14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Hacia una relectura electoral de la UNO

Se viene diciendo sociológicamente que en Nicaragua cada 40 o 50 años se producen cambios políticos drásticos que intentan socavar lo hecho por administraciones anteriores. Cierto o no, los acontecimientos más grandes de la década de los 80 a la actualidad son la llegada armada por los sandinistas en 1979  tras la caída presidencial del último gobierno de los  Somoza y la subsiguiente salida por medio de los votos, del partido de Daniel Ortega en 1990 con la victoria cívica electoral de doña Violeta Barrios de Chamorro. 

Comparando esas dos fechas, la de 1979 y de 1990, independientemente de los juicios pasionarios de cada quien, paradigmáticamente tiene un mayor peso histórico y de desarrollo económico la segunda, diga lo que diga el marxismo cultural y sus batallones armados de cantatas revolucionarias.  Lo que sucede es que esa misma llamada revolución infiltró, se tragó y pervirtió a muchos de los  líderes de ese hermoso proceso de transición democrática, incluso desde 1989, antes de la victoria de la Unión Nacional Opositora (UNO), con la señora Chamorro y el doctor Virgilio Godoy como fórmula vencedora.  Moisés Hassan, un viejo dirigente político, ha dicho que desde 1989 ya había un pacto entre dirigentes de esa coalición y los sandinistas.

Y, al igual que la lucha justa de la contrarrevolución armada, ese gobierno transicionista no gozó de una parafernalia propagandística con tanto bombo y platillo como la protagonizada por los guerrilleros  rojinegros.

Siendo así los vaticinios de la sociología, estaríamos a las puertas, entonces, de un nuevo cambio social, el cual no necesariamente ahora deba producirse bajo el hedor guerrero y la  violencia estúpida,  que tanta sangre derrama sobre todo de inocentes ante la tozudez de las partes dirigenciales antagónicas para llegar o mantenerse en  el poder. Rituales primitivos, salvajes aún.

La revolución sandinista en sí misma no representa un cambio cultural y social importante, es cierto que derrumbó el andamiaje del liberalismo capitalista que trajo desarrollo a Nicaragua; más bien marcó un retroceso en todas las corrientes de la vida pública, y sus consecuencias sociales están marcadas más por el despojo económico y la barbarie belicista —una especie de circo romano aplaudida por todo el mundo en una inocentada global solo comparable al desparpajo impune de Fidel Castro, el Che Guevara y sus  tropelías comunistas—, que por una era de paz y prosperidad.

Ese desparpajo social prosiguió con menor frecuencia escénica durante los 16 años de los tres gobiernos de transición, “gobernando desde abajo” hasta posicionarse nuevamente en el 2007 tras el fin de los gobiernos democráticos débiles, cuando se produjo la división del liberalismo al ir divididas las fuerzas de oposición a Ortega.

Ahora, de cara a la búsqueda de una salida a la crisis referida, y de cara a una nueva contienda electoral, surgen, con un efecto convocado por muchas causas, siendo la más importante propiciar un nuevo gobierno democrático mediante un proceso electoral con condiciones y transparencia, la necesidad de activar una nueva oposición política, reforzada, eso sí, con todos los emolumentos de la sociedad civil, para propiciar dignos días de paz y convivencia social armónica, visos de democracia y libertad que no tenemos por ahora.

Todo proceso político electoral bajo una dictadura, una tiranía o un régimen autocrático y nepótico  es difícil de estructurar, pero no imposible. Al final en diversos períodos de la humanidad y más aún ejemplos en el siglo XX así lo demuestran.

Sin embargo, hay que reconocer que ante el comunismo latinoamericano (llámese como se llame pues estamos claros que son capitalistas inmorales quienes regentan esos regímenes desde la propia revolución bolchevique cuando Stalin y Lenin, ya preocupados por el desmesurado fracaso de “su” revolución, se vieron obligados a bajar los impuestos para que los panaderos y el paupérrimo comercio pudieran medio  funcionar), la derecha política y todas las fuerzas de oposición han fracasado. 

En efecto, desde Stalin y Lenin hasta ahora con el gobierno “socialista democrático”  de Honduras con Xiomara Castro y su esposo, el expresidente y depuesto expresidente Mel Zelaya, algo ha andado mal para expulsar a estos depredadores de la política y las finanzas.

No es posible que la tiranía castrista se siga sosteniendo después de casi 65 años de flagelo y cárcel al pueblo cubano, con un país que a diario se desploma no solo ante la asfixiante hambruna sino también ante la vacuna ideológica de un sistema represivo e ineficiente; lo que va para Venezuela, Bolivia y la misma Nicaragua con casi 45 años de desgracia social.

Ese fracaso político no debe seguir siendo en el caso de Nicaragua una triste realidad.  Y para cambiar esta ruta, debe ya surgir la oposición política.  La materia prima, es decir la garantía masiva del voto ahí está, en la base liberal que desde dentro del país viene organizándose, más el sustrato que aporte la  oposición política del exilio y, muy importante, el aporte decisivo de la comunidad internacional.

Se debe retomar lo bueno del proceso de la UNO y desechar lo malo; se deben crear nuevos y muchos partidos políticos, se deben reconciliar y reencontrar individuos, gremios e instituciones para crear esa megaalianza electoral que tenga garra y visión emocional y política para guiar al pueblo a su victoria, a su desexilio y a su tranquilidad social.  

Es el momento de que el empresariado atolondrado, pusilánime y pactista se arrope de sus fuerzas históricas creativas, luminosas y emprendedoras, después de todo ya se dieron cuenta que en sistemas bajo presión y oportunismos chuecos, nada bueno dejan.

Decía el politólogo conservador Emilio Álvarez Montalván, que si bien es cierto doña Violeta no era conservadora plena, “tenía el cacho de los Chamorro” (expresión genuina de la idiosincrasia política pinolera), al haber sido casada con alguien proveniente de esa familia, el mártir Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, lo que generaba un balance con estructura de las paralelas históricas en el gobierno de la UNO, más otras fuerzas.  

Ahora en este nuevo contexto las compuertas se abren o deben abrirse para llevarle tranquilidad a nuestro pueblo. El liberalism, pero también aquellos otros que desciendan de linaje y trayectoria democrática, son parte de este nuevo reto en aras de salvar a Nicaragua. 

El autor es escritor y periodista exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional y presidente del partido libero conservador clásico OPA. 

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí