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El clamor por el dolor de los migrantes

A diario se conocen, por informaciones de los medios de comunicación formales o las informales redes sociales, las situaciones dolorosas de migrantes nicaragüenses y de otros países centroamericanos y latinoamericanos.

Son casos de personas secuestradas y extorsionadas por organizaciones criminales a lo largo del camino, las condiciones infames en que los llamados “coyotes” las obligan a viajar por largos trayectos, las violaciones sexuales, las vejaciones que sufren a manos  de autoridades de migración, policiales y militares, el tratamiento xenofóbico en los lugares por donde pasan las caravanas de migrantes y, después, donde estos se establecen, etc.

Los científicos sociales dicen que la gente de todas partes del planeta no ha dejado de migrar de un lugar a otro, desde que los primeros seres humanos comenzaron a salir de su lugar de origen en África, en los albores de la humanidad. Y explican que las grandes migraciones humanas son causadas por el hambre, la falta de trabajo, las guerras, las persecuciones políticas, religiosas y étnicas, las catástrofes naturales, y tantos otros males más.

Por esas causas y motivos la gente nunca ha dejado de migrar. Los organismos internacionales especializados informan que el tres por ciento de la población mundial, equivalente a por lo menos 258 millones de personas, viven actualmente fuera de  sus países o lugares de origen. Y calculan que en vez de terminar o contenerse, las migraciones más bien se van a incrementar.

Siempre las personas migrantes pasaron muchas dificultades y penurias en sus huidas y desplazamientos. Pero en la actualidad pareciera que son peores, cuando deberían ser menos por los avances de la civilización, por  las leyes que mandan a proteger los derechos humanos de todas las personas, por el progreso de la cultura que no se detiene ni siquiera en los países más atrasados.

El jueves 20 de enero, el obispo de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando Álvarez, habló del drama y la tragedia que sufren los migrantes nicaragüenses. En la celebración religiosa del Cristo de Esquipulas, a cuya imagen se le atribuye una gran fuerza milagrosa, el obispo Álvarez le pidió hacer el milagro de poner fin al sufrimiento de los migrantes, pero también de todos los nicaragüenses sufrientes.

Monseñor Álvarez contó que muchas personas llegan a donde él y otros pastores para que las bendigan antes de irse del país por veredas, de manera ilegal y peligrosa. “Llegan a pedir la bendición porque tienen que ir a tomar esas caravanas del desierto que son caravanas de muerte”, sentenció el prelado. 

“Tanto sufrimiento, tanto dolor y eso hace que nuestro país esté desangrándose. Allí están todos los inocentes y a ellos tenemos que verlos en el Cristo negro, en el crucificado, pero vean hermanos… todos estos inocentes que contemplamos en el Resucitado resucitarán, resucitaremos todos”, aseguró monseñor Rolando Álvarez. Él, junto con el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio Báez, quien es también un exiliado, son los dos obispos que con más claras y altas voces claman contra los abusos e infortunios que sufren los nicaragüenses. 

Y por eso ellos dos son los obispos más queridos por el pueblo de Nicaragua.

Editorial migrantes Nicaragua archivo
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