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Foto referencial. LA PRENSA/ARCHIVO

El “voto duro” de Daniel Ortega se debilita y podría estallar, advierten

El régimen de Ortega es “un cáncer” hasta para sus mismos simpatizantes. El caudal de leales ha venido disminuyendo hasta llegar al punto mas bajo de su historia. El miedo mantiene agrupados a los últimos. Un sociólogo vaticina “una implosión” en las filas rojinegras

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La vida de Marcos no es la misma desde que vio a una familia completa incinerada en una casa del barrio Carlos Marx, en Managua. “Fueron los paramilitares”, acusa. Desde ese día, dice, dejó de ser militante sandinista.

El lunes siguiente que llegó a su trabajo en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, sintió repulsión y molestia con la bandera del Frente Sandinista y la propaganda con las caras de Daniel Ortega y Rosario Murillo que están pegadas en los pasillos del edificio donde trabaja.

Hasta poco antes, Marcos se sentía en ambiente con los colores rojo y negro, y hasta con el rosado chicha, pero después de ver el naranja intenso del fuego que salía de la casa de la familia Velázquez Pavón el 16 de junio de 2018, su simpatía por el partido de gobierno cambió

—¿Por qué hasta ese día? Si desde abril ya venían muriendo jóvenes en las calles?

—Es que uno se cree el discurso. Eso de que son delincuentes, y en el mismo fanatismo uno hasta apoya esas cosas. Yo ya no apoyo. No me siento sandinista, pero tengo que pensar en mis hijos también

Marcos no es su nombre real. Es el seudónimo que ha pedido que se utilice para no ser identificado. Hasta la fecha continúa trabajando en el INSS junto a compañeros “muy radicales y muy peligrosos. Hay muchos que trabajan en el INSS y que anduvieron en la operación limpieza”, dice.

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Sus tres hijos son la principal causa por la que él no renuncia a su trabajo, y de vez en cuando participa en actividades partidarias dentro del INSS. No va porque quiere, sino para conservar su empleo.

Desde 2007 que Daniel Ortega regresó al poder, Marcos ha votado por él, pero este año ya no fue así. “Fui a marcar nulo porque tenía que mandarle foto al jefe con el dedo manchado, pero yo estoy claro que este hombre solo nos trae más miseria. Incluso a los mismos sandinistas”, considera.

Marcos cuenta que entre sus mismos compañeros sandinistas hay incertidumbre por el futuro del país. “Hay una secretaria que está endeudada porque sacó un carro con el banco y ahí nos anda prestando. Ella no se queja del Gobierno, pero sí de que el dinero no le da y eso es parte de la misma crisis que ha provocado el Gobierno”, indica el funcionario.

Daniel Ortega llega a caballo a la Plaza de la Revolución el 19 de Julio 2006. Foto LA PRENSA/JulioMolina.

Otro trabajador que reconoce el daño que hace Daniel Ortega a sus simpatizantes es el doctor Solórzano, un médico que trabaja en un hospital del sector público y que tampoco llamaremos por su verdadero nombre para no perjudicarlo.

“Yo soy sandinista, no orteguista. Sé que estos son capaces de dejar al país como en los ochenta. Ellos con los bolsillos llenos y nosotros los más pobres haciendo filones y peleándonos por una libra de arroz”, se queja el médico.

El doctor Solórzano se considera “un sandinista crítico” y dice que como él hay muchos en el partido rojinegro. Le preocupa su empleo y la carestía de la vida, además del control que ejerce el Frente Sandinista sobre los trabajadores del Estado y los mismos militantes.

“Quieren saber hasta el mínimo detalle de la vida privada de uno, y no solo saberlo, quieren controlarlo”, critica.

La merma del voto duro

Marcos y el doctor Solórzano fueron parte del 38 % con el que Daniel Ortega volvió al poder en 2007. Ambos votaron por Ortega, vienen de familias con tradición sandinista, y siguieron votando por el Frente Sandinista en los siguientes comicios, pero el pasado 7 de noviembre fue la excepción.

Aunque llegaron con el dedo marcado a sus centros de trabajo, ninguno de los dos votó por Ortega. Marcos porque ya no cree en el Frente Sandinista, y el doctor Solórzano por la inconformidad que le ha creado el control partidario. “A la fuerza, ni los zapatos”, dice.

El médico señala que su inconformidad nació desde antes de 2018, cuando le pidieron un aval político para contratarlo en un hospital. “Te contratan si sos sandinista, no por lo que sabés. Eso es humillante”, cuestiona.

Marcos, por su parte, recuerda que en más de una ocasión le tocó ir a “rotondear”. Le daban una camiseta de la Juventud Sandinista y lo llevaban junto con otros compañeros de trabajo a una de las principales rotondas de Managua. Quien se negara, podía considerarse despedido. “Menos mal se han calmado, pero andan diciendo que para enero nos van a volver a mandar”, comenta.

De acuerdo con una encuesta de CID-Gallup del pasado mes de octubre, solamente el nueve por ciento de los consultados simpatiza con el partido de gobierno. En otra encuesta de la misma firma hecha en septiembre, la cifra se ubicaba en ocho por ciento, el puntaje más bajo que ha registrado el partido rojinegro desde que estalló la crisis política.

En la misma encuesta de octubre, el 17 por ciento de los consultados dijo que votaría por Daniel Ortega y Rosario Murillo, mientras que el 65 por ciento votaría por un candidato de oposición. El restante 18 por ciento no respondió la pregunta.

El 38 por ciento con el que volvió Daniel Ortega al poder prácticamente se ha esfumado y a criterio de analistas, esto se debe a la inconformidad que tienen los mismos simpatizantes orteguistas con la realidad social y política del país.

