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En la curia de la Diócesis de León se siente que hay obispo nuevo. Han cambiado las cortinas, un grupo de hombres pinta la fachada del palacio episcopal, el jardín está recién podado y en la sala de estar de la curia se ha retirado el cuadro del anterior obispo, Bosco Vivas, para poner el de monseñor Sócrates René Sándigo.
El sol calienta rápido frente al edificio de dos plantas donde vive el obispo de una de las diócesis más antiguas del continente. En una amplia sala varias personas esperan hablar con el nuevo obispo de León y Chinandega. Monseñor Sándigo nos hizo esperar dos horas. Cuando ya estábamos a punto de preguntar por tercera vez que si nos iba a atender, finalmente nos recibe en la segunda planta para darnos una entrevista de apenas 20 minutos.
Hablaremos de su reciente nombramiento como obispo de León, de los paramilitares orteguistas, la crisis en el país, las posibles soluciones y al final alcanzamos a preguntarle si tiene alguna simpatía con el Frente Sandinista.
Nos espera con una sonrisa y bromeando sobre la nota que publicó el diario LA PRENSA, el día de su llegada a León. A Sándigo no le gustó el titular. En la espaciosa sala donde nos recibe hay un balcón con una vista preciosa hacia la catedral, que es patrimonio de la humanidad, y el parque central. En el centro de la mesa de madera robusta descansa un arreglo de rosas. En las paredes hay lienzos antiguos y hasta el busto en mármol de uno de los 50 anteriores obispos. Es una sala de otro tiempo.
¿Qué recuerda de los años 80?
Por una parte difíciles pero por otra parte gozosos, por hacer una experiencia de seminario en circunstancias difíciles desde el punto de vista alimenticio. No teníamos en el seminario suficiente comida. Era una vida muy limitada. Después, la segunda parte, la fui hacer a otro país y me distancié de lo que aquí estábamos viviendo. Yo creo que todas las etapas de la vida son hermosas. Con sus claros y sus oscuros.
¿Cómo recibió la noticia de que había sido nombrado obispo?
Son dos las experiencias. Una cuando apenas acababa de cumplir 38 años. Comenzando con poco de temor y dolor porque cuando yo veo sacerdotes que tienen la edad que yo tenía cuando comencé y me da escalofríos. Precisamente esta semana me vino a visitar un sacerdote de la Diócesis de Granada y él me dijo “monseñor yo tengo la edad que tenía usted cuando lo ordenaron obispo”. Lo veo a él sin canas, sin arrugas, entero físicamente y digo ese era yo y da susto. Pero hay un convencimiento de fe.
Usted estaba celebrando su cumpleaños cuando estallaron las protestas de 2018 ¿cómo lo recuerda?
En efecto había una reunión de varios sectores pastorales en un auditorio de la universidad y había varios sacerdotes al lado. Algunos me estaban informando de lo que estaba sucediendo sobre todo en Managua y León y yo no podía estar en dos realidades adversas al mismo tiempo. En una de alegría por mi cumpleaños que había gente tan linda y otra sabiendo la circunstancias negativas por la que estaba pasando Nicaragua. Por ello en un momento determinado les dije por el micrófono: “Que pena no poder seguir celebrando el cumpleaños”. Ya el sacerdote me estaba dando información de hasta muertos en la ciudad de Managua y la gente comprendió y nos fuimos a nuestras casas a empezar a vivir esa crisis que lamentable ha afectado a toda Nicaragua.
Luego de un año ¿qué piensa de todo lo vivido?
Yo creo que esto ha sido trágico para todos los nicaragüenses porque no es la misma Nicaragua. Es una Nicaragua que de alguna manera hay que reconstruir espiritualmente porque mucha gente ha estado afectada hasta en su propia fe. Hay gente que se ha ido de la iglesia tal vez teniendo resentimiento de un lado o de otro. Se necesita una reconstrucción moral porque no se puede negar un deterioro de valores, de justicia y de respeto. Hasta una restauración social, hasta de infraestructura porque hasta en eso también hubo afectaciones. Yo creo que tenemos que trabajar fuertemente con sinceridad un proceso de sanación porque por la fuerza, sea de una parte o sea de la otra, no se va a encontrar las soluciones. Todo tiene que ser un proceso de raíz que nos lleve a una sanación. Creo que no es justo que esas generaciones de niños que vienen creciendo vayan absorbiendo un ambiente social en el que no se respira tranquilidad. Lo que valoro es que tenemos todavía mucho que hacer para sanar heridas.
En ese proceso de sanación ¿viene incluido la salida del poder de Daniel Ortega?
Cuando la crisis estaba en su punto alto escuché a alguien que decía algo que considero es importante. Esta crisis nos debe llevar a buscar un proceso que supere lo inmediato porque sino cabíamos de mentalidad, de cultura, de manera de ser, podemos solucionar hasta con un cambio de liderazgo inmediato pero pasado mañana vamos a volver a la misma. Esto nos debe llevar a tener metas a más largo plazo donde lleguemos a un punto de calidad de vida espiritual, moral social y que jamás volvamos a este tipo de crisis que como todos sabemos están volviendo cada tanto. Entonces yo no digo que con un cambio de administración inmediato hemos encontrado la solución. Hay que pensar a más largo plazo y ese trabajo se tiene que hacer con los jóvenes se tiene que hacer con los niños.
