La oposición tiene un vacío: la falta de propuestas concretas para construir la Nicaragua post Ortega. Aunque hay partidos que tienen engavetados algunos planes de gobierno, hasta la fecha ninguna de los distintas plataformas, conglomerados o grupos de oposición, ha hecho explícitos los suyos. Es cierto que todos proclaman el retorno a la democracia, o sus afinidades con algunas ideologías, como la liberal o la social democracia, pero usualmente se quedan a un nivel de principios generales y abstractos.
Posiblemente se deba a que muchos consideran que todavía no ha llegado el momento de plantear o discutir planes concretos, alegando que la tarea inmediata es unir en un puño a quienes luchan contra la dictadura sin reparar en lo que piensan. Pero no podemos llegar al día D, con las manos vacías. Para entonces debemos haber rumiado las distintas opciones y tener propuestas bien pensadas. El pueblo espera más que proclamas retóricas sobre libertad, justicia y democracia. Quiere ver medidas cercanas a su realidad que respondan a sus anhelos más sentidos.
Comencemos pues esta búsqueda del camino adecuado preguntándonos primero, ¿qué es lo que en el fondo más anhela el común de los nicaragüenses? Es arriesgado o pretencioso, para quienes tenemos el sustento relativamente asegurado responderlo. Pero me atrevería a decir que lo primero que busca no es ni democracia ni libertad. Entiéndase bien: no es que crea que no le importen esos elementos tan valiosos, sino que antes tienen prioridades más urgentes.
Creo que la primera es salir de la pobreza; tener trabajos o actividades que le produzcan ingresos suficientes para tener un nivel de vida digno y asegurar para sus hijos mayores oportunidades de ascenso. Después podemos enumerar otras: vivir en paz; en una sociedad estable, sin sobresaltos o terremotos políticos, y donde la paz no sea producto de las bayonetas sino de la armonía y el acuerdo mutuo. Otra: ser respetados. Esto se le vulnera cuando se viola la amplia gama de sus derechos; cuando se le trata como cosas, cuando no se le atiende bien en un hospital ni se escuchan sus reclamos, cuando se le obliga a inclinarse ante el poderoso. Aquí podríamos incluir un anhelo muy poco reconocido: el de los millones de madres nicaragüenses, victimas del flagelo del abandono paterno, que desearían un hogar más estable.
El tema del respeto nos puede llevar a otros anhelos derivados que, aunque quizás no sean expresamente reconocidos, están allí, como la libertad; porque sólo se respeta al individuo cuando este puede expresar, sin miedo a ser despedido o perseguido, sus creencias o preferencias, y cuando puede moverse y asociarse, comprar y vender, hacer o no hacer, sin interferencias del estado. Pudiendo añadirse también la democracia, porque solo ella respeta el derecho del individuo a elegir sus gobernantes.
El problema con estos últimos conceptos es que no resuenan tanto en la psiquis popular. Muchos, abrumados por la urgencia de procurar el pan de cada día, no ven claramente su vinculación con su anhelo primario de salir de la pobreza. Hay que hacer ver entonces porqué son importantes; porqué la libertad de empresas, y no las dádivas del Estado, es el camino para mejorar sus ingresos; cómo entre más inversiones vengan mejor futuro tendrá, etc.
Igual hay que explicar por qué la democracia es el sistema que mejor asegura la paz y sus derechos. Explicarles como el estado de derecho es indispensable para las inversiones que lo sacarán de la pobreza. Concluyendo: la oposición debe tener como punto de partida programático la superación de la pobreza y explicar cómo los otros valores son necesarios para lograrlo. Esto implica que el próximo paso deba ser estudiar las políticas o prácticas que han sido más efectivas para volver a poblaciones miserables en poblaciones prósperas. Hacer este esfuerzo será un gran servicio para los desheredados y marginados del país.
El autor es sociólogo e historiador. Exministro de Educación.