Beiker Molina, el nicaragüense que tatuó el rostro de Sheynnis Palacios a otro nica

Beiker Bayardo Molina Acuña mientras tatúa el rostro de Sheynnis Palacios

Beiker Bayardo Molina Acuña, de 31 años, nunca se imaginó que lo que comenzaría como un pasatiempo sería la forma de trabajo que le permitiría mantener a su familia. Nació en la ciudad de Estelí, el 16 de noviembre de 1992, y su pasión por el arte lo ha llevado a ser una persona viral en redes sociales. El 21 de noviembre tatuó el rostro de Sheynnis Palacios, la primera nicaragüense en ser coronada en Miss Universo.

En entrevista con LA PRENSA contó que tras la coronación de Palacios realizó una publicación en redes sociales donde preguntaba: “¿a quién le gustaría tatuarse el rostro de Miss Universo?” y la persona que estuviera interesado que le escribiera.

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“Cómo todo nicaragüense me volví loco cuando vi a Sheynnis ganar, estábamos viendo el certamen en una sola gritadera, y le dije a mi esposa que a mí me gustaría tatuar a Sheynnis. Le dije ‘voy a escribir algo en redes a ver si algún nica se anima’. Lo publiqué en la noche y al siguiente día ya tenía el cliente. Me escribieron en Messenger, y uno de ellos fue Erick Cáceres Meléndez y me dijo que él se lo iba hacer, lo cité y vino el 21 de noviembre, aquí a mi estudio en Las Vegas”, aseveró.

“Lo hice gratis por amor al arte”

El tatuaje del rostro le llevó 11 horas y el costo del mismo —si le hubiera tocado cobrar— habría tenido un valor de aproximadamente 3,000 dólares debido a que lo hizo con la técnica hiperrealismo en full color. Molina Acuña fue el encargado de elegir la fotografía de la Miss Universo y Erick su lienzo.

“Lo hice gratis por amor al arte”, compartió y afirmó que el tatuaje fue “para reconocer el logro tan grandísimo que ha hecho Sheynnis, primero ganó Miss Nicaragua y después Miss Universo, es una hazaña transcendental, porque nosotros los nicaragüenses queríamos esa corona desde hace mucho tiempo”.

El rostro de Sheynnis tatuado en la pierna del nica Erick Cáceres Meléndez. LA PRENSA / Cortesía

También comentó que lo realizó en honor a los artistas de Estelí, Kevin Laguna Guevara y Oscar Danilo Parrilla Blandón, de nombres artísticos son Vink Art y Torch Místico, a quienes la dictadura de Daniel Ortega les impidió pintar un mural en un muro de esa ciudad.

“A esos dos muchachos los sigo en redes sociales, veo sus trabajos y los conozco, me pareció injusto que los censurara simplemente por hacer el tributo a Miss Universo, y dije voy a hacer el mío y aquí nadie me frena. De hecho la gente estaba comentando en TikTok que ojalá no me echaran preso porque creían que estaba en Nicaragua”, subrayó.

Molina Acuña sabe que la actual Miss Universo vivirá un año en EE. UU. y espera en algún momento poder conocerla. “No la conozco, pero primeramente Dios me gustaría conocerla y preguntarle ¿qué sintió cuando la coronaron como Miss Universo y ver la algarabía que hicimos todos los nicaragüenses?”, mencionó.

La pasión que inició desde niño

Molina Acuña contó a este Diario que nació en una familia disfuncional, lo crió su abuela, debido a que sus padres se separaron cuando él estaba muy pequeño. A su mamá le tocó migrar a Estados Unidos cuando él apenas tenía cuatro años de edad.

“Mi abuela fue la que me crió y desde pequeño siempre había tenido esa habilidad, ese talento por dibujar, querer copiar cualquier imagen y hacer algo autónomo, desde pequeño me la pasaba dibujando en las escuelas, en los cuadernos de la escuela, iba a algún taller de pintura, había una organización que se llama Fundación de apoyo al Arte creador Infantil (Funarte), también fui”, indicó el nicaragüense.

