El calor a las 12:00 del mediodía es insoportable, son borbotones de sudor los que caen por el cuerpo. El ambiente es de incertidumbre y el olor que penetra en las fosas nasales es a rancio, a humedad. El color de paredes, verde musgo, combinado con algunas manchas rojas deprime a simple vista a quienes residen dentro de ella.
Así describen la celda número cinco de la cárcel para mujeres La Esperanza, ubicada en Tipitapa. Entre las que han pasado por estas celdas se encuentran las mujeres que fueron privadas de libertad y liberadas por la Ley de Amnistía.
Entre estas mujeres estaba la dirigente política Irlanda Jerez, la cantante soprano Olesia Muñoz y la universitaria Amaya Coppens. Anteriormente esta celda era una más del penal. Tenía siete literas, con un techo alto decorado con cielo raso, dos portones de barrotes; el primero tenía acceso a una pequeña sala donde están los lavanderos para ropa y trastes, equipada con dos baños y dos inodoros; y la que lleva a los dormitorios.
Las presas políticas que estuvieron en la primera etapa de la represión, que estaban divididas entre las celdas cuatro y cinco, hicieron protestas donde lograron abrir los portones, desprender algunas literas y causar daños en las celdas. Por esto, donde estuvo recluida la ex presa política Irlanda Jerez se convirtió en celda de máxima seguridad y de castigo para reas comunes.
Transformaciones
Conserva la misma distribución entre los dormitorios y una pequeña sala. Las autoridades reformaron ambas puertas, la primera que da al espacio con los lavanderos es de madera y completamente sellada. La puerta que da a los dormitorios es “empernada”. Ocupan el mismo diseño que utilizan en la celda de máxima seguridad conocida como “el infiernillo” del Sistema Penitenciario Jorge Navarro, popularmente llamada La Modelo y las celdas de completo aislamiento de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), o Chipote.

Las siete literas fueron soldadas a la pared y las patas fijadas al suelo con cemento, el cielo raso fue remplazado por una malla descrita como “enorme, de un material muy grueso”. Esta celda tiene una ventana en el techo donde se podía abrir y cerrar, pero los controles fueron quitados y la ventana fue sellada con malla. Por lo que a esta celda penetra luz, aunque no mucha, solo cuando el sol está demasiado brillante.
La parte de atrás de la celda da a un patio, desde el interior hay una puerta, pero esta también está completamente sellada con cuatro candados. Uno en la ventana pequeña donde los custodios pueden abrir para comunicarse con las presas, el otro es en el orificio por donde se pasa la comida y dos candados más en la manigueta principal donde se abre y cierra la puerta.
Vigilancia permanente
Las exprivadas de libertad Cinthia Samantha Padilla Jirón y Evelyn Rusia Pinto Centeno, estuvieron recluidas en esta celda siete meses, de los 15 meses que fueron reas de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. En ese período también estuvo la presa política Alejandra Pérez, aunque solo permaneció dos meses, hasta que fue movida a los pabellones de presas comunes.
Estas prisioneras tenían vigilancia las 24 horas del día, a la entrada principal de la celda siempre se encontraban dos custodias, a veces una, pero tenían prohibido entablar conversación con las prisioneras y solo podían cruzar palabras en caso de emergencia.
“Nosotras estamos totalmente selladas. No sabíamos qué pasaba afuera qué ocurría, no había manera de ver el patio a menos que te montaras en el segundo piso de una de las literas, pero teníamos prohibido hacer eso y teníamos afuera de la celda exclusivamente para nosotras dos custodias 24 horas. Si necesitamos algo, tenemos una emergencia, teníamos que llamarla a ella y comunicárselo, pero nosotras a veces pasamos golpeando incluso horas y no llegaban y ellas tenían prohibido cruzar palabras con nosotros más que lo mínimo”, relató la exrea política Samantha Jirón.
Además, el resto de las oficiales de la prisión tenían prohibido cruzar palabras con las reas políticas. Quienes se encargaban de hablar con ellas eran las integrantes de la Dirección de Inteligencia Penitenciaria (DIP), aunque no todas tenían órdenes de encargarse de estas opositoras.
“Nos asignaron a una encargada que llaman contingentes o reeducadores que es la persona como de confianza que pone el alcaide del penal. Si necesitamos ir a la clínica, las paqueterías, las cosas personales de aseo que nos llevaban, ella era el contacto directo con el alcaide”, agregó Jiron.

Exclusión
La Esperanza es vista como un reformatorio por lo que permite que las reas puedan preparar comida y venderla, pueden ir regularmente a la biblioteca, hay cultos tres veces por semana y se celebra misa una vez a la semana, además de otros negocios que fomentan los carceleros a las reas. Una manera de torturar a las opositoras, era excluirlas de cualquier actividad y prohibir a otras reas que trataran de comunicarse con ellas.
Lea además: Familiares de víctimas que dejó la represión de Ortega y Murillo llevan cinco años sin justicia
“Era totalmente prohibido que se acercaran o solo nos hicieran una seña cuando nos sacaban a la clínica o alguna otra cosa. Siempre andábamos de dos a tres custodias que iban al lado nuestro cuidando de que nadie nos dijera nada, se nos acercaran y si alguien nos quería hablar porque siempre pasa, le decían: quitate de aquí, que es prohibido o da la vuelta, si no se metían a problemas”, relató Jirón.
La exclusión continuó aunque estas reas fueron trasladadas de celdas, las movieron a la sección de reas comunes. Jirón recuerda que el día que las iban a cambiar llegaron 15 oficiales mujeres con finalidad de intimidarlas, ella afirmó tener miedo por el cambio porque no lo esperaba y porque ya sabía el trato inhumano que podrían recibir entre las reas comunes.
“Cuando nos mueven ahí se supone que pues tal vez nos van a involucrar más en actividades y en cosas porque estamos ya compartiendo, pero el patio-sol no los daban aparte o no los daban. Había un montón de presas informando con quién hablábamos. Teníamos cosas ilícitas como tijeras, agujas, lo que vos querrás que es ilícito y entonces más bien yo sentí que o sea, pasamos a estar peor”, afirmó.
Estas ex presas políticas fueron deportadas el 9 de febrero y despojadas de su nacionalidad. Hoy recuerdan La Esperanza como una cárcel donde fueron privadas de su libertad y otros derechos, solo por el hecho de pensar diferente al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.