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El fracaso de la oposición financiada

El fracaso de la “oposición desde el exilio” a Daniel Ortega es más que evidente, por donde se le busquen fuerzas surgen más guetos divisionistas. Las declaraciones del activista Félix Maradiaga criticando —con razón o no, lo que da pie a otra lectura—, a sus más cercanos compañeros  de lucha y quejándose de muchos tropiezos según él, filtradas a un medio de comunicación y luego presentadas al escarnio público mediante redes sociales, es lamentable y solo abona a más desunión, deconstruyendo un proyecto alterno necesario en este contexto de acrecentamiento de la represión. 

Estos puntos de vista llevan a varias narrativas, la primera que es un hecho incuestionable la división a lo interno de la llamada oposición con sus pueriles comportamientos; segundo, el descontento en aquellos  que han creído, ilusamente, que estas agrupaciones de “sociedad civil” sacarán a Ortega del poder y tercero, el fiasco del que ya se viene dando cuenta la comunidad donante de que el financiamiento a estas organizaciones no ha servido para mayor cosa.  Fondos de contribuyentes de sus propios países, claro está.

La política pura no es un asunto de prebendas monetarias  ni de acciones mercantiles.  Desde ahí radica uno de los fracasos de esta llamada oposición, la cual ha demostrado ser más colmilluda que la propia clase política corrupta a la que critican, llámese liberal o sandinista. 

En sus  declaraciones, Maradiaga  dice claramente que ya hay señalamientos “al  más alto nivel” de tomar nuevos rumbos ante esta debacle. Claro, él no dice quiénes son esas instancias del más alto nivel aunque la sabiduría popular supone que se trata de los donantes referidos, sobre todo de Estados Unidos, de esos que han soltado millones de dólares que han servido para pagos de muchas facturas, pero ninguna que se haya concentrado en un debate propositivo de capacitación e incidencia política ciudadana desde las reglas de la Cooperación Internacional y los programas de beneficencia democrática y fortalecimiento institucional.  Más bien y desde el año 2007 lo que ha ocurrido es una serie de especulaciones de gente proveniente de muchos sectores, argumentando que dicho dinero ha servido únicamente para pagar boletos aéreos, turismo de plataformas, cuentas de hoteles y hasta enriquecimiento ilícito de muchos de los que conforman esa “oposición” para maquillar e ilustrar liderazgos que ellos en realidad no poseen.  

Decir que ya hay recomendaciones para “bajarle el gas”, o sea declinar sobre la base de cómo se ha estado actuando de parte de quienes se supone los han financiado, es un indicativo muy delicado, pero viable y oportuno, pues nadie en sus cinco sentidos vota fácilmente el dinero. Decir incluso que las recomendaciones llegan ya a un nivel en el que les hace ver que deben cuidar sus cierres financieros y familiares, es peor. En otras palabras les están diciendo que vayan a trabajar y llevar las cosas desde un rumbo distinto, a ganarse la vida con el fruto de sus propios sudores.

La lucha actual  contra un sistema socialista viciado como el de Daniel Ortega, con picaportes capitalistas, pero también sucios en los que a la propia clase empresarial tiene atemorizadamente silenciada, debió haber sido desde un inicio bajo otros ejes, desde una lucha política partidaria interna y externa,  pero en cierta medida la llamada sociedad civil opositora pretendió ir adquiriendo ese papel y ahora se están pagando las consecuencias, con una oposición financiada, despedazada, desunida, mantenida y en la que afloran entre ellos hasta diferencias de clase por apellidos o por falta de recursos personales en algunos de sus miembros.  

Los liderazgos no se miden por tender “alfombras rojas” o por recoger a un aliado o un amigo  en un aeropuerto. Los liderazgos más bien crecen sobre el lomo de las adversidades. Es por eso que no existe comparación ninguna entre los opositores de los 80, con la que así se autoconsidera ahora.  En aquel tiempo hubo desde empresarios patriotas presos como Gilberto Cuadra, Benjamín Lanzas o el propio expresidente Enrique Bolaños; políticos expertos como Virgilio Godoy, hasta una guerra armada, la de la Contra y una oposición política partidaria interna, con contradicciones, pero desde el terreno y  acompañada, eso sí, de diversas instituciones gremiales, sindicatos y otras.  

El panorama actual ahora es totalmente diferente, y solo queda, tras estos cuestionados liderazgos financiados, volver a las tentativas de un ético y transparente diálogo político y al fortalecimiento de la oposición interna con el liberalismo base a la cabeza, el liberalismo que esa misma “oposición” ha subestimado para fortalecerlo y volverlo una opción real y alcanzar juntos la democracia en unas próximas elecciones. Se ha perdido una batalla, no la guerra, seguimos de pie quienes por esas razones hemos sido siempre críticos del derroche de la falsa oposición  y de una  unidad en torno a líderes con pies de barro. Es hora de darle vuelta al timón.

El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional y presidente del Partido Accionario Libero Conservador (OPA).

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