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Fue a los 14 años cuando despertó el amor al arte corporal. Empezó a ver en la televisión programas de tatuajes. “Ahí comencé a ver el trabajo y dije yo, ‘yo puedo hacer eso también’, pero no contaba con los recursos para poder comprar un equipo de tatuaje, mis limitantes era que no podía adquirir el equipo que los tatuadores tenían”, afirmó.

En medio de esas limitaciones el nicaragüense se ingenió cómo crear una máquina mientras ahorraba para comprar una. “Siempre he sido un chavalo inventor y me puse a investigar en YouTube qué podía hacer para crear mi maquina. Por eso recuerdo muy bien que mi primera máquina la hice con material reciclado y así comencé a trabajar, la aguja era con cuerda de guitarra y yo le sacaba a filo a mano, yo la esterilizaba con calor y la mantenía guardadita”, expresó.

Así inició Beiker Molina su estudio con unas repisas que él propio realizó. LA PRENSA / CORTESÍA

Sus amigos y conocidos en Estelí eran sus clientes que “llegaban y me decían ‘dale tatuame’ y yo lo hacía. Todo empezó como un hobbie, nunca me imaginé que me iba a mantener de mi trabajo como tatuador”.

Terminó su secundaria y estudió Economía en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN- Farem Estelí), pero no logró culminar la carrera. Se convirtió en papá a los 20 años y comenzó a buscar trabajo para mantener a su hijo, ahí conoció a su actual esposa quién en ese momento le dijo que en la UNAN- Farem habían abierto la carrera de Diseño Gráfico.

“Me fui a matricular y clasifiqué, y comencé a estudiar pero siempre lo hice por obtener un título, pero siempre me vagaba en la cabeza la idea de tatuar, siempre hacía una que otro tatuaje”, refirió.

Su estudio en Estelí

Posterior se casó y su esposa salió embarazada, él estaba estudiando y no tenía trabajo por lo que tuvo que dejar la universidad para buscar trabajo para mantener a su familia.

“No sabía qué hacer, y entonces fui a una empresa de Estelí que es reconocida porque apoya mucho el arte. Tenía como 1,100 córdobas, me fui a comprar materiales para hacer un cuadro, oleo, lienzo, e hice un cuadro de un señor fumándose un tabaco, y lo llevé para buscar trabajo. Llevaba fresca la pintura, ya había gastado los 1,000 córdobas que tenía, hablé con una persona, le enseñé el cuadro y me dice ‘ahí te vamos a llamar’ y no me da el cuadro, por pena no le dije nada, y me fui, y a la fecha sigo esperando el trabajo”, recordó entre risas.

En la parte de abajo, Beiker Molina aparece cuando comenzó su estudio en Estelí, y en la parte de arriba cuando lo logró acondicionar. LA PRENSA / Cortesía

Ante la falta de empleo, su esposa le dijo que intentara poner en práctica su arte, y con el apoyo de su familia se animó a poner su estudio en Estelí llamado ‘Valhalla tattoo ink’.

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“Le puse ese nombre porque me encanta mucho la mitología nórdica. Comencé mi estudio pequeño, con una camilla, con una repisa que yo mismo hice y con una lampara remendada y las cosas fueron surgiendo bien, la gente fue conociendo mi trabajo y le encantó y me dio la oportunidad de poner en una mejor posición mi estudio en el centro de Estelí, fui teniendo una gran afluencia de clientes”, describió.

Sufrió persecución y se exilió en EE.UU.

Molina Acuña comentó que a raíz del estallido de la crisis sociopolítica, se involucró en las protestas antigubernamentales que lo convirtieron en un perseguido político. De hecho, mencionó que era amigo de Franco Valdivia, asesinado el 20 de abril de 2018.

