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Comodidad que incomoda

Reflexionando sobre el entorno que estamos viviendo, siglo XXI año 2022, percibo en nuestras sociedades y en el ámbito nacional e internacional, una realidad que se traduce en una especie de “status quo”, de acomodarse a cada circunstancia en aras de la comodidad, sin percatarse que esta comodidad “acomodaticia”, le pasa la cuenta a quienes la practican, tornándose precisamente en una “comodidad que incomoda”.

         Criterio difícil de pronunciar o esgrimir, no de concebir, es aquel que cuestiona o interpela. El ser humano manifiesta con mayor facilidad opiniones que no desagraden a segundos o terceros y le cuesta más expresar lo contrario. Absolutamente comprensible…el problema surge a la hora de manifestarlo,  escribirlo y en el caso de los artistas estamparlo a través de la pintura, escultura, música o cualquier otra expresión del arte. Es aquí donde surge el “to be, or not to be”      (ser o no ser)… unos escogen “el ser”, mas otros claudican y escogen “el no ser”, es decir terminan “no siendo ellos mismos”.

         Recuerdo siempre la sentencia de aquel hombre sabio, maestro honesto y pastor en toda su acepción, quien me dijo: “Sé siempre vos mismo”.

         Un día de estos platicando con un amigo mío, profesor y miembro del Consejo Universitario, le decía que algo que siempre he cuidado en mí,  es que no se produzca una dicotomía entre lo que pienso y lo que expreso, entre lo que estimo que es la realidad y lo que enseño. Ambos coincidimos que ésta es una premisa que debe inculcarse a todo docente, como expresión de la libertad de pensamiento y que no le puede ser sustraída a la Universidad como institución, so pena de perder su reconocimiento y credibilidad.

         Imaginémonos a maestros que, dejando de “ser ellos mismos”, enseñan cosas, principios o valores que ellos saben que están reñidos con la evidencia, que son auténticos anti-principios, anti-valores; es inobjetable que aún por las razones más variadas que tengan, experimentarán las consecuencias negativas de esto.

         Lo que sucede con el profesor, profesional docente, acontece también con otros profesionales en diferentes disciplinas que requieren de la observancia de un código ético. Valga decir, el médico que por razones ideológicas, fanatismo o lo que sea, se niega a atender un paciente en estado de emergencia médica o quirúrgica; el jurisconsulto que interpreta leyes alejadas del espíritu de sentido común y justicia que debe inspirar toda norma, y de los artículos o códigos vigentes que rigen la práctica del derecho en sus salas o judicaturas y sentencia en favor de conveniencias personales o sectarias… ¡cargarán por siempre una contradicción irreconciliable en su interior!

         El militar y el policía profesional cuando por ambiciones personales y el deseo de preservar la cúspide, atropella el escalafón o los derechos civiles  contrariando su pundonor y los principios que juró cumplir al finalizar su preparación académica; sentirán por siempre una jaqueca, provocada por el señalamiento de sus compañeros y la desconfianza de aquellos a quienes, suponen proteger.

         Renglón aparte y por cierto muy crítico merecen los periodistas y los religiosos. El periodista, que por estar bien con los “de arriba” trastoca la objetividad, manipula la evidencia o simplemente calla u omite, dejando una nebulosa en la información, traiciona su predicado de formador de opinión pública… le tocará soportar forever las molestias en su estómago y garganta,  por  no creerse y menos respetarse a sí mismo y por el desprecio de quienes han experimentado la desinformación y el engaño.

         El religioso ubicado a medio camino entre Dios y los hombres, cuya misión en síntesis es llevar a los hombres a Dios, será interpelado siempre por Pedro, piedra sobre la que se ha edificado la Iglesia, de la misma manera que lo hizo el apóstol con las autoridades, jefes del pueblo y ancianos, que les ordenaban no hablar nada acerca del nombre de Jesús: “Piensen ustedes mismos si es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en lugar de obedecerle a Él. Nosotros no podremos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4,18-20).

         El dejar de enseñar a Jesús, de proclamar lo que hemos visto y oído producirá en “los clérigos que dejan de ser ellos mismos” una comodidad, si se quiere acompañada de privilegios y “primeros asientos”, pero transitoria, vanal, “ex-vacua”; dejándole un vacío en su existencia que lo acompañará hasta el final, sumergido en una permanente inconformidad consigo mismo.

         Por otro lado, los que consecuentes con la dirección de Pedro, primer pontífice de nuestra Iglesia católica fundamentada en Cristo, no abjuran de Jesús, su enseñanza ni su nombre y no dejan de decir lo que han visto y oído, serán aborrecidos hasta por sus propios hermanos, serán llevados a la cárcel y a los tribunales e incluso hasta el martirio.

         No hace falta retroceder hasta Roma y encontrar en el Coliseo la sangre de los primeros cristianos. Las cifras de “Puertas abiertas” organización dedicada a dar seguimiento a las estadísticas religiosas, señalan que en 2019, 245 millones de cristianos eran perseguidos y que para enero 2022, la cifra estimada era de 360 millones en todos los continentes, incluyendo América Latina, puntualizando que se había incrementado en número e intensidad, usando no solamente las torturas, secuestros, encarcelamientos y ejecuciones públicas, sino modalidades deshumanizadas y pérfidas como la discriminación, amenaza, destierro etc. Concluyen afirmando que “uno de cada siete cristianos, sufre persecución actualmente en el mundo”.

         ¿Y cuál es el asombro… acaso el Señor no nos lo había anunciado?… “Por mi nombre, os encarcelarán, conducirán a los tribunales, darán muerte…”

         No se pueden invertir los factores en la vida cristiana… ¡Vía Sacra, Cruz, Gloria! Es que la honestidad que acompaña al “ser uno mismo” en las distintas facetas de la vida, tiene un costo que hay que estar dispuesto a pagar.

El autor es médico.

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