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Venezuela ante los caminos electorales de Nicaragua

La campaña política del candidato presidencial de la oposición unida de Venezuela, Edmundo González Urrutia, comenzó el jueves 25 de abril. Y fue inaugurada por la carismática líder opositora María Corina Machado, a quien por su inmensa popularidad el régimen se negó a inscribir su candidatura.

González Urrutia es un diplomático prestigioso pero sin trayectoria política. Sin embargo él representará a todos los venezolanos que ansían la libertad y la democracia, en las elecciones presidenciales del 28 de julio en las que se enfrentará al presidente autoritario Nicolás Maduro, que quiere reelegirse para seguir detentando el poder.

El anhelo de cambio democrático del pueblo venezolano es tan grande, que en la primera encuesta sobre expectativa de voto realizada por una encuestadora independiente, el candidato opositor marcó 45.8 por ciento mientras que Maduro solo 21.6 por ciento.

Pero Venezuela no es un país con democracia y por lo tanto la situación electoral no es normal. Maduro aceptó contra su voluntad la inscripción de la candidatura unitaria de la oposición, pero antes había advertido que seguirá en el poder “por las buenas o por las malas”.

En realidad, nadie puede asegurar  que las elecciones del 28 de julio serán justas y limpias, ni que en el caso de que las gane la oposición el régimen respetará el resultado. Sin embargo, la situación interna y externa del régimen es muy precaria y Maduro no solo se ha visto obligado a aceptar la participación del candidato de la oposición unida, sino que ha anunciado que permitirá la observación electoral del Centro Carter y de una comisión técnica de las Naciones Unidas. Esto después de que apenas en febrero pasado expulsó del país a la representación del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

El reconocido analista político español Carlos Malamud, después de hacer un concienzudo análisis de la coyuntura política venezolana concluye con incertidumbre que “todo es posible, los escenarios van desde una intensificación de la represión, en una deriva ´nicaragüense´, hasta la posible aceptación del resultado en caso de una eventual derrota”.

La “deriva nicaragüense” se refiere a lo ocurrido en 2021, cuando Daniel Ortega prohibió los partidos de oposición, encarceló a todos los precandidatos presidenciales opositores,  desató la represión total y se reeligió una vez más en unas elecciones ilegítimas.

Pero Nicaragua ofrece también la experiencia de otro camino electoral. El de 1990, cuando los comandantes de la dictadura sandinista creían que ganarían las elecciones y permitieron unas elecciones aceptables en las que participó la auténtica oposición. El resultado fue que el sandinismo perdió las elecciones, pero aun en contra de su voluntad  reconoció la derrota y el triunfo de la oposición.

Según Malamud, de momento no es posible prever qué camino escogerá finalmente el régimen venezolano, si el de la represión total o el de la aceptación de la derrota ante la oposición. Aunque dice que por las medidas que ha adoptado el régimen venezolano contra la oposición, “la lógica nos sitúa más cerca del primer escenario”, o sea de la represión absoluta y un fraude electoral para imponer la reelección de Maduro.

Ante esa incertidumbre, el presidente izquierdista, pero democrático de Colombia, Gustavo Petro, ha propuesto que junto con la elección presidencial en un plebiscito se aprueben las garantías necesarias para dar confianza al que pierda, sea la oposición o el régimen.

Una propuesta interesante que María Corina Machado ha declarado que vale la pena considerarla.

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