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Por qué lucha Ucrania y por qué debemos apoyarla

Hace hoy un año, Rusia emprendió una agresión militar contra uno de sus vecinos, un Estado independiente, soberano y pacífico, a una escala sin precedentes en la historia reciente del viejo continente, pero que también recuerda sus horas más oscuras. Bajo el pretexto de una “operación militar especial”, que no tiene otro nombre que el de guerra colonial e imperialista, el régimen de Moscú, dirigido por nostálgicos —como reconoce el propio Vladímir Putin— de la época en que la Rusia Soviética gobernaba sobre Estados vasallos, ha lanzado cientos de miles de soldados contra un pueblo deseoso de emprender el camino de la democracia, el desarrollo y la modernidad.

Nadie se engaña cuando Rusia, sus dirigentes y sus representantes más serviles sirven al mundo la fábula de una supuesta “amenaza nazi” apoyada por la Europa libre y sus aliados, cuando en realidad es gracias a la lucha contra los totalitarismos nacional-socialista y comunista que nuestras sociedades democráticas se han construido y han logrado vivir en paz. Bajo el gobierno cada vez más autocrático de Vladímir Putin, Rusia ha fomentado la paranoia entre su población mediante una propaganda estatal machacona hasta la saciedad, ha alimentado las teorías conspirativas más descabelladas y ha mantenido el caos en sus fronteras en los países que deseaban escapar a su influencia, en el ejercicio legítimo del derecho de los pueblos a la autodeterminación y la soberanía.

Al atacar a Ucrania bajo falsos pretextos, Rusia no solo ha atacado a un pueblo, a un país, a un territorio. Ha puesto en peligro la seguridad de todos los Estados del mundo, nuestra seguridad colectiva, porque esta se basa en el derecho internacional, que es un verdadero escudo para quienes no disponen de medios para defenderse contra la fuerza bruta. Al violar su promesa de garantizar la integridad territorial de Ucrania y los principios más sagrados de las relaciones internacionales, Moscú afirma cínicamente querer sentar las bases de un “nuevo orden” que, de hecho, se basaría en la ley del más fuerte. Los ucranianos luchan contra este sombrío proyecto y por eso les apoyamos, en el marco del derecho internacional.

¿Cuál es el resultado de esta loca aventura? Rusia ha apostado por el colapso del ejército y de las autoridades ucranianas. El resultado es que la nación ucraniana está más unida que nunca y el apoyo al presidente Zelenskyi está en su punto más alto. Rusia pensó que sus capacidades militares bastarían para aplastar al ejército ucraniano y desanimar a los ucranianos: la ofensiva sobre Kiev fue rechazada, la región de Járkiv y la ciudad de Jersón fueron liberadas. Las fuerzas ucranianas recuperaron terreno valientemente. Por su parte, las fuerzas rusas tuvieron que recurrir a un diluvio de fuego y sacrificar a un gran número de soldados para intentar avanzar en la ciudad de Bajmut. Rusia se ve obligada a movilizar 300,000 soldados adicionales y quizás pronto más. Incluso está movilizando a criminales encarcelados y a mercenarios del grupo paramilitar Wagner para compensar sus numerosas pérdidas, que después de un año ya son mucho mayores que las sufridas por la URSS en la ocupación de Afganistán durante diez años.

Rusia pensó poder apostar en la supuesta debilidad de los europeos: la UE sigue unida en su apoyo a Ucrania y le ha concedido el estatus de país candidato, al igual que a Moldavia, igualmente amenazada por Rusia por su acercamiento a la Unión Europea. Hemos reducido drásticamente y seguimos reduciendo nuestra dependencia de los hidrocarburos rusos. Rusia creyó poder dividir al mundo libre: la coordinación entre Europa, Estados Unidos y sus socios es más estrecha que nunca en todos los ámbitos. Se han adoptado sanciones económicas sin precedentes en estrecha coordinación que están teniendo un impacto significativo y duradero en las capacidades de desarrollo y modernización de la economía rusa.

Conscientes de que la guerra aún no ha terminado, estamos decididos a mantener nuestro apoyo. Rusia afirma que quiere impedir el ingreso de Ucrania en la OTAN (que ni siquiera se había planteado): al dar la cara, ha reforzado la Alianza Atlántica. Suecia y Finlandia entrarán en la OTAN, una decisión histórica que estas dos democracias históricamente neutras tomaron debido a la agresión rusa. En Suiza también empezó un debate sobre la tradicional neutralidad. La OTAN no pretende expandirse, pero su puerta permanece abierta a los pueblos que deseen unirse a nuestra Alianza estrictamente defensiva porque se sienten legítimamente amenazados por Rusia.

