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La asonada en Brasil y la hipocresía política

Dicen los gobernantes de Brasil y sus amigos de izquierda en otros países, pero también los medios informativos en general, que el domingo 8 de enero hubo un intento de golpe de Estado en la capital brasileña. Pero, en realidad, lo que ocurrió ese día fue una asonada, y esto hay que aclararlo porque se trata de una diferencia muy importante.

     Ese día, una turba de partidarios del expresidente derechista Jair Bolsonaro —que no aceptaron su derrota electoral ante el líder izquierdista Lula da Silva—,  invadió el área de los edificios gubernamentales y se tomó las sedes de los poderes legislativo y ejecutivo, causando severos destrozos. Por fortuna no hubo heridos ni muertes.

     Eso fue una acción aventurera y delictiva de una parte de la multitud que estaba instalada frente a los principales cuarteles militares del país, pidiendo al Ejército que diera un golpe de Estado e impidiera que Lula pudiera gobernar el país. Sin embargo, las instituciones democráticas —entre las cuales en Brasil se debe incluir al Ejército— resistieron el ataque tumultuario del bolsonarismo y la democracia brasileña no resultó mayormente afectada.

     La rapidez con la que se superó la crisis se debió a que, repetimos, lo ocurrido ese día fue una asonada, que según el diccionario es una “reunión (o movilización) tumultuaria y violenta para conseguir algún fin, por lo común político”. En cambio, el golpe de Estado según el mismo diccionario, es “una actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”.

     La turba de ultraderechistas que asaltaron las instalaciones del gobierno federal de Brasil no intentaban apoderarse del gobierno, su acción no tenía un liderazgo concreto, lo que querían era demostrar su fuerza irracional y causar destrozos para presionar a las fuerzas militares, como lo dijimos antes.

     Como sea, asonada o intento de golpe de Estado, eso es algo inaceptable y condenable quienes quiera que sean los que lo realicen. La hipocresía política en este caso consiste en que los sectores izquierdistas que condenan la asonada de los ultraderechistas brasileños, no condenaron sino que aplaudieron las asonadas ultraizquierdistas organizadas contra gobiernos de derecha democrática.

     En Chile y Colombia, por ejemplo, las masas irracionales instigadas por los políticos  ultraizquierdistas asaltaron instituciones gubernamentales y de servicios públicos, causaron muchas muertes con sus acciones. Querían  socavar los gobiernos democráticos de derecha y crear las condiciones para que fueran removidos en las siguientes elecciones, y lograron su objetivo. Pero el mundo de izquierda no condenó aquellas asonadas de extrema izquierda, sino que las aplaudió.

Realmente, en la política de extrema de izquierda y de ultraderecha no se puede esperar racionalidad, respeto a las instituciones democráticas constituidas como resultado de elecciones libres y limpias, y por lo tanto legítimas.

Si la ética y el sentido de responsabilidad democrática impregnaran el actuar de la extrema izquierda y la ultraderecha, no habría tanta inestabilidad, incertidumbre y precariedad institucional en América Latina.

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