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De traición en traición

Traición

Daniel Ortega llegó a donde está y se convirtió en lo que es porque estuvo dispuesto a traicionar a todo aquel que pudo o necesitó. No destacó como combatiente. De hecho, nunca ha estado en riesgo su vida ni ha sido herido en combate alguno. La razón es simple: siempre ha evitado exponerse. Tampoco ha brillado por su inteligencia, ni ha sido el más guapo del barrio. Su principal herramienta para triunfar en la vida ha sido la traición. Ha traicionado a amigos, a compañeros de lucha, a familiares, a cómplices de sus perrerías y a aliados. A todos.

Boy Scouts

Ortega fue Boy Scouts. En mayo de 2017 presumió de su pasado Scout, contó anécdotas, dio consejos a los jóvenes Scouts que lo escuchaban, y renovó solemnemente su juramento como Boy Scout. “Por mi honor prometo hacer todo cuanto de mí dependa, amar a Dios, servir a mi país, trabajar por la paz, y vivir fielmente la Ley Scout”, juró junto a Rosario Murillo, de quien se dijo fue “Guía Scout”. Hace apenas unos días apuñaló a los Scouts. Los prohibió y confiscó sus bienes.

Monaguillo

Daniel Ortega también fue monaguillo de la Iglesia católica. Estudió en colegios religiosos y fue becado en el Seminario Santa Tecla, de El Salvador. Tan devoto era y tan integrado estaba con la Iglesia católica que hasta pensó ser sacerdote. Hoy por hoy es el peor represor que ha tenido la Iglesia católica de Nicaragua. Nadie lo supera. Desde los tiempos de Nerón, pocas veces se había visto tanta saña. Otra traición a quienes en su momento lo acogieron.

Carlos Guadamuz

Carlos Guadamuz fue el mejor amigo de Daniel Ortega. Su amigo del alma. “Amigos de sangre”, solía decir Guadamuz. Se conocieron de niños en el barrio. Este hombre mantuvo una fidelidad perruna hacia Ortega. Fue su cómplice en muchas de sus fechorías, y cuando quiso volar con alas propias, Daniel Ortega se fue contra él. Lo tiró a la calle y lo humilló. Al final, un matón sandinista lo tiroteó. Daniel Ortega celebró su asesinato.

Hugo Torres

Hugo Torres se jugó la vida para sacar a Daniel Ortega y a otros 13 presos sandinistas de las cárceles somocistas. Las posibilidades de morir en esos secuestros son altísimas. Somoza bien pudo hacer como Belisario Betancur cuando, en 1985, guerrilleros colombianos del M-19 secuestraron a magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Betancur ordenó una intervención militar y murieron todos: secuestradores y rehenes. Ortega debió vivir agradecido con Torres y resto de guerrilleros que lo sacaron de la cárcel a riesgo de su propia vida. Pero no. Cuando tuvo poder, Ortega echó preso a Hugo Torres, y murió ahí, como rehén de quien una vez salvó.

Arnoldo Alemán

Daniel Ortega nunca hubiese llegado a donde está sin la escalera que le puso Arnoldo Alemán. Fue un pacto de secuaces. Dame que te doy. Hasta los peores criminales tienen un mínimo código de honor para los de similar calaña. Ortega no respetó ninguno y, tan pronto pudo, se le fue a la garganta al Alemán que lo sacó del hoyo donde estaba. Lo despojó de poder, lo echó preso y lo chantajeó para sacarle toda la “manteca” posible. El otrora poderoso Arnoldo Alemán quedó convertido en una piltrafa política. Una alianza criminal que le salió cara.

Infierno

Su rastro de traiciones es inmenso. Tantas personas que bien le sirvieron y terminaron siendo sus víctimas: Sergio Ramírez, Dora María Téllez, su propio hermano; Teódulo Murillo, su suegro, al que confiscó; Rafael Solís, Alba Luz Ramos… Nadie está seguro a la par de Ortega, por muy cercano que se considere ahora mismo. Ni siquiera Rosario Murillo está a salvo de que Ortega la apuñale por la espalda cuando sea necesario. Cuando Daniel Ortega llegue al infierno el mismo Diablo lo recibirá con cautela. Tiene muchas razones para ello. Es el rey de la traición. No muy seguido llegan ahí tipos que lo superen en maldades.

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