinista que regresaban de la celebración del 35 aniversario de la Revolución.
Cuatro personas murieron en el lugar. Más de 18 resultaron heridas. Dos horas más tarde en el mismo departamento de Matagalpa, pero esta vez en la comarca Wabule, en el municipio de San Ramón, otra caravana de buses fue atacada y producto de la balacera murió un joven. 17 días después la Policía presentaría a los supuestos responsables de los ataques, entre ellos estaba Leonel Antonio Poveda.
Persecución desde antes del ataque
Según fuentes cercanas, antes del día de los ataques Poveda ya había sufrido persecución policial.
“A Leonel le llegó una cita policial el 17 de julio del 2014, rodearon su casa mientras dejaban la cita. Por consejos de su abogado, no se presentó y prefirió resguardarse en casa de un familiar, esta acción es prueba clara que ya estaban tras sus pasos. La madrugada del 20 de julio su casa fue allanada. Tocaron la puerta, les abrieron y entraron un montón de policías, tomaron fotos, y se llevaron el celular de su hija, entre el 20 de julio y el 1 de agosto llegaron a buscarlo y entraron a su casa un total de tres veces”, detalla un informe que elaboró el Grupo de Reflexión de Excarcelados Políticos (GREX).
El 1 de agosto de 2014, Poveda fue capturado mientras viajaba en un bus con dirección al municipio de Somoto. Un excompañero de la Contra asegura que iba con intenciones de cruzar la frontera con Honduras. Aunque en su momento la familia no lo confirmó, otras fuentes señalan que esas eran sus intenciones.
Leonel Poveda, acusado por Aminta Granera
En una conferencia de prensa que duró casi dos horas, la entonces primera comisionada de la Policía orteguista, Aminta Granera, presentó a Leonel Poveda y Eddy Gutiérrez como cabecillas del ataque. La jefa policial dijo que en el domicilio de Poveda, entre el 20 de junio y el 10 de julio de ese año, se realizaron varias reuniones donde se planificaron los ataques en contra de las caravanas.
Según la versión policial, también participaron los ciudadanos Rosendo Huerta, Pablo Martínez, Wilfredo Balmaceda y José Ricardo Cortez. Estos serían los responsables del primer ataque.
Además, señaló a los jóvenes Juan José y Gregorio Tórrez, y Erick Salgado de ser “contratados” para lanzar piedras a los buses para que “estos disminuyeran su velocidad” y así poder dispararles con mayor facilidad.
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La acusación de Aminta Granera destacó los antecedentes de Poveda, quien durante un tiempo vivió en Costa Rica a finales de los años noventa. “En el 2001 fue procesado por homicidio calificado en Costa Rica. En perjuicio de la señora Ledesma Corrales. Juzgado Penal de Heredia”, leyó la entonces jefa policial.
Según reportes de LA PRENSA de la época, los hechos ocurrieron el 8 de mayo de 1993, en Heredia y la causa se abrió también en Nicaragua. Un juez de Matagalpa le impuso la pena de 20 años por ese crimen, pero la Policía nunca ejecutó la orden de captura.
Aseguran que señalamientos de hechos en Heredia son falsos
A este respecto personas cercanas a Poveda afirmaron que eran “mentiras”, en el informe del GREX señalan que “las autoridades policiales nunca probaron estas acusaciones durante el proceso judicial. Todo indica que fueron afirmaciones para confundir a la opinión pública”.
Se han realizado muchísimos trabajos periodísticos sobre la serie de irregularidades que especialistas en Derecho han encontrado en este controvertido proceso.
La revista MAGAZINE publicó un extenso reportaje al respecto donde destacó las palabras del abogado Carlos Baltodano, defensor de Wilfredo Balmaceda, en las que asegura que fue testigo de un juicio “político que sentó un precedente nocivo para la justicia nicaragüense”.
El profesional del Derecho aseguró que tras 27 años siendo abogado “nunca había visto un juicio tan, pero tan, pero tan mal instruido que hasta la misma Policía violó sus procedimientos”, afirma, refiriéndose a la forma en que los investigadores obtuvieron “pruebas” contra los acusados.
Aquel juicio, dice Baltodano, mostró la “colusión” entre la Policía, el Ministerio Público y el poder judicial; separó a los jueces en categorías “A y B” y violentó en su mayoría “los principios del proceso penal”, empezando por el principio de presunción de inocencia. “Para ellos, eran culpables mientras no demostraran lo contrario”.
Fantasma
Detrás del vidrio que los separa ya casi no queda nada del recuerdo del hombre que era. Su esposa lo observa y cada vez está más pálido y delgado, como un “fantasma”. Está más calvo, la vista la tiene deteriorada, por las noches no puede dormir y luego de la pandemia de covid-19 quedó con dolores en el cuerpo.
Cada visita mensual intenta poner buena cara, pero su esposa, una profesora de primaria ya jubilada, lo conoce bien y sabe que él lleva muchos meses en depresión.
A Leonel Poveda luego de casi 10 años de prisión se le incluyó en 2020 en la lista de presos políticos tras una extensa investigación. Hubo algunas organizaciones de derechos humanos que se opusieron a su inclusión junto con los presos políticos a raíz de las protestas de 2018. Pero los informes sobre su caso fueron tan convincentes que estas organizaciones finalmente aprobaron su inclusión.
La 300
El régimen condenó a Leonel Poveda a 133 años de cárcel. Pero según quienes lo conocen, hace mucho que ya no piensa en el tiempo. Sus días los pasa en una celda de máxima seguridad, en un pabellón de La Modelo, conocido como la 300. Este complejo de celdas es donde el régimen recluye a los reos más peligrosos, algunos reos comunes y muchos presos políticos.
Poveda pasa la mayor parte del tiempo en una celda de poco más de dos metros de ancho por tres metros de largo. Ahí mismo tiene una pila que llena de agua para bañarse, a un lado hay un agujero donde hace sus necesidades y al otro lado una especie de lavadero donde se lava las manos y lava los platos donde come. En la celda hay dos camarotes de concreto donde duermen los reos.
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Estas celdas violan muchas de las llamadas “reglas Nelson Mandela”, que son una serie de requerimientos mínimos establecidos por las Naciones Unidas para garantizar las condiciones de los encarcelados.
Las puertas en las celdas de la 300 son láminas de hierro donde solo hay dos pequeñas compuertas, no se usan barrotes que permiten mejor visión al exterior. Tampoco están diseñadas para que entre el aire dentro de las mismas, lo que ocasiona un fuerte calor durante la mayor parte del año.
Algunos reos que están dentro de estas celdas se las ingenian para utilizar espejos para ver un viejo televisor que los mismos presos compraron y que colocan al final del pasillo. “El espejo lo usamos como un retrovisor, te sentabas en un bidón y ahí mirábamos la televisión para distraernos”, cuenta un excarcelado político que estuvo en la 300 en el año 2018.
Para Poveda el tiempo se ha convertido en eso que pasa mientras espera la próxima visita de su esposa, que le lleva galletas, jabón y un poco de avena, pero sobre todo espera la compañía de ella que todos los meses sin falta recorre esos 73 kilómetros para verlo.