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migracion, estados unidos

Foto con files ilustrativos sobre los cuartos helados en los centros de reclusión en los Estados Unidos. Foto: Tomada de internet

Así fue la experiencia de dos hermanos nicaragüenses que estuvieron en centros de detención en Estados Unidos

Uno de los jóvenes compartió en Twitter su travesía para llegar a EE.UU., y contó todo lo que vivió en los centros de detención

La noche del viernes 17 de septiembre de 2021 los hermanos nicaragüenses Erasmo Aragón y Onell Aguirre, dejaron el calor de su madre y del resto de su familia para aventurarse en una larga travesía marcada por la incertidumbre, ansiedad y peligro que representa el hecho de viajar de forma irregular hacia Estados Unidos.

Después de una osada travesía de 25 días, dejando atrás a Nicaragua, Honduras, Guatemala y el temido México, donde aguantaron hambre, sol, lluvia, frío y el riesgo de ser secuestrados por los cárteles o detenidos por “la migra”, los hermanos nicaragüenses se metieron en una pequeña balsa y comenzaron a cruzar el río Bravo. No daban crédito de que estaban a poca distancia para llegar a Estados Unidos, su destino final.

Erasmo compartió a través de Twitter un hilo narrando los dos escenarios que vivió para poder cumplir el “sueño americano” junto con su hermano y su paso por los centros de detención de Estados Unidos. Esta sería una de las pocas veces que un nicaragüense relata lo que viven los migrantes dentro de estos lugares de reclusión.

«Cuando cruzamos (el río Bravo) no dejaba de sonreír como pendejo. Ya estábamos fuera de peligro completamente y a salvo en nuestro destino (Estados Unidos). Caminamos dos horas y media en busca de la border patrol (patrulla fronteriza) para entregarnos a las autoridades y solicitar el asilo político», describió el joven.

Al ver a las autoridades fronterizas, Erasmo y su hermano pensaron que su odisea acabaría, sin embargo estaban a punto de vivir otro calvario que se extendería por dos largos meses, aguantando frío, humillaciones, racismo, hambre, aburrimiento, depresión, tristeza y desesperación, al punto de desear la deportación.

Fotos de la travesía de Erasmo Aragón rumbo a Estados Unidos. LA PRENSA/Tomada de Twitter

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El joven cuenta que una vez se entregaron —junto con otro grupo de migrantes de otras nacionalidades— a las autoridades estadounidenses, los oficiales lo primero que hicieron fue tomarles los datos personales y documentos. Luego les solicitaron que pusieran sus pertenencias de valor (celular, cargador, reloj) dentro de una bolsa plástica y que lo demás que llevaban consigo los tiraran a la basura. «Solo nos dieron derecho a la bolsa con el celular y a una camiseta, un pantalón, un suéter —si tenías— y un par de zapatos».

La Embajada de Estados Unidos en Managua emitió la semana pasada un anuncio en el que alertó de no viajar a ese país sin contar con un permiso de ingreso legal, porque serán detenidos en la frontera e inmediatamente deportados. «Si llega a la frontera de EE. UU. de manera irregular, solo o acompañado, será deportado inmediatamente. No crea en las mentiras de los coyotes, no inicie un viaje en vano», dijo.

Sin embargo, para este nuevo año, el 15 de enero salió de Honduras la primera caravana con unas 600 personas, de las cuales alrededor de la mitad corresponde a migrantes nicaragüenses «que huyen del régimen de Daniel Ortega», según señalaron los connacionales al medio hondureño Contracorriente.

De acuerdo con los números oficiales del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) julio y noviembre de 2021 fueron los meses con más detenciones de nicaragüenses: más de 13 mil cada uno. En total, entre enero y noviembre del año pasado, fueron detenidos 72,192 nicaragüenses, quienes intentaron ingresar de forma irregular a Estados Unidos.

Casi una semana en la “hielera”

Después de ser requisado, el grupo de migrantes, entre ellos Erasmo y Onell, fueron llevados a unos cuartos extremadamente fríos en las instalaciones de reclusión donde trasladan a los migrantes. Cuenta que a este lugar le apodan “la hielera” por el frío extremo que hace dentro del cubículo.

«El frío que hace dentro de las celdas es insoportable, peor si no tenés suéter, te dan una especie de manta de papel de aluminio que la verdad ayuda mucho con el frío, pero a su vez hace un ruido horrible cuando se mueve que no deja dormir en paz», comenta el nicaragüense.

De acuerdo con el relato, en ese lugar permanecieron entre cuatro y cinco días «sin bañarnos y con el frío, supongo que es parte de un protocolo. Miramos cómo deportaban a unos pobres chapines (guatemaltecos) todos jóvenes y eso me hizo reflexionar mucho, eran como cien personas, iban esposados de las manos y de los pies», continuó relatando Erasmo, quien describió que entre los migrantes que buscaban el sueño americano destacaban venezolanos, cubanos y guatemaltecos.

Casi una semana después de permanecer en la “hielera”, los indocumentados fueron esposados de las manos y pies, con una cadena en la cintura, para ser trasladados en un autobús a una prisión en Livingston, Texas, donde estuvieron recluidos por cinco días en unas celdas unipersonales. «Nos daban acceso a un corredor donde podíamos relacionarnos con otros detenidos que viajaron con nosotros. La comida en ese lugar ya no era tan apetitosa, a veces hasta se te iba el hambre solo de verla, pero pues había que comer», relató.

