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Dos años de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania que no termina

Este  24 de febrero se cumplen dos años del comienzo de la guerra de agresión y exterminio de Rusia contra el pueblo de Ucrania. Pero de la guerra que está en curso actualmente, porque ya en marzo de 2014 Rusia se había anexado por la fuerza la península de Crimea, con una extensión territorial de 27,000 kilómetros cuadrados, después de una fulminante operación política y militar que dejó a Occidente con la boca abierta y los brazos cruzados.

La guerra de Rusia contra Ucrania es absolutamente desigual. La superioridad rusa es contundente en todos los ámbitos, tanto el territorial y demográfico como el de la economía y las fuerzas armadas con su diverso equipamiento, terrestre, aéreo y naval. Rusia inclusive es la principal potencia atómica mundial.

Lo sorprendente, y admirable,  es cómo a pesar de la inmensa superioridad de Rusia, Ucrania sigue resistiendo y no ha podido ser vencida después de dos sangrientos y destructivos años de una  guerra de resistencia que continúa.

Es obvio que Ucrania no habría aguantado tanto tiempo y daño material y humano, si no fuese por la ayuda del mundo democrático, en particular de Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, el factor principal que ha determinado la capacidad de resistencia de Ucrania e impedido hasta ahora que Rusia se imponga y logre su objetivo, es la fuerza moral del pueblo y de las tropas ucranianas. La certeza de que están luchando por su patria, su libertad, su democracia, su sobrevivencia y su futuro, mientras que los rusos hacen la guerra por motivos imperialistas, expansionistas y criminales, por un odio patológico a la nación ucraniana.

Sobre el peso decisivo del factor moral en una guerra, el mayor general colombiano Jairo Alfonso Aponte Prieto, máster en relaciones internacionales y en estrategia militar, explica que “los ejércitos son entes animados integrados por dos dimensiones: una material conformada por elementos tangibles tales como los hombres, las armas, los equipos, etc. (…) La segunda es la moral de combate, la cual se basa en el convencimiento del combatiente y su fe por la defensa de una causa y se materializa en el valor individual y en el espíritu de cuerpo de las unidades”.

En los dos años de su guerra de agresión contra Ucrania, Rusia ha conseguido apoderarse de un veinte por ciento del territorio ucraniano, en la parte aledaña a la frontera rusa, sin incluir a Crimea. A ese ritmo se podría decir que el imperialismo ruso necesitaría ocho años más de guerra para conquistar todo el territorio de Ucrania, que inicialmente calculaba lograrlo en apenas unas cuantas semanas.

Pero ante el inevitable cansancio y desangre de Ucrania, Rusia podría lograr su objetivo en poco tiempo a partir de ahora, si los líderes de las potencias democráticas en vez de aumentar su respaldo económico, humanitario y militar a Ucrania, siguen regateando la ayuda y creyendo que solo con sanciones económicas y personales se puede detener la guerra expansionista del imperialismo ruso.

“Lo que puede cambiar el curso de la guerra no son las sanciones, sino el aumento de la potencia de fuego ucraniano…”, escribe el académico ruso y experto en temas de estrategia militar contemporánea, Vladislav Inozemtezev. Y asegura que “ha llegado el momento de reconsiderar drásticamente las políticas occidentales respecto a Rusia y Ucrania. Occidente debería dejar de buscar formas innovadoras de perder su propio dinero y concentrar toda su atención hacia la ayuda militar y económica a Ucrania”.

Lo dice alguien que sabe muy bien de lo que habla. Si los líderes occidentales no lo quieren entender, Ucrania podría perder la guerra más temprano que tarde  y el mundo libre sufrir una derrota de catastróficas e irreparables consecuencias, a manos del más peligroso enemigo actual de la libertad, la democracia y la paz en el mundo, como es el régimen imperialista, guerrerista y agresivo del autócrata ruso Vladímir Putin.  

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