En la búsqueda de los factores que ayuden a levantar a nuestra población de la pobreza hay uno de vital importancia que rara vez incluyen los políticos en sus programas: la familia. Su exclusión delata un gran desconocimiento sobre como el buen o mal funcionamiento de esta institución afecta los niveles de pobreza y productividad, las oportunidades de ascenso o descenso social, la calidad de vida e, incluso, la viabilidad de la democracia.
En forma unánime, las ciencias sociales —sociología, psicología, pediatría, criminología, economía, y otras— han demostrado que las uniones matrimonios estables, donde los hijos(as) crecen bajo la tutela de sus padres y madres biológicos, dan resultados significativamente mejores que las familias rotas, o inestables, y que las mismas uniones libres o, de hecho. The American College of Pediatricians publicó un compendio de investigaciones revelando, entre otras cosas, que los hijos(as) de hogares rotos o monoparentales tienen el doble de probabilidades de experimentar problemas psiquiátricos severos, alcoholismo y suicidio.
1. Igualmente que tienen un 22 por ciento de probabilidades de enfermarse versus 11 por ciento de los criados por sus madres y padres biológicos.
2. De 3 a 8 por ciento mayores probabilidades de sufrir violencia doméstica o caer en la criminalidad.
3. Una mayor incidencia de embarazos precoces. Adolecen, además, de menor rendimiento académico y mayores tasas de deserción o repetición de grado.
4. Por el contrario un estudio de once países industrializados detectó que los niños que vivían con sus padres y madres biológicas tenían superior rendimiento en matemáticas y ciencias.
5. Así como mayor estabilidad emocional y aptitudes sociales. Las estadísticas económicas comprueban asimismo cómo la inestabilidad familiar empobrece. Lenore J. Weitzman. En su libro La Revolución del Divorcio (1985) descubrió que, en Estados Unidos, tras un año del divorcio los hombres experimentaban un 42 por ciento de aumento en su nivel de vida, mientras que las mujeres sufrían una merma del 73 por ciento. Peor aún: el ingreso de las abandonadas o divorciadas con niños menores de seis años, era un tercio del devengado por familias unidas.
6. Un reciente estudio de Harvard reveló que el factor que más impide la movilidad ascendente de los niños es vivir con un solo progenitor.
7. Con respecto a las diferencias de ingresos entre matrimonios y las uniones libres, la American Academy of Pediatrics, reveló en el 2000 que el ingreso medio de estos era el 47 por ciento del correspondiente a las parejas casadas.
8. Un libro The Ring Makes all the Diference (Stanton, 2011) muestra asimismo con datos rigurosamente comprobados, como estas últimas gozan de mayores ingresos promedio, al igual que de mejor salud, longevidad, estado emocional y felicidad general.
9. Para terminar, un dato sobre violencia doméstica: En Estados Unidos, de 1979 a 1987, 57,000 mujeres fueron agredidas por sus maridos. Pero en ese mismo lapso 200,000 lo fueron por sus compañeros. Aterrizando estas realidades a la sociedad nicaragüense nos encontramos con un hecho aterrador: que sólo una cuarta parte de sus pobladores han sido criados por sus padres y madres biológicos. Este dato fue resultado de una encuesta que realicé para el Banco Central. (Belli, Familia y Fecundidad, 1975) No conozco datos posteriores, pero no creo que la situación haya mejorado.
Igualmente es un hecho que la inmensa mayoría de los nicaragüenses no se casan, sino que se juntan en uniones usualmente inestables, y que el abandono paterno afecta a más de la mitad de los hogares. Las implicaciones sociales de este fenómeno son enormes: produce y perpetúa pobreza, y hace que la mayor parte de nuestra juventud tengan grandes desventajas cognitivas, emocionales y éticas. En términos económicos contribuye a crear una población de baja productividad. Representa también un obstáculo para tener una sociedad democrática, dado que esta necesita de una ciudadanía con un mínimo de ética y valores ciudadanos. ¿Y dónde se van a fraguar estos si no es en la familia? Es en ella, y no en la escuela, donde los ejemplos de los padres forman los valores y actitudes más duraderas de sus hijos.
Es pues un deber hacia las nuevas generaciones, y un imperativo para combatir la pobreza y construir una sociedad mejor, fortalecer la familia monogámica y estable. En la próxima entrega plantearé políticas públicas que podrían lograrlo.
El autor es sociólogo e historiador.
Notas. Jeynes 2000. 2. CDC, Center for Disease Control 2005, 3. Amato 1991, 4 Jeynes o.p. 5. Jeynes o.p. 6. Weitzman 1985, 7. Chetty R., et. Al 2014, 8. American Academy of Pediatrics 2000, 9. Stanton 2001, 10. Belli 1975.