No puede catalogarse a la oposición como una organización política disuelta como la considera un sector de la población nicaragüense. Lo que existe en ella es una dispersión sujeta al criterio personal o emotivo de muchos de sus miembros abrigados por el deseo aclarando que esa aspiración no puede ser destructiva. Hay momentos en que vibra la declaración a los medios o en el seno extrovertido de algunas de sus estructuras de susceptible trascendencia. Lo que boga es la forma de un proyecto inherente a un proceso de unidad teóricamente concebido como un objetivo integral, la aspiración de consolidar ya a una democracia en plenitud.
Las circunstancias apremiantes piden la solidez comprobada de la acción. Sobran los discursos y empalidecen los hechos. Fluye el carnaval y escasea el pragmatismo. Toman la fotografía para que esta quede como el testimonio más beligerante de la lucha.
No quiero sentir errada esta conceptualización. No intuyo la firmeza estable en el adecuado comportamiento político entre los cuales está la crisis de la articulación para lograr el objetivo principal del cambio. Una de ellas es el debilitamiento de varios segmentos del campesinado y de la juventud para la cual según una posición confesa hay escasez de sillas en un salón atiborrado de burócratas. Aflora la disputa por las casillas cuando solo se necesita una.
Pero eso no quiere decir que se acabó el intento de unidad o la unidad misma cuando esta se constituya.
La oposición tiene el derecho de ser plural en sus principios. Está integrada por organismos y criterios ideológicos no iguales solamente opuesta al sistema donde haya dictadura. Qué José Pallais y Carlos Tünnermann se contradigan públicamente “eso no tiene la menor importancia”. Lo que tiene categoría de ineludible es el logro del objetivo: la democracia en plenitud con todas las derivaciones de su doctrina.
Pero cómo puede concebirse con una oposición fragmentada por todos lados. Solamente puede aceptársele con una rectificación oportuna y coyuntural de cada una de las posiciones que armonizan con el criterio único de la unidad estampada por lo tanto en una sola palabra y no de las tantas que menudean, sacrificando posturas disímiles, partidarias. Excluyentes de las cuales ya sean dado ejemplos en el ámbito nacional.
Debe comprenderse que las desavenencias estarán siempre presentes en la mínima o máxima contingencia. Lo sabio es hacer buen uso de ellas para ser útiles y no inútiles en el rato crucial de la concordancia, en un periodo donde el tiempo tiene el privilegio de la velocidad. Ese es un factor desestimado del cual puede aprovecharse la parte oficial del evento sobre todo cuando no ha dado la importancia debida al desarrollo del proceso.
El autor es periodista.