Rusia pensó que utilizaba la bandera del antimperialismo para protegerse de las consecuencias de su invasión. El imperialismo ruso muestra nuevamente la cara y causa inquietud en su vecindad, especialmente en Asia Central, donde varias antiguas repúblicas soviéticas buscan diversificar sus socios, incluso en el frente de la seguridad. Rusia alegó que contaba con el apoyo del resto del mundo y que Occidente la estaba agrediendo. Hoy está políticamente aislada y en la lista negra de la mayoría de las votaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas: 143 países han condenado sus anexiones ilegales, frente a solamente 5 que las han apoyado.

El círculo de partidarios de Ucrania se amplía, ya que en la conferencia de París del 13 de diciembre participaron países de todos los continentes. 47 países y 24 organizaciones internacionales prometieron 1,000 millones de euros en ayudas para apoyar a Ucrania este invierno. En América Latina, el apoyo a Rusia se erosiona y cada vez más líderes se distancian del peligro que supone la guerra rusa de conquista para la paz y la seguridad internacional y el bienestar económico y social de los pueblos. Vemos el resultado, que afecta a todos los pueblos, incluidos los nicaragüenses, en su vida cotidiana, con la explosión de los precios de la energía y los alimentos en particular.

Asimismo, Rusia afirma que las sanciones internacionales en su contra ponen en peligro la seguridad alimentaria de las poblaciones de los países más pobres, pero las sanciones aplicadas no se refieren a los productos agrícolas: al contrario, nuestros países ponen en marcha iniciativas concretas para luchar contra las consecuencias devastadoras de la agresión rusa para los más vulnerables, en particular frente a las crisis alimentaria y energética. Los ucranianos, apoyados por los europeos, están garantizando la continuidad de las exportaciones de cereales. En cambio, Rusia está utilizando la inseguridad alimentaria como herramienta de chantaje político. Europa prosigue su asociación con los países en desarrollo en los ámbitos de la salud, la educación, la agricultura o la lucha contra el cambio climático. Lejos de reforzar la soberanía de sus socios, Rusia se aprovecha de sus recursos, como a través del grupo Wagner, que arrebata oro en Sudán y Burkina Faso o diamantes en la Centroáfrica. Pronto podría ocurrir lo mismo en Latinoamérica, si aún no ha empezado este proceso de predación.

A principios de este mes, en las Naciones Unidas, Rusia expresó irónicamente su preocupación por la falta de perspectivas de una resolución pacífica de la guerra de agresión que ella misma decidió lanzar. Sus dirigentes son muy conscientes de que la resolución pacífica de esta guerra depende de Rusia, que es la única responsable de este conflicto. Lo único que tiene que hacer es poner fin de una vez a su agresión y retirar todas sus tropas de las fronteras internacionalmente reconocidas del territorio ucraniano, tal y como lo exige la Corte Internacional de Justicia. Si Rusia deja de luchar, la paz se restablecerá inmediatamente. Si Ucrania deja de luchar, será aniquilada. Hoy hay tropas rusas en Ucrania; no hay tropas ucranianas en Rusia. Así que recordemos una vez más que en esta guerra hay un agresor y un agredido. No permitamos que Rusia invierta las responsabilidades. Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha incumplido su deber de proteger la paz y la seguridad internacional. Sigue utilizando su arsenal para atacar sistemáticamente a la población civil y las infraestructuras ucranianas, en clara violación de los principios del Derecho Internacional Humanitario. Las Naciones Unidas y todos sus miembros no pueden ni deben mirar hacia otro lado. ¿Y si ocurriera en Nicaragua? Ucrania lucha por defender los principios de la Carta de la ONU: integridad territorial, inviolabilidad de las fronteras, independencia y soberanía de los Estados, rechazo de la conquista de territorios por la fuerza, condena de las guerras de agresión. La defensa de estos principios es asunto de todos, de todos los miembros de las Naciones Unidas, porque en las trincheras de Bajmut está en juego nuestra seguridad colectiva.

*Los autores son jefes y jefa de Misión de Estados Miembros y Unión Europea en Nicaragua.

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