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Rut, la ternura y audacia de una mujer

En la Biblia hay tres libros que llevan el nombre de mujer. El libro de Rut, el de Ester y el de Judit. El primero de ellos tiene la característica de tratarse de la vida de una mujer, no perteneciente al pueblo escogido, una moabita, quien no solo se inserta sino que llega a ser la bisabuela del Rey David, quien junto con Moisés y Elías constituyen los tres personajes más importantes del Antiguo Testamento y más adelante ascendiente directa de Jesús de Nazaret.

La primera característica que resalta es. El libro demuestra de qué manera una mujer gentil se convirtió en la seguidora del verdadero Dios y cómo se incorporó a la vida del pueblo de Dios. En Dios no hay excepción de razas; Él toma bajo sus alas de protección a los extranjeros que confían en Él.

El libro narra la historia de Elimelec, un hombre de Belén de Judá que emigró con su familia al país de Moab. Su esposa se llamaba Noemí y sus hijos, Quelión y Mahlón. Al morir Elimelec, sus dos hijos se casaron con Orfa y Rut de Moab, respectivamente.

Unos diez años más tarde, murieron también los dos hijos sin dejar descendencia, y entonces Noemí, acompañada de su nuera Rut, regresó a Belén, mientras que Orfa decidió regresar con su familia.

Noemí dijo a sus dos nueras: “Andad, volveos cada una a casa de vuestra madre. Que Yahveh tenga piedad con vosotras como vosotras la habéis tenido con los que murieron y conmigo” (Rut 1-8). Orfa acepta y Rut se niega y de su boca salen una de las declaraciones de fidelidad y de amor de lo más alto del ser humano, cuando Rut le dice a su suegra: “No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras moriré y allí seré enterrada. Que Yahveh me dé este mal y añada este otro todavía si no es tan solo la muerte lo que nos ha de separar” (Rut 1-16 y 17).

La otra gran joya que nos regala este libro es la siguiente: Al llegar a Belén, Rut y Noemí no tenían nada, por lo que Rut se puso a trabajar en el campo de Booz, uno de los primos de la familia de Elimelec. Como otro familiar no estuvo dispuesto a casarse con Rut, ese deber le correspondió a Booz, que ya se había sentido atraído por la moabita. Estaba en juego algo muy importante para los israelitas como era perpetuar el nombre del difunto, es decir el marido muerto de Rut, en la línea de sucesión solo habían dos personas que lo podían hacer: un pariente más cercano y Booz, al final este último la rescataría.

Pero lo interesante aquí es ver la dulzura y sabiduría que Noemí esgrime para acercar a Ruth y deslumbrar a Booz: “Lávate, perfúmate y ponte encima el manto, y baja a la era; que no te reconozca ese hombre antes que acabe de comer y beber. Cuando se acueste, mira el lugar en que se haya acostado, vas, descubres un sitio a sus pies y te acuestas; y él mismo te indicará lo que debes hacer” (Rut 3-3 y 4). En el fondo el texto está cargado de una enorme ternura y de mucha audacia.

El libro de autor desconocido, fechado después del Exilio de Babilonia, demuestra dos cosas de manera contundente. Primero: de qué manera David (del que desciende directamente Jesús) descendió de una mujer cuya fe —no su raza— fue lo que la salvó.

En segundo lugar: Nos revela la providencia divina. Dios en sus inescrutables designios, permite grandes males para traer bien a los suyos, y se interesa en las cosas más ordinarias de la vida diaria. Porque para Dios todos somos importantes. Aunque la tragedia de la familia de Elimelec fue dolorosa y numerosas sus desgracias, Dios recompensó ampliamente la piedad de Noemí y la bondad de Rut.

Después de todo esto, solo me resta animar especialmente a mis hermanos católicos y a todos los cristianos a leer este bello libro de Rut.

El autor es abogado.

Opinión Biblia rut archivo
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