Aunque el Consejo Supremo Electoral haya declarado vencedor a Daniel Ortega con el 75 por ciento, esa cifra es muy cuestionada y poco creíble para la comunidad internacional y organismos independientes como Urnas Abiertas, que calcula la abstención en un 81.5 %.

Antes de la crisis política, el Frente Sandinista era capaz de llenar la Plaza de la Revolución con sus simpatizantes. Foto por : Oscar Navarrete/LA PRENSA

“No hay frijoles rojinegros, ni frijoles azul y blanco. El desempleo y los bajos salarios afectan por igual”, explica el economista Enrique Sáenz, quien agrega que no es solamente la carestía de la vida la que ha mermado el “voto duro” de Daniel Ortega, sino también la represión y la falta de esperanza que hay con un gobierno presidido por el caudillo sandinista. “Esa es la base de la explicación de la erosión de su base de apoyo”, señala.

Desde que volvió al poder, Daniel Ortega ha tenido una política populista y clientelar, donde el que le jura y demuestra lealtad, tenía asegurados ciertos beneficios económicos que eran financiados con la cooperación venezolana, la cual empezó a caer desde antes de la crisis política, explica Sáenz.

Actualmente, existen alrededor de 167,000 trabajadores estatales, incluyendo a miembros del Ejército y la Policía. Todos estos trabajadores no recibieron un ajuste salarial desde 2018 y fue hasta el 19 de julio del 2021 que Daniel Ortega anunció un reajuste del cinco por ciento a sus salarios, pero a criterio de Sáenz, “Ortega lo que hizo fue sacarles la lengua”.

Sáenz explica que la mayoría de afiliados en el INSS tienen un salario promedio de 10 mil córdobas y el ajuste del cinco por ciento significaría apenas 500 córdobas, por lo que el reajuste a sus trabajadores no serviría ni para cubrir los 800 córdobas que ha subido la canasta básica este año, la cual se costea en 15,324 córdobas.

La misma encuesta de CID-Gallup reveló que las principales preocupaciones de las familias nicaragüenses son el desempleo (39 %), la carestía de la vida (32 %), el crimen y la violencia (16 %), la covid-19 (15 %) y por último la situación política (6 %).

“A la mujer que trabaja en la zona franca y que gana siete mil córdobas no le preocupa que si se unen, que si la Alianza, que si la Coalición, que Ortega. Lo que le preocupa es cómo le va a dar de comer a su hijo con siete mil pesos”, indica el economista Sáenz.

Implosión rojinegra

Después de la elección del pasado 7 de noviembre en que Daniel Ortega se perpetuó en el poder, nada parece mejorar para los nicaragüenses, ni siquiera para los orteguistas.

“Que ellos (Ortega y Murillo) sigan en el poder significa más pobreza, más miseria, más represión, más desigualdad, más caos para Nicaragua”, explica el sociólogo Óscar René Vargas, quien asegura que desde marzo del 2020 ha alertado de una implosión a lo interno del Frente Sandinista.

A criterio de Vargas, la implosión dentro del Frente Sandinista puede darse en cualquier momento y será por la combinación de cinco crisis que están encadenadas, pero que por su cuenta causan mucho daño. Estas son la crisis económica, social, política, sanitaria e internacional.

“En los pilares del régimen se vive un proceso de implosión. Con la farsa electoral la dictadura no ha ganado nada y no ha avanzado un milímetro, por el contrario, está luchando por su permanencia en el poder dado el incremento de la velocidad de la implosión interna”, argumenta.

Esta implosión de la que habla el sociólogo no está tan alejada de la realidad para el doctor Solórzano. “Hay gente muy molesta e inconforme, sobre todo por el manejo de la pandemia. Los trabajadores de la salud no le importamos a esta gente, y no nos atrevemos a una protesta o una huelga por temor, pero nadie está a gusto con esta gente”, resalta.

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Marcos tiene un sentimiento similar. “Esto ya no se aguanta. La Policía si quiere te para y ya te multa con 700 pesos. Ahí tenés que llorarles y darles su mordidita”, se queja.

La sumisión a la que somete el Frente Sandinista a sus mismos simpatizantes también es otro factor que juega en contra de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Los sandinistas “ya no podemos hacer propuestas. Todo es chi cheñol”, dice el doctor Solórzano, a quien le parece “denigrante” que las palabras e ideas que puedan tener los militantes son menospreciadas y solamente se debe cumplir con lo que diga el comandante.

En el INSS también hay inconformidad, dice Marcos, pero también hay mucho temor, principalmente a perder el empleo o a ser llevado a prisión. “Como en el INSS se manejan grandes cantidades de dinero, bien fácil te montan que te robaste unos 50,000 pesos y estás listo. ¿Quién te va a sacar de ahí?”

El sociólogo Vargas compara la estructura del Frente Sandinista con la de un mueble de madera, que desde fuera puede parecer fuerte y muy fino, pero por dentro está siendo carcomida por termitas. “Así es el proceso de implosión que se desarrolla al interior de la base social del régimen y dentro de los pilares que sostienen a la dictadura”, explica.

Con esa misma lógica, el doctor Solórzano explica por qué Daniel Ortega es un cáncer para el país. “El cáncer va desbaratando todo a su paso y aunque haya tratamiento y muchas personas se salvan, también hay casos donde quedan células cancerígenas y se vuelve a desarrollar la enfermedad. Así es este hombre. El cáncer perdió la elección, pero volvió y se desarrolló otra vez. Ahora nos va a hacer mierda”.

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