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Concluye el año en que por fin el mundo se dio cuenta de la realidad de Nicaragua

Ha costado un caudal de voces, de fuerzas y energías explicar al mundo la existencia en Nicaragua de un sistema dictatorial que como un cáncer vende la muerte y la opresión como sinónimo de vida, cristianismo y de prosperidad. Esfuerzo que ha ido progresivamente contribuyendo a que la ciudadanía también tome conciencia de que ese sistema que se alimenta de varias vertientes y que consume la vida no es lo único posible para sobrevivir. 

Nicaragua cerró el año 2021 con la presencia de un cáncer fraguado en cienes de años pero por fin detectado que ha hecho metástasis en la sociedad. Una metástasis que va impregnando en los órganos vitales la idea de que se vale todo, incluso matar, para acumular poder y riqueza. Que premia y promueve el chantaje, el abuso de poder, la corrupción, el despilfarro, la destrucción de los medios de vida, del agua, la tierra, incluso del cuerpo de las mujeres, todo con tal de sostenerse en el poder. 

Un cáncer que casi de forma intravenosa introduce la cultura del odio, del desprecio y la descalificación entre nicaragüenses como medio efectivo para sostenerse. Que normaliza la acusación y la incriminación sin base y fomenta “la venta” de la dignidad del otro y de la otra a su sistema y además lo premia. 

Es un cáncer que cultiva la desconfianza como un medio efectivo que rompe cada día con los vasos comunicantes del tejido social comunitario, suspicacia y recelo que destruye la energía vital con la que cuenta la sociedad para enfrentar las consecuencias de un mal que le corroe la existencia misma. 

Es un sistema dictatorial que deshumaniza lo humano, que su complejidad se explica en que ha contado a través de la historia con la autoría y complicidad de tantos sectores de la sociedad en los diferentes ámbitos políticos, económicos, sociales, religiosos, gremiales, entre otros, que para deconstruirlo es vital salir del orteguismo y aun así no será suficiente.

Tenemos muchos retos como sociedad para el 2022 y los años venideros, el principal es recobrar el valor de la vida, de la dignidad y de la valía de ser nicaragüenses. De la necesidad del encuentro en medio de la diferencia, de seguir siendo rebeldes sin quitarle valor al orden y a la organicidad. Es darle fuerza a los fundamentos éticos y a los valores fundamentales que convertidos  en un nuevo marco de convivencia socialmente institucionalizado y consensuado den certidumbre a la convivencia en comunidad más allá de las ideologías, de los caudillos y de los intereses personales y sectoriales. 

El mayor desafío es seguir teniendo la certeza que otra forma de hacer la política, la economía y de convivencia entre nicaragüenses es posible. Tener certeza de que el actual sistema político existente no es un camino invencible y del que no se puede salir, pero que para ello tenemos que vencer la desconfianza y el aislamiento e implicarnos todos para afrontar juntos los costos que ello conlleva. 

Abril abrió una puerta para dejar atrás el pragmatismo resignado que ha buscado siempre el acomodarse a los tiempos y a la convivencia con las fuerzas que nos quitan el aliento y la dignidad y que nos son pocas. 

Es ahora la gran oportunidad de construir juntos, en la diferencia, en la multiculturalidad, sin exclusiones, mediante la escucha y el acercamiento transparente entre nosotros, las bases infranqueables para que prevalezca el deber con la patria, la honradez, el valor de la palabra, y por sobre todo la verdad y la justicia, y con ellas la Nicaragua abundante en derechos que este pueblo valiente merece. Y así amanecerá y esta vez no para unos, sino para todos. 

La autora es defensora de derechos humanos actualmente en el exilio político. Cientista social y master en Integración Centroamericana y Desarrollo. 

Opinión Nicaragua presos políticos archivo
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