Imagen con fines ilustrativos de cómo duermen los migrantes en la “hielera”. LA PRENSA/Tomada de internet

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Erasmo detalló que posteriormente fueron esposados nuevamente de manos a la cintura y de los pies para ser llevados al aeropuerto de Houston y ser trasladados a un centro de detención de la ciudad de Jacksonville, Florida, donde pasarían 58 días más.

«Cuando llegamos a este lugar fue un papeleo horrible, pues tenían que revisar los expedientes, nos dieron igual que en los demás lugares, un colchón, unas cobijas y dos uniformes azules con tus pares de calcetines, chinelas y unos zapatos sin cordones. Las celdas aquí eran grandes con capacidad para 64 personas y podíamos salir una hora al patio a tomar el sol y cada 4 días podíamos ir una hora a jugar futbol a una cancha. Era el mejor día de la semana», dice.

Describió que los primeros 14 días en el lugar fueron de “cuarentena” por el covid-19 , después de ese periodo fueron sometidos a la entrevista de Temor Creíble, donde básicamente el migrante expone sus razones para solicitar asilo. «Claramente mi hermano y yo dimos positivo para ‘temor creíble’, las entrevistas fueron casi 25 días después de haber llegado ahí, ya todos estábamos hartos de estar encerrados».

Trabajo dentro del centro

El joven comentó que dentro del centro los reclusos pueden aplicar a diferentes tipos de trabajo como traductores, lavandería, limpieza, barbería o en cocina. Erasmo relata que se inscribió en el área de cocina. El horario era de ocho horas y el pago era solo de tres dólares al día, pero dice que eso era suficiente con tal de no permanecer encerrado en su celda. «Con esos 3 dólares diarios solo podía comprar una maruchan y una gaseosa o bien 15 minutos de videollamada».

«En la cocina empecé lavando platos, luego en la línea, luego cocinando y terminé trabajando en el Truck, lo que implicaba trabajar en la bodega y descargar una rastra con alimentos. Ahí viví el racismo por parte de oficiales blancos, lo cual me extrañó porque muchas de las oficiales en la cocina son afroamericanas, pero pensándolo bien yo soy latino así que sí, fueron racistas conmigo y con otros hermanos latinos», lamentó.

Erasmo aseguró que todo este proceso de detención estuvo en una celda distinta a la de su hermano Onell. Aunque solicitaron que los movieran a la misma celda, señala que «no les pusieron mente».

Continuó relatando que en la celda los días se hacían extremadamente largos, «más los sábados y domingos» y en ocasiones los episodios de depresión eran tales que los reclusos dejaban de comer, «todos bajaron de peso rapidísimo».

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«Solo imaginen lo deprimente del encierro ahí que un colega brasileño literalmente se lanzó del segundo piso, fue un intento real de suicidio lo cual nos impactó a todos (…) solo pónganse a pensar cómo estaba la situación ahí adentro que él ya no miraba otra salida». «Yo solía comparar ese lugar con un campo de concentración de la Alemania nazi, así de fuerte, pues no hay muchas diferencias, excepto que teníamos televisión y ciertos beneficios, pero el resto era básicamente lo mismo», describió el joven.

El día más alegre de su vida

Aunque pasó por situaciones muy difíciles, Erasmo estaba confiado en que saldría con éxito de ese lugar, pues en días anteriores había aprobado el ‘temor creíble’. El día menos pensado llegó a la cocina un oficial de Migración para entregarle la fotocopia de sus documentos y la entrevista, lo que significaba que en un periodo máximo de una semana después le entregarían su carta de libertad. El 18 de diciembre el joven junto con su hermano estaban saliendo del centro de detención.

«Lloré de la alegría al verla, pues sabía que podía salir libre al día siguiente o dentro de unos 4 días cuando mucho, salí corriendo de la cocina en busca de unos datos que debía llenar en el documento, recuerdo que corrí hacia mi celda como loco, eufórico por lo que esa hoja de papel significaba, del grupo de cien personas con las que yo entré a esa celda fui de los últimos en salir libre», escribió emocionado el nicaragüense., quien dos días después fue puesto en libertad.

El caso de Erasmo y Onell es apenas el reflejo de los cientos de compatriotas que a diario buscan la forma de salir de forma irregular del país. En la mayoría de los casos las familias venden todas sus pertenencias o hacen préstamos para asegurar la ruta hacia su destino.

Erasmo reconoce que tanto él como su hermano se vieron obligados a huir, no solo por la situación económica, sino por el contexto político que vive el país. Además, ellos participaron de las convulsas protestas contra el régimen de Ortega en abril de 2018. En el siguiente año, en enero de 2019, habían sido secuestrados por la Policía y llevados a la delegación departamental de Granada, donde permanecieron retenidos por una semana.

«Nuestra historia es muy difícil, pero solo es una historia más entre tantas que se escriben día a día en las vidas de miles de personas, una cruda realidad que parece no tener fin, muchos siguen abandonando sus países por muchos motivos diferentes para soportar cosas así o peores», reflexionó.

Actualmente tanto Erasmo como Onell se encuentran libres y gestionando con las autoridades su solicitud de asilo y permiso de trabajo.

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