La falta de un acuerdo de repatriación entre Nicaragua y Estados Unidos evita que los nicaragüenses que ingresan a ese país sin visa sean deportados a la brevedad. Además, a ellos no les aplican el Título 42 que permite expulsiones inmediatas. Es por ello que la masiva migración de nicas que empezó en 2018 por la cruenta represión que desató el régimen Ortega Murillo para sofocar el estallido social, en los últimos días alcanzó niveles sin precedentes. Se prevé que rompa el récord de 20,983 detenidos durante octubre.
«Al anochecer del domingo, cientos de migrantes cruzaron el río Grande y entraron a El Paso, Texas. Una caravana de personas principalmente de Nicaragua cuyo cruce fue uno de los más grandes en los últimos años a lo largo de la frontera oeste de Texas», reseño el periódico New York Times en un reportaje sobre lo que se avizora como una nueva crisis en la frontera norteamericana.
En el artículo se expone que dicha caravana incluía a migrantes de diversos países de Centro y Sudamérica, a quienes México les había otorgado un estatus legal temporal que les permitía movilizarse libremente en ese país durante 180 días. En el grupo también estaban los migrantes, en su mayoría nicaragüenses, que estuvieron secuestrados y fueron liberados la semana pasada.
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Largas filas se mantienen en la frontera
Del grupo, unos 1,100 llegaron a Ciudad Juárez desde el Estado de Chihuahua en autobuses pagados por el gobierno mexicano. Al verlos dispuestos a realizar la travesía a pie, optaron por proporcionarles transporte y escolta policial para evitar nuevos secuestros. «El grupo no permaneció mucho tiempo en Juárez. Alrededor de las 4:00 de la tarde, los migrantes decidieron cruzar la frontera en masa… Cientos más se les unieron. Se fueron a pie y cruzaron el río”, narró el New York Times.
Pero este no fue el único grupo. La mañana del lunes había al menos cinco mil migrantes en espera de entregarse para solicitar asilo. Según medios mexicanos, las filas de espera continúan y parecen interminables. El cruce masivo de migrantes sorprendió incluso a las autoridades estadounidenses.
El Paso, Texas, enfrenta una crisis migratoria que empezó hace meses, cuando miles de venezolanos inundaron esa ciudad.
A los venezolanos tampoco les aplicaban el Título 42, pero desde el pasado 12 de octubre les cerraron la frontera y establecieron un mecanismo para el ingreso legal de 24 mil por año. Esa decisión redujo el flujo de venezolanos, pero ahora son los nicaragüenses, quienes incluso en cantidades mayores, están ingresando a suelo estadounidense. Luego se ven pululando en las calles frías de El Paso.
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Ortega aprovecha tensión y se desentiende de migrantes nicaragüenses
«Debido a las tensas relaciones diplomáticas con el régimen autoritario de Nicaragua, Estados Unidos tiene una capacidad limitada para expulsar a los nicaragüenses bajo la autoridad de salud pública (Título 42). Y no puede repatriar a los ciudadanos del país… ya que no tiene acuerdo de repatriación con Nicaragua y hasta el momento México no ha accedido a aceptarlos si son expulsados de Estados Unidos», plantea el New York Times en su reportaje.
No obstante, organizaciones de apoyo a los migrantes han reportado desde hace varios meses que Estados Unidos envía cada semana un vuelo chárter con unos 270 nicaragüenses. Esto significa que deportan a unos 1,200 por mes. Sin embargo, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP por su sigla en inglés), reportó que solo en octubre procesaron a 20,983 nicaragüenses, cifra nunca antes registrada.
La falta de mecanismos para frenar este flujo masivo de migrantes provoca que la mayoría se entregue a las autoridades federales para ser registrados y posteriormente solicitar asilo. Después de entregarse son detenidos por unos pocos días y luego puestos en libertad condicional, muchos con un dispositivo de rastreo. Ese sería solo el comienzo de un largo y complejo proceso, el que muchos deben enfrentar en condiciones precarias en hospedajes compartidos, refugios e incluso, la calle.
Cifras nunca vistas en el último cuarto de siglo
Ante el elevado flujo de viajeros, a inicios de esta semana las autoridades migratorias tuvieron que liberar a unas siete mil personas de los centros de procesamiento. “Los números no se parecen a nada que haya visto en los últimos 25 años”, aseguró al New York Times, Blake Barrow, director de la Misión de Rescate de El Paso, Texas.
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La situación es tan crítica que el pasado 7 de diciembre el gobernador de Texas, Greg Abbott, envió un bus cargado de migrantes nicaragüenses a la residencia de la vicepresidenta Kamala Harris. Fue otra medida de presión para buscar solución a la crisis. Desde abril hasta la fecha, Abbott ha mandado a más de 8,400 migrantes a la capital estadounidense.
«Cruzaría la frontera cien veces más»
El New York Times también recogió testimonios de los migrantes. “Es muy difícil ahora mismo en Nicaragua, no hay trabajo. Vine aquí para encontrar trabajo porque tengo cuatro hijas en casa”, dijo Félix Acuña, un nicaragüense de 41 años.
Mientras que Carmen Tercero, de 37 años, viajó con sus hijas de 8 y 17 años, y tras ser liberada del centro de procesamiento aseguró que todo lo que quiere es una vida mejor para sus hijas. «Cruzaré la frontera cien veces más si esa es la manera de ayudarlas”, dijo
A pesar de que sus necesidades son válidas en un país que enfrenta una crisis sociopolítica desde 2018 y cuya carestía y desempleo aumentan cada año, estos migrantes no tomaron en cuenta que la falta de empleo y de oportunidades económicas no sustentan una petición de asilo.
El estatus de refugiado solo se otorga a las personas que están en riesgo por su raza, religión, nacionalidad, opinión política o por pertenecer a grupos especiales. Es por ello que, según los especialistas, muy pocos recibirán el asilo. Y eventualmente, todos serán llamados a la Corte de Inmigración para enfrentar órdenes de deportación.
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Tras la travesía, para muchos en Estados Unidos empieza otra pesadilla
Pero mientras estos procesos se concretan, la lista de nicaragüenses en espera de respuesta a la petición de asilo sigue creciendo. Según las estadísticas de la CBP, entre octubre de 2020 y octubre de 2022 procesaron a 239,469 migrantes nicas. De acuerdo con las circunstancias todos habrían pedido asilo y a ellos hay que sumar los que ingresaron con visa y también pidieron protección.
Mientras tanto, cientos o quizás miles siguen entrando cada día a Estados Unidos con la alegría y satisfacción de haber alcanzado su destino, después de enfrentar asaltos, secuestros y mil privaciones y atropellos durante su travesía por México.
Lamentablemente, después de salir de los centros de procesamiento, para algunos empieza otra pesadilla. Muchos no tienen familiares o amigos que los reciban. Otros carecen de recursos para comprar un boleto de bus o avión para trasladarse a otras ciudades. Y en el peor de los casos, a los que tienen dinero la falta de documentos les impide alquilar un lugar donde vivir.
Es por ello que muchos buscan apoyo en los albergues de las zonas fronterizas cuyas capacidades ya están desbordadas. Al final terminan durmiendo en las calles, sobre pedazos de cartón expuestos, a temperaturas que en esta época descienden a niveles de congelación que pueden provocar la muerte.
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