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Cultura Integracionista, para el futuro de Centroamérica

La cultura integracionista del Sistema de la Integración Centroamericana se sustenta en las teorías de Integración que surgieron a principios del Siglo XX en Europa. Escenario donde se forjaron los enfoques teóricos, filosóficos, morales e idealistas que conllevaron a seis países a unir sus esfuerzos más allá de los nacionalismos con el propósito de alcanzar una integración plena.

Tales teorías se consolidaron en los años 50 con la creación de conceptos sistémicos, etapas de un proceso de integración y años después se incluyeron los elementos de la naturaleza jurídica, constitutivos, institucionales y supranacionales que reafirmaron y valoraron el objetivo fundamental de integrar las fuerzas propias de cada país, pasando por etapas de cooperación, económicas, financieras, jurídicas, sociales, políticos, de seguridad, culturales y de identidad con el fin de sustituir el modelo confrontativo y aislacionista de los problemas del Estado, por un nuevo ordenamiento interno europeo capaz de dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos.

La implementación de estas teorías, estuvieron acordes a las acciones coherentes entre la teoría y la práctica de actores de la época, con una cultura política clara, fortalecida por las lecciones duras y aprendidas después de la Segunda Guerra Mundial, que tuvieron como principal sustento el deteriorado desarrollo industrial del carbón y el acero de Francia y Alemania, que junto a cuatro países más apostaron por un futuro para Europa mediante la administración conjunta de sus recursos, como un instrumento para el crecimiento y el desarrollo económico que les permitió dar pasos concretos de lo bilateral al multilateralismo, de lo regional al regionalismo. Acciones que universalizaron las Teorías de Integración en un periodo difícil cuando se conformó la división del mundo entre el bloque capitalista y socialista.

Con el modelo de la integración europea, quedó más que demostrado que un proceso de integración es más amplio y profundo, es integrar los espacios abiertos de una región, que permita alcanzar ciertos equilibrios económicos, políticos y sociales, es redefinir las expectativas de la sociedad como una prioridad, es hacer partícipe a la sociedad del proceso de integración mediante el fomento de una educación integracionista.

En el caso de Centroamérica, la antítesis del Sistema de la Integración Centroamérica (SICA), se dio también a inicios de los años cincuenta con la creación de la Organización de Estados Centroamericanos (Odeca). Siendo las políticas económicas cepalinas las que propiciaron la integración económica mediante el Mercado Común Centroamericano en los años 60, qué dado las batallas que enfrentó la región en los años 70 y 80, los plazos para alcanzar una verdadera integración centroamericana se vieron, obstaculizados y estancados.

Después de más de 31 años de la creación de una nueva comunidad jurídica y política, como es el Sistema de la Integración Centroamericana, tanto la institucional de este órgano como la gobernabilidad de cada país que lo conforman han venido arrastrando una tarea pendiente con la sociedad centroamericana, como es la de familiarizar a los ciudadanos con la dimensión de una cultura integracionista centroamericana, que apueste hacia el futuro de Centroamérica.

Por ello es importante revisar los números, los datos de Centroamérica de cara al futuro, dejando atrás la disfuncionalidad, las visiones atrasadas, las soluciones tímidas y pasivas, y adoptar nuevas dinámicas ante los cambios en la escena mundial. Nuestra región es una región de sociedades jóvenes y en ello deben de estar centradas las políticas y las estrategias de la integración, aprovechando los recursos que se obtiene en la escena internacional para forjar el camino hacia una integración completa, más ambiciosa, acorde a los retos y desafíos que enfrenta la región.

La gobernabilidad centroamericana debe de entender que los países de la región deben de crecer juntos y de enfrentar los retos y los desafíos juntos. El hacer lo que se ha venido haciendo de forma diferente va a cambiar la historia y el curso de Centroamérica; por ello hay que crear nuevas atracciones que permitan alcanzar el crecimiento y el desarrollo, rescatar, fomentar y defender los valores y principios morales propios de la región, eliminar barreras técnicas, crear políticas regionales enfocadas en las realidades de la región, abrir espacios para distribuir la inversión al desarrollo de forma equitativa, permitir la participación abierta de la sociedad, que los ocho países integren verdaderamente todos los órganos del SICA que se crearon mediante el Protocolo de Tegucigalpa.

La cuestión está en hacer de forma permanente la pregunta… ¿verdaderamente están apostando por el futuro Centroamérica y de su integración?, que les permita afrontan los problemas que le importan al ciudadano como es el satisfacer sus necesidades básicas. Hay que aunar esfuerzo para hacer del SICA una instancia creativa que promueva la educación y la cultura integracionista, que permita fortalecer cada una de las acciones que conlleven a construir una ruta para un futuro mejor en Centroamérica, sobre la base del acervo comunitario y sobre la inspiración de la herencia cultural de nuestros pueblos.

La autora es master y docente en Integración Regional

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