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¿Cómo llegamos a esto?

Mientras pasan los días y nos acercamos a las elecciones de los Estados Unidos el próximo noviembre, la represión continúa como para no dejar dudas de que el poder no está en juego, la fuerza bruta, “derecho de las bestias” dicen algunos, se regodea a lo largo y ancho de Nicaragua cada vez con más dureza y crueldad.

La mezcla de la fuerza militar-policial-control social-persecución fiscal-seguridad del Estado-Chipote-modelo-cadena perpetua, tiene al país en una esclerosis lamentable, aunque la propaganda oficial sostenga que nos estamos recuperando y que “todo será mejor” con la continuidad del orteguismo en el poder.

La respuesta gubernamental a la presión internacional es una correa de transmisión contra la ciudadanía que resiste en silencio la destrucción de sus derechos y la imposición de la “cultura del miedo” que pretende convertirnos en un país de esclavos, en “res mancipi” sin valor en sí mismo ni un futuro cierto y más bien, citando a Rubén Darío, “un futuro terror”.

Y así vamos “ciegos y locos”, sin brújula y aún sin destino en medio de la pandemia y la represión. Sin una guía ni liderazgo que nos oriente y nos señale una ruta esperanzadora para enfrentar a la dictadura, que cada vez se atornilla ahora con tres nuevas leyes represivas: la de cadena perpetua; otra la multiplicación exponencial de “agentes extranjeros” y la última, la de “delitos cibernéticos”, para terminar de cerrar las murallas de intolerancia y persecución por razones políticas contra los que piensan diferente y sueñan con una república para vivir en paz y en libertad.

El muro invisible de la dictadura se está cerrando para aislarnos cada vez más de las voces de la civilización, que piden respeto a la dignidad de los nicaragüenses. Esas son las respuestas del gobierno a la comunidad democrática internacional: los sancionados reaccionan sancionando a su propio pueblo, agrediéndolo, hostigándolo, amedrentándolo, aterrorizándolo y pretendiendo inmovilizarlo.

Continuamos bajo un estado de sitio de hecho que viene poniendo a prueba nuestra capacidad de resistencia o rebelión. Mediante la represión tratan de moldear una sociedad de hombres oprimidos, a la vez que provocar una reacción violenta de los ciudadanos para terminar la tarea del exterminio de opositores, tarea inconclusa luego de la rebelión cívica de abril del 2018. ¿Pero cómo llegamos a esta situación?… sencillamente como los alemanes bajo Hitler o los italianos bajo Mussolini, los cubanos bajo los Castro, los venezolanos bajo Chávez-Maduro y nosotros mismos, pueblo heroico, bajo los Somoza y ahora bajo los Ortega-Murillo, con sus soldados y sus juegos de guerra.

Nos llevó a esta situación la complicidad de muchos, la permisividad de otros y la negación de una realidad que, aunque no nos terminó gustando, se fue dejando pasar como normal, para algunos como un mecanismo de protección, pensando, como el presidente de Tanzania, sobre el Covid-19 que no mencionando ni pensando en la palabra pandemia esta dejaría de existir; que, si no prestamos atención, podemos continuar con nuestras vidas sin darnos cuenta de nada, que podemos construir un mundo seguro en nuestras mentes, invisibilizando lo que nos incomoda.

Mientras el poder perverso manipulaba y sustituía lentamente pero seguro, símbolos, valores, imágenes, para su beneficio, no tomamos conciencia de que venían despojándonos de nuestros valores más preciados para sustituir sandinismo por orteguismo, patria por partido, la bandera del FSLN cada vez más parecida a la esvástica hitleriana, así como Hitler deformó los valores de la cultura alemana hasta llegar al genocidio de los judíos. Así nos encontramos finalizando el 2020. ¿Habrá un Auschwitz en nuestro futuro?

El autor es miembro del CEN del partido Ciudadanos por la Libertad.

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