No cabe duda de que el Vaticano y la jerarquía de la Iglesia católica de Nicaragua tienen —o deben tener— y la están aplicando, una estrategia ante la tribulación que sufre la institución eclesial por el acoso del régimen.
El tema es abordado por la revista estadounidense Law & Liberty, en un ensayo del académico venezolano Édgar Beltrán, publicado el miércoles 8 de marzo con el título Las tribulaciones de la iglesia nicaragüense. El autor menciona que “el papa Francisco ha permanecido mayormente en silencio, al igual que la Conferencia Episcopal (de Nicaragua). Algunos creen que hay cierta complicidad en tal silencio. Sin embargo, hay dos explicaciones más probables…
“Primero, después de que Ortega expulsó al nuncio apostólico (Waldemar Sommertag, en marzo de 2022) los obispos se convirtieron en los únicos representantes del Vaticano en el país. Por lo tanto, juegan el papel de negociadores en nombre del Papa… En segundo lugar, simplemente temen que decir demasiado conduzca a una persecución aún mayor contra la Iglesia y, por lo tanto, deje a los fieles sin sacerdotes y obispos que los guíen en la fe. Sin embargo, el silencio no ha disminuido la persecución contra la Iglesia”.
Por ese silencio, tanto el Vaticano como la Conferencia Episcopal han recibido —y siguen recibiendo— fuertes críticas públicas de adversarios del régimen. Casi nadie se atreve a defenderlos ni reconoce que por su propia naturaleza la Iglesia católica no puede reaccionar como los partidos políticos y los movimientos sociales. Ni que tiene derecho de formular su propia estrategia, de acuerdo con sus intereses, principios y valores.
Para entender la estrategia de la Iglesia católica valdría la pena reflexionar acerca de lo que dijo el representante del Vaticano en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU), monseñor Fortunatus Nwachukwu, a una periodista del medio nicaragüense 100% Noticias.
Nwachukwu, quien fuera nuncio apostólico en Managua en los años de 2013 a 2018, dijo en Ginebra, Suiza, después de la presentación del informe del Grupo de Expertos Internacionales sobre la situación de los derechos humanos en Nicaragua, que “el papa Francisco insta a la apertura de los corazones de los líderes políticos y todos los ciudadanos en la búsqueda sincera de la paz que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor”.
Sobre el caso del obispo Rolando Álvarez, quien ha sido condenado a 26 años de prisión y supuestamente está encerrado en la cárcel de Tipitapa, el diplomático de la Santa Sede dijo a la periodista: “Estoy muy, muy triste por lo que pasa a monseñor Rolando y lo que pasa en Nicaragua. Conozco el país, he trabajado en Nicaragua durante cinco años con todos los lados, con el pueblo nicaragüense, con la Iglesia y también con el Gobierno. Lo que sucede (actualmente) es como si yo no reconociera más la Nicaragua que tanto yo amé y amo”. Y agregó que el Vaticano “está haciendo algo” para lograr la libertad del martirizado obispo de Matagalpa.
Por supuesto que ese “algo” no se ve, pero debe ser cierto que el Vaticano hace gestiones por la libertad de monseñor Álvarez y el cese de la represión contra la Iglesia católica de Nicaragua. Sin embargo, como se dice en el ensayo publicado por la revista Law & Liberty, “nada indica que la situación vaya a mejorar en el futuro previsible”.
Y concluye citando al obispo de Matagalpa que cuando estaba encerrado en la Curia Episcopal de esa ciudad, en agosto del año pasado, dijo que “aunque parezca que el camino se ve oscuro y tenebroso, Dios es el rey del universo, y todo lo que el Señor permite, como dice San Pablo, sucede para el bien de los que aman al Señor”.