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La ternura de doña Coquito (q.e.p.d.)

Doña Miriam del Socorro Matus Alemán, mejor conocida por su hipocorístico o apelativo cariñoso de “doña Coquito”, falleció el martes 20 de febrero en un hospital de Managua, a los 84 años de edad.

La muerte de doña Coquito ha consternado a la gente democrática de Nicaragua, la que vive dentro del país y la del exilio, el destierro y la diáspora.

No es para menos. Doña Coquito fue una de las figuras humanas más emotivas  y representativas de la rebelión democrática nacional de 2018. Ella como anciana ejemplar, igual que Alvarito Conrado como niño icónico.

La significación histórica de ambas personas ejemplares estuvo vinculada al agua para beber, el líquido vital: Alvarito Conrado fue asesinado el 20 de abril de 2018 por un francotirador del régimen, cuando trataba de llevar agua a los estudiantes que protestaban contra el régimen en una universidad. Mientras que doña Coquito se hizo famosa cuando repartió agua a las personas que también protestaban contra el régimen y estaban en las afueras del Seminario de Fátima, donde se realizaba el primer diálogo nacional de aquella crisis política.

Doña Coquito, una mujer muy humilde y trabajadora, se ganaba la vida vendiendo agua helada en las calles. Pero aquel día, 18 de mayo de 2018, no la vendió sino que la repartió gratuitamente a los sedientos manifestantes opositores, dejando ella de ganar algunos córdobas y más bien perdiendo lo que había invertido para su negocito con cuyo magro beneficio se procuraba sus alimentos.

Se integró a las manifestaciones cívicas multitudinarias que demandaban en las calles libertad y democracia. Su nombre se hizo famoso y su imagen se volvió tan conocida como las de los principales líderes de la oposición. Aquella mujer, anciana y  humilde entre las humildes, se convirtió en un símbolo de las épicas jornadas de lucha que algunos llamaron “la revolución de abril”. La imagen de su rostro fue impresa en las camisetas de muchos manifestantes; Carlos Mejía Godoy compuso una bonita canción sobre ella y no hubo una sola persona nicaragüense interesada en la situación y la suerte de su país, que no la reconociera por su cara y no la identificara por su cariñoso apelativo.

Doña Coquito fue un caso extraordinario e impresionante de una mujer de la mayor edad perteneciente al estrato más humilde de la sociedad, con un escaso nivel de educación formal, pero con una conciencia clara de ciudadanía e inmensas ansias de libertad y democracia.

La vida y la experiencia política de doña Coquito protestando en las calles, encarcelada, exiliada e inclusive repudiada dolorosamente por dos de sus hijos partidarios del régimen, da para escribir un libro que sin duda sería muy ilustrativo, educativo y apasionante. Seguramente alguien lo escribirá.

Nosotros, al deplorar el fallecimiento de doña Coquito nos limitamos a exaltar su ejemplo y a asegurar que ella era una encarnación de la ternura, ese sentimiento característico de las buenas personas que lo dan todo sin esperar ni recibir nada a cambio.

Doña Coquito fue como la anciana pobre de la Parábola de la Viuda del Evangelio de San Lucas, que dio como donativo para el templo de Dios las dos moneditas que eran lo único que tenía, toda su “riqueza”. Y entonces, al verlo Jesús dijo a sus discípulos: “En verdad os digo que esta pobre viuda ha dado más que todos. Porque todos dan a Dios  de lo que les sobra, en cambio ella dio lo que tenía para vivir”.

Así era doña Coquito: ejemplar inspiradora e inolvidable. Que descanse en paz y brille para ella la luz perpetua.

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