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Aumento de precios de combustibles fósiles es un problema y no compensa el cambio climático

Durante tres décadas, los activistas por el clima han luchado para que los combustibles fósiles sean tan caros que la gente se vea obligada a abandonarlos. Sin embargo, ahora que los precios de la energía se están descontrolando, no estamos más cerca de resolver el cambio climático. Mientras los gobiernos occidentales culpan a la guerra de Rusia contra Ucrania, los precios ya estaban subiendo debido a las políticas climáticas diseñadas para frenar la inversión en combustibles fósiles. El enfoque de la política climática de intentar alejar a los consumidores y a las empresas de los combustibles fósiles con subidas de precios está causando dolor, con poca compensación climática, por dos razones. Primero, la energía solar y la eólica solo son capaces de satisfacer una fracción de las necesidades mundiales de electricidad. Incluso con enormes subvenciones y apoyo político, la energía solar y la eólica solo aportan el 1.8 % del suministro energético mundial. Segundo, el aumento de los precios está incrementando la pobreza energética incluso en las economías industrializadas. Alemania va camino de gastar más de medio billón de dólares en políticas climáticas de aquí a 2025; sin embargo solo ha conseguido reducir la dependencia de los combustibles fósiles del 84 % en 2000 al 77 % actual.

La consultora McKinsey calcula que llegar al carbono cero le costará a Europa el 5.3 % de su Producto Interno Bruto (PIB) por año y en el caso de Alemania, serán más de 200 mil millones de dólares anuales. Esto es más de lo que Alemania gasta en educación y policía, tribunales y prisiones combinados. Los responsables políticos no pueden seguir impulsando políticas caras sin que se produzca una reacción. A medida que los precios de la energía se disparan, aumenta el riesgo de resentimiento y conflictos, como se vio en Francia con el movimiento de protesta de los “chalecos amarillos”.

Para los miles de millones de personas más pobres, el aumento de los precios de la energía es aún más grave porque bloquea el camino para salir de la pobreza y hace que los fertilizantes sean inaccesibles para los agricultores, poniendo en peligro la producción de alimentos. Las economías emergentes como la India o los países de bajos ingresos en África no pueden sacrificar la erradicación de la pobreza y el desarrollo económico para hacer frente al cambio climático. Globalmente, la incapacidad de las energías verdes para competir significa que el mundo va camino a seguir dependiendo de los combustibles fósiles.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los combustibles fósiles seguirán proporcionando dos tercios de la energía mundial en 2050, lo que supone un modesto descenso respecto al 79 % actual. Y las carencias de la energía verde son la causa de que las emisiones de carbono sigan aumentando. La política climática está rota. En lugar de estar forzando el precio de los combustibles fósiles, tenemos que hacer que la energía verde sea mucho más barata y efectiva. La humanidad ha recurrido a la innovación para solucionar otros grandes retos. No resolvimos la contaminación atmosférica obligando a todo el mundo a dejar de conducir, sino inventando el convertidor catalítico. No redujimos el hambre pidiendo a las personas que comieran menos, sino con la Revolución Verde que permitió a los agricultores producir muchos más alimentos.

Sin embargo, la innovación en materia de energía verde se ha descuidado durante décadas. Desde 1980 la inversión del mundo desarrollado en la investigación de tecnologías con bajas emisiones de carbono se ha reducido a la mitad, a menos de 4 centavos por cada 100 dólares de PIB. Los investigadores del Consenso de Copenhague, entre los que se encuentran tres economistas galardonados con el premio Nobel, han demostrado que la política climática más eficaz es quintuplicar el gasto en I+D verde hasta alcanzar los 100 mil millones de dólares anuales. Esto seguiría siendo mucho menos que los 755 mil millones de dólares que el mundo gastó el año pasado en la actual tecnología verde, a menudo ineficaz. El cambio climático no se solucionará haciendo inaccesible la energía fósil, sino bajando el precio de las tecnologías verdes para que todo el mundo pueda elegirlas.
El autor es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller El ecologista escéptico y Cool It.

Opinión cambio climático combustibles Rusia archivo
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