“Me puse a protestar, a mí se me había olvidado que en Estelí era medio conocido y me vieron en la protesta. Yo era amigo de infancia de Franco Valdivia, y el día que lo asesinaron yo andaba con él, cuando comenzaron a dispararnos ahí por catedral (de Estelí), todo mundo se dispersa y al rato me doy cuenta que habían matado a Franco, amigos del hospital me comenzaron a mandar fotos de las personas que habían asesinado para que alguien los reconociera, y justamente me mandaron una foto de Franco. Yo lo reconozco porque es mi amigo, y porque le había hecho tatuaje en el pecho y en el brazo”, contó el nicaragüense.

Tras su participación comenzó a recibir amenazas, tanto personales como a su familia, “me mandaban a decir que tenía una hermosa familia para andar protestando, pusieron mensajes en la puerta del estudio, era tanto el acaso que me tocó bajar el perfil y cerrar”.

Beiker Molina, es originario de Estelí. LA PRENSA / Cortesía

Al haber cerrado su estudio se vio en la necesidad de migrar de manera irregular hacia Estados Unidos. Salió de Estelí el 6 de octubre de 2021 y su travesía, atravesando países y ciudades peligrosas, duró 21 días. Le tocó pagar un coyote que le cobró 6,500 dólares, que parte le dio su familia y él prestó una parte.

“Me vine mojado, una odisea ese camino, una barbaridad, casi me matan en México, me secuestraron tres días, solo nos tenían en un garaje sin techo y en condiciones precarias. Nos robaron el dinero el día que nos secuestraron, ni siquiera sabíamos que estábamos secuestrados hasta que notamos que el guía y el coyote ya no estaba con nosotros. No nos dejaban salir del lugar, y ahí cuando nos dimos cuenta, los secuestradores se pusieron agresivos y nos dicen ‘si alguien se quiere pasar de vivo, le vamos a dar un plomazo'”, relató.

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De ahí, señaló que los secuestradores se pusieron en contacto con el coyote y el guía para pedirle dinero y los liberaron. Luego estuvo preso en un centro de detención de EE. UU. durante 9 días, ahí le hicieron la entrevista de miedo creíble. “Me liberaron y me mandaron a un albergue donde me comuniqué con mi hermana mayor a quien no miraba desde hace 15 años. Estaba pidiéndole a Dios que no me dejaran preso el día de mi cumpleaños, y gracias a Dios pasé mi cumpleaños con mi familia”, recordó.

Empezó de cero en EE. UU.

En ese momento, también volvió a ver a su mamá tras más de 25 años separados. Trabajó en construcción, donde casi se daña los dedos con un martillo, por lo que empezó a tatuar en EE.UU.

“Volví de aguerrido y ocupé lo poquito que me gané, llamé a mi esposa y le dije que iba a mandar poco, porque iba a comprar materiales para comenzar a trabajar, le pedí que si me podía mandar la máquina, me la mandó para poner mi changarrito”, puntualizó y añadió que ante la falta de licencia para comprar materiales para tatuar, Molina Acuña le tocó visitar un estudio donde realizaban tatuajes en EE. UU. ahí al ver sus obras le ofrecieron trabajo.

“Me dijeron no te podemos vender material, aunque me ofrecieron trabajo donde estuve cuatro meses, me salí de ahí porque me estaba llegando tanto trabajo y yo le tenía que pagar al jefe 45 por ciento por cada trabajo, solo por el espacio, después me dijo que le tenía pagar más y por eso me fui de ahí, porque estaba entregando casi la mitad de mi trabajo”, manifestó.

Beiker Molina Acuña en las afueras de su estudio. LA PRENSA / CORTESÍA

De ahí pasó por otros dos estudios los que le dejaron un mala experiencia, lo vivido lo empujó a empezar su estudio de inmediato.

“Me animé solo en un cuarto y comencé a darle en las redes sociales, y ahora gracias a Dios tengo cliente en casi todos los Estados de este país. Tengo una oficina, porque no puedo abrirla directamente al público aún porque me falta un par de gestiones, yo tengo mi licencia, solo me faltan unos permisos, si Dios lo permite el año que vine arrancamos con todo”, refirió Molina Acuña.

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