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Los últimos y los incompetentes

(FIRMAS PRESS) Es posible que las profecías de Nietzsche hayan calado en lo más profundo de nuestro ideario. El pesimismo, la tristeza y la incertidumbre que vienen junto a la muerte del mito de Dios es palpable. Pero, ¿qué significa “Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado”?, ¿qué es lo que nos insinúa el filósofo en estas líneas? No está hablando acerca de la figura de Dios, no tiene nada que ver con la religión. Estas acusaciones y penurias hablan de la pérdida de la energía más pura del ser humano, el ímpetu que movía montañas; Nietzsche estaba hablando del crepúsculo de lo místico, de lo inmaterial. 

¿Y si no se refería a la religión, qué es la espiritualidad de la que estaba hablando el prusiano? Se refiere a la alergia que parece tenerle las nuevas generaciones a creer en algo. A sentir pasión por el hoy, a estar aburrido, a no buscar el sentido de tu vida en las situaciones ajenas, a crear una opinión, a concentrarse en una tarea, a buscar propósito. Convertirse en superhombre, como los catalogó Nietzsche, no es volverse un ermitaño, un ser egoísta y alejado que no desea ser parte de la comunidad, sino todo lo contrario. Los superhombres, según el alemán, son aquellos que se mueven por sus propias ideas y convicciones, sin la intervención de pensamientos ajenos a ellos; una utopía en sí mismo. La contraparte de esta imagen es la de los últimos hombres, individuos sin personalidad, sin individualismo; una amalgama de verborrea y servilismo. Los últimos hombres son el punto más bajo al que puede llegar una persona. Y es que las palabras de Nietzsche parecen haber sido, además de malinterpretadas, una elección de palabras erróneas. Haciendo entender a muchos una vía inexacta. Porque que la vida no tenga un sentido fijo, no significa que la vida no tenga sentido. 

Al auge de un ejército de “últimos hombres” se le une el principio de Peter. Este principio, introducido por Laurence J. Peter, nos explica el surgimiento de la incompetencia dentro de un esquema de trabajo. ¿Qué quiere decir esto? Le da sentido a la pregunta de quién y hasta dónde se hace una labor de manera correcta. Un empleado realizará bien su función y ascenderá de rango hasta llegar a su nivel de incompetencia, lugar en el cual dejará de dar frutos y se estancará. Ahora, ¿qué sucede cuando el ascenso no tiene control? Llegan a puestos críticos, gracias a la promoción indiscriminada, incompetentes a tiempo completo y envenenan toda la cadena de poder. 

Y es que la muerte de Dios ha agarrado a los últimos hombres por sorpresa. Descubrieron, más allá de las fronteras de sus narices, que el oscuro vacío de la nada no es atractivo y que recorrer el largo tramo de la vida sin ayuda es una tarea difícil. Y levantaron con tragedia sus miradas, ¿y a quién vieron? Los dorados bustos de los incompetentes al poder. Jefes de tribu que ostentan medallas de sus nuevos dioses. Los brillantes colores de esta nueva creencia sedujeron a los últimos hombres y los amarraron. Ahora una muralla de individuos defienden el error al que nos señala Peter porque en él encuentran el rayo de luz que alumbra y calienta la larga ruta a la que se enfrentan.

Esa es la pieza clave en este maremoto de pasiones. Todo es político, todo necesita corrección, todo debe revisarse en nombre de las nuevas figuras. La rapidez y la volatilidad de la vida actual obliga a muchos a perder el Norte, a seguir “apuñalando” a Dios. Y lo triste es que muchos contemplarán en sus acciones una herramienta para darle forma y figura a la niebla que los rodea, a la incertidumbre del mañana, sin darse cuenta de que lo único que logran es opacar aún más un amanecer que está tardando en salir. [FIRMAS PRESS]

El autor es escritor panameño.

Opinión Nietzsche archivo
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