El gobierno cubano quiere cambiar radicalmente la economía de la isla y ha emprendido reformas sin precedentes desde el triunfo en 1959 de la Revolución liderada por Fidel Castro.
Este año comenzó con la implementación de la “unificación monetaria” que conllevó la desaparición del CUC, una de las dos monedas de curso legal, y se tradujo en una espiral inflacionaria en la isla.
Y a principios de este mismo mes de febrero, se decretó una ampliación de las actividades en las que se permite el trabajo por cuenta propia, que pasan de 127 a más de 2.000, lo que aumentaría significativamente el papel del sector privado en la economía.
Apegada durante décadas a un modelo de planificación central de inspiración soviética, las reformas cubanas buscan una modernización de la economía cuyo diseño lleva en realidad ya años plasmada en los documentos oficiales del Partido Comunista Cubano (PCC).
El gobierno lo llama “Tarea Ordenamiento”, un programa para “hacer más productiva y eficiente la economía”.
El economista cubano Juan Triana Cordoví describe las reformas como “ambiciosas” aunque, asegura, “deberían haberse aprobado hace tiempo”.
BBC Mundo solicitó comentarios a las autoridades cubanas, pero no obtuvo respuesta.
Por qué ahora
El analista cubano Carlos Alzugaray le dijo a BBC Mundo que “estas medidas se han demorado mucho”.
“La crisis de la pandemia y los cuatro años de sanciones de Trump han llevado la economía a una situación en la que ya no hay más remedio que poner en marcha los cambios”, afirma Alzugaray.
Golpeado por la caída de los ingresos del turismo a causa de la pandemia de coronavirus, el producto interno bruto de la isla se contrajo en 2020 un 11% y los cubanos se han acostumbrado en los últimos meses a convivir con la escasez de productos básicos y a las largas colas para abastecerse.
La situación recuerda al llamado Periodo Especial de la década de 1990, cuando la caída de la URSS dejó a Cuba sin su gran valedor internacional y forzó al gobierno a adoptar medidas económicas draconianas.
La estrategia de apertura controlada de la economía vio la luz en los Lineamientos de Política Económica y Social aprobados por el Congreso del PCC ya en 2011, pero un decenio después solo se han concretado algunas reformas parciales. Otras fueron revertidas tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017 y el fin del acercamiento a Estados Unidos de la era Obama.
Arturo López-Levy, profesor de Relaciones Internacionales en la Holy Names University de Estados Unidos, cree que “el gobierno perdió muchas oportunidades de emprender las reformas en un contexto más favorable”.
Qué economía quiere el gobierno en Cuba
Cuando se aprobaron los lineamientos, el PCCC declaró que el objetivo era “actualizar” la Revolución cubana, pero sin renunciar a la planificación central.
Raúl Castro, su otro líder histórico y gran promotor de las reformas, ha dejado claro en más de una ocasión que, como establece su Constitución, Cuba es un Estado socialista.
En los últimos años, se ha intensificado dentro del oficialismo cubano el debate de por qué modelo económico apostar y hasta dónde abrir la economía a la iniciativa privada.
Se repiten las referencias al “modelo chino” y a la evolución en la superpotencia asiática hacia una economía pujante y dinámica sin que eso significara una apertura política ni poner fin al sistema de partido único, un temor arraigado en la dirigencia cubana y que Fidel Castro expresó varias veces a lo largo de su vida.
Pero Cuba no cuenta ni con la enorme población ni con la incipiente tecnología de China, lo que siembra dudas de que vaya a ser capaz de imitar su modelo.
“Cuba marcha hacia una economía mixta, en la que la iniciativa privada conviva con el Estado, que seguirá controlando sectores estratégicos”, indica Alzugaray.
Efectivamente, las autoridades informaron que seguirán reservadas exclusivamente al Estado actividades como la extracción de petróleo y gas, o la producción de azúcar, tabaco y medicinas.
Triana señala que “la inversión extranjera deberá jugar un papel clave” y por eso el gobierno ya ha dado pasos para facilitarla.
¿Tendrán éxito las reformas?
Son muchos los obstáculos y los expertos coinciden en que, al menos al principio, los efectos de las reformas serán dolorosos para la población.
La supresión del CUC, por ejemplo, encaminada a eliminar distorsiones contables que impedían conocer la verdadera situación de muchas empresas estatales, ha llegado acompañada de una fuerte subida de los precios que el incremento salarial acordado no basta para compensar.
Y la economía arrastra desequilibrios acumulados durante décadas que llevará tiempo corregir.
“Muchas empresas estatales no son viables. ¿Cómo se van a hacer viables si no despiden trabajadores?”, se pregunta Alzugaray.
Triana señala otro hándicap: “No hay holgura fiscal para apoyar a las empresas” que se embarquen en un proceso de reconversión.
Las empresas estatales todavía emplean a millones de trabajadores y aún no se vislumbran alternativas de empleo en un sector privado que no termina de arrancar.
En muchas de ellas anidan la “burocracia y la corrupción”, a las que el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha señalado como culpables de obstaculizar las reformas.
A todo eso se suma un entorno internacional desfavorable. “No se puede olvidar que Cuba sigue siendo un país perseguido por las sanciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos”.
Los límites del cambio
Pese a todos los nubarrones en el horizonte, los expertos coinciden en que Cuba no tiene elección y debe reformar su economía.
Y, sin embargo, la dirigencia que ha diseñado la nueva política económica ha trazado también sus líneas rojas.
López Levy pronostica que “será una economía de mercado, pero no una economía de libre mercado”.
“Si ese fuera el tono, aumentarían las resistencias de quienes se oponen desde dentro del sistema a las reformas”, afirma.
Alzugaray aprecia un “temor grande en algunos sectores a que se llegue a un modelo capitalista en el que grandes empresas con capital extranjero puedan tener más poder que el Estado” y cree que “llevar a cabo estas reformas sin que eso signifique un cambio político es el gran reto que tiene por delante el Partido Comunista Cubano”.
Un reto que deberá afrontar con un liderazgo renovado cuando esta primavera Raúl Castro deje definitivamente su cargo de secretario general, simbolizando así el paso a la reserva de la llamada “generación histórica” de líderes revolucionarios que, sin embargo, conservará según la mayoría de analistas su influencia en la toma de decisiones.
Cuánto y cómo ejecutar el programa de reformas promete seguir siendo la cuestión esencial, tanto para los cubanos de a pie que sueñan con mejorar sus condiciones de vida, como para Díaz-Canel y la nueva hornada de cuadros del Partido.