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La tortura. Palabra y significado

Puedo imaginar el enorme esfuerzo que hay detrás de las definiciones de algunas palabras que se consensúan en las Academias de la Lengua. Al fin y al cabo, no se trata solo de un significado, sino de que este enmarque y refleje la experiencia humana que hay detrás. La definición de tortura, por ejemplo, implica que toda persona que la haya sufrido suscriba el significado escrito que se da de ella. He ahí la enorme importancia que tiene acertar en el uso correcto de una sola palabra.

Una doble responsabilidad implica el trabajo que hay detrás de términos jurídicos, ya que estos suelen conllevar consecuencias penales o de gracia que pueden condicionar la vida de las personas, más allá de las definiciones del diccionario.

Por todo lo expuesto, cuando hablamos de palabras, no hablamos solo de palabras. Y en ciertos casos, como en Nicaragua, eso encierra algo decisivo.

La definición de tortura que ofrece el diccionario de la lengua es esta: “Grave dolor físico o psicológico infligido a alguien, con métodos y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una confesión, o como medio de castigo”.

La de la Convención contra la Tortura, tratado de 1984, que firmó Nicaragua, dice:

“Todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”.

Lo que se está haciendo contra decenas de personas civiles (no hay ningún militar ni policía entre ellos) por defender sus ideas en las cárceles del régimen, según los indicios y testimonios de quienes los han podido ver brevemente es un flagrante acto de tortura.

Muchos habían imaginado la violencia y la mentira de la que era capaz este régimen, pero no tantos el nivel de crueldad al que llegaría, a sabiendas del dolor infligido a familiares y presos que, con el paso del tiempo, se incrementa más y más.

En una mente relativamente sana no cabe dejar a un hijo sin poder despedirse de su madre moribunda. En una mente relativamente sana no cabe la tortura física y psicológica contra personas detenidas y sin juicio (mujeres, jóvenes y mayores), permitiendo que se enfermen y agraven, sin dejarles ver la luz del sol.

Y si no es así, si no se están cometiendo actos de tortura, por qué no permite el régimen que se emita ninguna imagen de los presos civiles políticos. Y eso que, en cuanto la policía arresta a cualquier persona, no tiene reparos en exhibirlos en pijama azul, violando así cualquier derecho a la privacidad y la intimidad de esa persona. ¿Por qué no muestra el estado de salud en que se encuentran las decenas de prisioneros que mantiene en sus cárceles de la vergüenza?

La forma revanchista, arbitraria, contraria a todo sentido del honor y del amor, en que se está persiguiendo y encarcelando a personas de la sociedad civil recuerda el mismo método histérico con el que los paramilitares (“policías voluntarios”) del régimen acudieron a la orden del “vamos con todo”, sin importar que ese “todo” incluyera disparar contra jóvenes, muchos niños, personas mayores, refugiados tras las puertas de las iglesias o de las universidades. Los balazos en la pared de la iglesia de la Divina Misericordia dan testimonio de aquella locura.

El régimen sigue poniendo su confianza en algo muy traicionero: el tiempo. El paso del tiempo junto a la repetición hasta la saciedad del relato de que hubo un golpe de Estado fue su primer intento de encubrir aquellos crímenes que sus fuerzas cometieron. Por supuesto que hubo actos de vandalismo y también algunos crímenes entre los que protestaban. Pero no se puede olvidar, porque están las imágenes y la verdad para recordárnoslo, que la violencia empezó y terminó con las fuerzas aliadas del régimen. La desproporción de la respuesta fue descomunal, inaudita e injustificable.

Lo que el régimen no podía controlar era a quienes contradecían su relato imaginario, vertido desde la Vicepresidencia. Por eso, estas palabras ya no se pueden leer en el papel impreso que retuvo en la Aduana; por eso expulsa del país a escritores y periodistas que no pueden ejercer su oficio sin verse puesto entre rejas.

Hay mucho dolor encerrado en algunas palabras, una gran experiencia humana y compartida, que un régimen de locura no puede manipular por sí solo. Tortura es tortura.

El autor es periodista.

@jsanchomas

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