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Visión elitista sobre el cambio climático rezaga los desafíos globales más urgentes

En la última década, la obsesión de la élite mundial por el cambio climático ha restado importancia a otros problemas relevantes a los que se enfrenta el planeta, como ha demostrado de forma dramática la invasión a Ucrania. Los líderes de Europa Occidental deberían haber dedicado la última década a diversificar las fuentes de energía y ampliar el recurso del shale gas (gas de lutitas), en lugar de cerrar las centrales nucleares y depender de Rusia. Pero la guerra inminente no es lo único que han ignorado.

La tarea más importante a la que se enfrenta la humanidad hoy en día sigue siendo sacar a la mayor parte del mundo de la pobreza absoluta. Esto solo puede ocurrir proporcionando a los países pobres fuentes de energía amplias y fiables. Así es como el mundo rico se hizo próspero, y así es como China sacó a casi mil millones de personas de la pobreza. Sin embargo, mientras los países ricos se abastecen abrumadoramente de combustibles fósiles, la élite se ha esforzado por hacer que estas fuentes de energía sean más caras y estén menos disponibles para los pobres. 

En este momento, aún nos estamos recuperando de la peor pandemia en un siglo. La inflación, la escasez de suministros y, posiblemente, la recesión se ciernen sobre la economía mundial. Las autocracias se están reafirmando, mientras que los más vulnerables ya están sufriendo crisis alimentarias. La tuberculosis, la malaria y la malnutrición, cada una de ellas tratada eficazmente en el mundo rico, siguen cobrándose millones de vidas cada año en los países pobres. 

Sin embargo, los principales donantes y organizaciones para el desarrollo se han centrado cada vez más en las soluciones climáticas. Un mes después de la invasión a Ucrania, el jefe de las Naciones Unidas, una organización destinada a garantizar la paz mundial, en cambio advertía  sobre la “catástrofe climática” y la “destrucción mutuamente asegurada” que podría causar la “adicción” a los combustibles fósiles.

Sería una exageración decir que mientras las amenazas reales se acumulaban, el mundo rico jugaba con los paneles solares y prohibía los sorbetes de plástico. Pero solo una pequeña exageración. 

Entonces, ¿cómo han conseguido las élites hacer las cosas tan mal? Al fin y al cabo, los daños climáticos globales en porcentaje del PBI siguen disminuyendo y las muertes por desastres climáticos han bajado un 99 por ciento  en un siglo. Además, las mejores estimaciones de los daños revelan que todo el costo global del cambio climático equivaldrá a menos de un 4 por ciento del PBI para fines de siglo.

Recordemos que, según las propias estimaciones de la ONU, la persona promedio en 2100 será un 450 por ciento más rica que hoy. El calentamiento global significa que “solo” será un 434 por ciento más rica. Esto es un problema, pero, en contraposición al dramatismo, está lejos de ser catastrófico.

Para los países ricos, el enfoque limitado en los objetivos climáticos socava la prosperidad futura. El mundo ya gasta más de medio billón de dólares anuales en políticas climáticas, mientras que el gasto de los gobiernos del mundo rico en innovación en áreas como la sanidad, la defensa, la agricultura y la ciencia ha ido disminuyendo como porcentaje del PBI en las últimas décadas. Esta inversión es la base de nuestro crecimiento futuro. Junto con un rendimiento educativo estancado o en declive, los ingresos del mundo rico casi se han estancado este siglo. Compárese con China, donde el gasto en innovación ha aumentado un 50 por ciento, la educación está mejorando rápidamente y los ingresos medios se han quintuplicado desde el año 2000.

Resulta alarmante que, a pesar del extraordinario foco de atención, no consigamos ni siquiera resolver el propio cambio climático. El año pasado se produjeron las mayores emisiones de CO₂ de la historia.

A principios de este año, la élite global se reunió en el Foro Económico Mundial y se les pidió que nombraran “los riesgos más graves a escala global en los próximos 10 años”. Absurdamente eligieron el “fracaso de la acción climática”, justo antes de que Rusia empezara a bombardear Chernóbil y Kiev.

El mundo tiene muchos retos, no solo los que reciben más atención de los medios de comunicación. El clima debería abordarse de forma más eficaz financiando la I+D en fuentes de energía verde para que acaben superando a los combustibles fósiles. Tenemos que hacer frente al expansionismo autoritario en Ucrania y en otros lugares. Y para garantizar la prosperidad a largo plazo, el mundo necesita más energía, que sea más barata, mejor educación y más innovación. Necesitamos recuperar nuestra perspectiva para superar la hipérbole elitista sobre el cambio climático.El autor  es presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller El ecologista escéptico y Cool It.

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