LA PRENSA informó el fin de semana pasado que una encuesta sobre Nicaragua de CID-Gallup para Barómetro de las Américas, ha revelado “el clima de desesperanza y miedo que se vive en el país…” Según la información, “más del 60 por ciento de los nicaragüenses tienen temor a hablar de política en el país”. Y el 37 por ciento de los entrevistados son absolutamente pesimistas ante la realidad nacional y no ven ninguna posibilidad de cambio.
Sin embargo, los datos de dicha encuesta también se pueden ver desde una perspectiva positiva. Por ejemplo y en primer lugar, el mismo dato de que el 37 por ciento de los ciudadanos tiene una actitud pesimista y desesperanzada, visto al revés indica que el 63 por ciento, o sea dos tercios de los nicaragüenses, sí tienen esperanza en la posibilidad de un cambio positivo.
Ese dato se refuerza con el de que la cuestión política es la segunda preocupación principal de la gente, después de la situación económica que es la primera. Y sobre todo es relevante el dato de que el 31 por ciento dice confiar en las elecciones como proceso de cambio y que la Iglesia católica tiene un 60 por ciento de credibilidad y confianza en la población, a pesar de la feroz campaña estatal para desacreditarla y desarraigarla de la conciencia popular.
Igualmente es muy importante el dato de que el 57 por ciento de los encuestados opina que la democracia es la mejor forma de gobierno. Lo cual no se debe a que esos nicaragüenses están confundidos y creen que el régimen actual es democrático, puesto que el 81 por ciento reconoce que no hay libertad de expresión en el país y solo un poco más del 36 por ciento declara estar satisfecho con el gobierno.
Por otra parte, alrededor de un 55 por ciento de los ciudadanos expresan el deseo de participar en manifestaciones pacíficas, si fueran permitidas; y el 36 por ciento, o sea más de un tercio, dijo que apoyaría la participación de la oposición en elecciones libres, competitivas y transparentes.
Haciendo una lectura positiva de los datos mencionados, podemos decir que existe un gran potencial social para cuando se presente la posibilidad de impulsar el cambio democrático por la vía electoral, como dicen casi todos los líderes opositores que debe ser la transformación política del país.
Es cuestión de ver el vaso medio lleno, no medio vacío, lo cual significa tener la visión de una alternativa positiva de la realidad y no abrumarse por la adversidad; y saber aprovechar las posibilidades que se tengan al alcance en cada momento concreto del proceso político nacional.
Es bien sabido por la experiencia histórica que después de que una rebelión popular masiva como la de 2018 ha sido derrotada, sigue una etapa de cruda represión y un período de dispersión y desesperanza de las masas, incluso de muchos activistas y dirigentes de la oposición democrática.
Pero también al mismo tiempo comienza un proceso de recuperación de fuerzas, de reorganización y recreación de confianza durante el cual se debe aprovechar todas las posibilidades que se presenten. Y no desperdiciar el potencial democrático latente en la ciudadanía que ha revelado la encuesta de CID-Gallup para Barómetro de las Américas.