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Un alma hermosa

Este artículo comenzó titulándose Perdón, siguió con Los caprichos del destino, y terminó titulándose Un alma hermosa.

Cuatro líneas llevaban ya escritas sobre el perdón hasta que mi hija me ha llevado esta noche, con una de sus preguntas, a una reflexión extraña, inquietante y a su vez tranquilizadora. 

Su pregunta era sobre el por qué le han ocurrido ciertas cosas durante su vida y ha tenido que luchar día tras día para superarlas. 

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué a nosotros? Y pensamos que es injusto, nos sentimos abandonados por un universo que parece mirarnos con indiferencia. 

Entonces, como si no fuera mi yo pesimista la que hablara, le he dicho que nuestras vidas son engranajes complejos de un destino caprichoso que tiene un plan para nosotros. Mi niña me miró raro y yo intenté explicarle lo que había querido decir: “Si tu no hubieras pasado por todo lo que has pasado, ahora no serías la luchadora que eres, ahora no mirarías a los demás con esa empatía de la que muchos carecen, ahora mismo, no serías la niña madura que ha superado año tras año cualquier piedra del camino. Quizás, si estás donde estás es porque tienes una misión, porque debes ayudar a alguien y salvarlo, porque nadie mejor que tú sabe lo difícil que pueden llegar a ser muchos caminos en los que existen más obstáculos que recompensas”. 

Siempre he sentido que mis hijos salvaron mi vida, pero nunca encontraré palabras para expresar lo mucho que los amo, y lo poco merecedora que me siento ante esos dos hermosos tesoros que la vida me ha regalado. Siempre he pensado que ocuparán un lugar importante en este mundo, tal vez, todos los padres piensan eso de sus hijos, pero yo no lo pienso con respecto a su grandeza económica o posición social, yo lo pienso con respecto a su belleza espiritual.

Cuando arrugas un papel, por mucho que intentes dejarlo como antes, jamás lo conseguirás, el daño está hecho y siempre quedarán marcas de ese dolor en el alma, pero, puedes lamentarte e intentar destruir otros papeles, o bien, puedes intentar que nadie destruya ni arrugue otros papeles. 

Muchas personas no brillan gracias a ese dolor, brillan a pesar de ese dolor, y su luz es tan maravillosa que por mucho que intenten apagarla, jamás lo conseguirán, porque esos ángeles serán protegidos en este mundo por poderosos guerreros y guerreras que serán su escudo. 

Mi hija es una de esas almas hermosas que harán mucho bien, una de esas almas para las que el destino tiene un humilde y perfecto plan, una de esas almas puras que no saldrán en las noticias, esas almas no actúan para ser reconocidas, hacen el bien sin ser vistas. Nunca ha necesitado de aplausos, y nunca se ha sentido cómoda entre los que luchaban contra sus demonios, mientras, como cobardes, herían en la oscuridad y mentían creyendo que no se las veía. 

Qué triste es la vida de esa gente que intenta apagar a otros para ser vista, y que precioso es el corazón del que ha sufrido y empatiza, porque la vida es un suspiro, y cuando morimos solo se nos recordará por el dolor o el amor que repartimos. 

Hasta el más rico debe dejar su fortuna en la tierra; y, queridos míos, el dinero se gasta y después llega el olvido, porque cuando el amor se compra es tan falso que tu recuerdo se borra, flota en el aire como un insignificante remolino que cae en el suelo para ser pisado y barrido.

Cuando este mundo llegue para mí a su fin, sabré que mi amor siempre vivirá en ellos al igual que mi recuerdo. 

Mis hijos, ambos tan distintos, ¿pero qué sería del sol sin la luna? Dos vidas nacieron de mi vientre, dos vidas de las que dependen muchas, un vínculo que jamás se romperá, ni necesitarán preguntas cuando el otro avance con dudas.

El mundo nos ha enseñado que el mal siempre triunfa, pero nunca muestra el bien que calla y actúa iluminando caminos que parecían imposibles de atravesar bajo la luz de la luna.

Cuidad a esas almas hermosas que brillan en silencio, porque el universo escucha.

La autora es escritora española, directora de la revista One Stop

Opinión
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