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Entonces ¿deberíamos esperar hasta las elecciones de 2021?
Yo creo que este trabajo amerita hacerlo ya. Hay sectores que ya lo está haciendo. No es solo ver a quien se pone sino preparar a esos que se van a poner a administrar el país. Creo que en ocasiones pensamos solo en cambios pero no pensamos en preparar desde las bases a esos que van a ser los lideres del futuro. La iglesia misma se preocupa diario por formar a sus líderes sociales, en el ámbito religioso, en los temas de la comunidad, en lo pastoral, en el ámbito educativo pero también tiene que ser un trabajo amplio porque no es solo un sector el que debe cambiar, es la sociedad entera que debe evolucionar. Si la sociedades se estanca, las crisis las vamos a tener sino a nivel nacional la vamos a tener a nivel institucional, la vamos a tener a nivel familiar. Por eso ese trabajo amerita que se le dé continuidad y amplitud social. No creo que la fórmula mágica sea quitar a uno y poner otro. Sí, tenemos que reconocer que debe haber cambios, pero hay que preparar esos que posteriormente asuman esos liderazgos que deberían ser servicios a la sociedad.
Iglesias católicas han sido atacadas por turbas y paramilitares ¿cómo miran eso desde la Conferencia Episcopal?
Forma parte de una crisis social. En la que es probable que alguien con fe católica tiene expresiones que no deberían de ser en ese momento, pero ojalá fuera solamente un ataque a la infraestructura. Ya es dañino un ataque de persona a persona y eso ha sido doloroso entre todos los nicaragüenses. Han sido ataques al punto de causar muerte y luto. Eso forma parte de la crisis en la que lamentablemente ha predominado a veces la acción prematura y con poca racionalidad sobre la sensatez y la racionalidad y ha predominado el impulso flemático sobre la serenidad que brota de un sentimiento de quien está tranquilo.
¿Qué opina de la existencia de grupos paramilitares?
Eso es una evidencia de la crisis que estamos viviendo. Obvio no estamos de acuerdo con eso, porque eso lo que está generando es más inestabilidad, más violencia y más deterioro en la calidad de vida. Yo creo que esto amerita que todos nos pongamos la mano en la conciencia y empecemos a trabajar racionalmente. Yo fui testigo de personas que en la normalidad de la vida se manifestaban como personas buenas, sensatas y caritativas. En la crisis se han convertido en otras personas. He pensado que esta persona es otra, no es la que conocí. Esto es efecto de la crisis que ha afectado la individualidad de las personas. En esto todos hemos tenido que ver tanto en afectar la cosa o en incidir para que se vaya sanando. Uno espera que estas cosas mermen hasta que no se repitan y que se consiga con base a la justicia una estabilidad que si ya no vamos a gozar nosotros los de esta generación la gocen los jóvenes y los niños que vienen.
En una homilía usted dio a entender que hasta los obispos eran responsables por la violencia y pedía perdón a las madres de las víctimas.
Sí. Esa fue una manipulación de una homilía. Precisamente con base a la misma crisis, queriendo hacerme quedar mal a mí y queriendo como sacar provecho de una reflexión ante la virgen en la que nunca mencioné a la Conferencia Episcopal. Me refería a los nicaragüenses que tenemos que pedirle perdón a la virgen. Tiene que pedirle perdón la mamá que no formó bien a sus hijos, el profesor que no transmitió valores a sus hijos, el que tenía responsabilidades pastorales y no la transmitió a la sociedad. En todos los niveles. Pero creo que no fue honesto y se le puso nombre y apellido pero cuando yo decía “hemos” de pedir perdón me refería a todos los nicaragüenses.
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¿Por qué la Conferencia Episcopal dejó el diálogo nacional?
No, la Conferencia no dejó el diálogo. Estuvo dispuesta y esperó que las partes finalmente se sentaran pero lastimosamente no lo hicieron y cuando ya ellos nuevamente dispusieron a sentarse pues nosotros consideramos que podíamos seguir prestando un servicio para los nicaragüenses desde el campo que nos toca que es la atención pastoral de nuestras gentes. Desde esa dimensión del rezo. Nosotros somos creyentes en que lo sobrenatural y que Dios tiene una fuerte incidencia en la historia y los destinos de los pueblos. Dejamos que la sociedad se ocupara de ese otro aspecto. De manera que no nos hemos retirado. Estamos de alguna manera como hormigas trabajando cada miembro de la iglesia está pues en búsqueda de la solución de nuestro país. Bueno, yo creo que ya.
La última pregunta. Se le ha señalado de ser cercano al Frente Sandinista ¿usted es sandinista?
Las redes ahora son abiertas y pueden decir cualquier cosa. Yo soy obispo, pastor de la iglesia, acompaño a los miembros de la iglesia que se revisten de un color o de otro de manera que ese ámbito político para mi ocupa otra esfera. Si inclinaciones hubiesen en mi vida de esta índole pues vengo de una familia liberal muy afectada por el sistema sandinista de los años 80, tíos comunicadores que murieron en el exilio fruto del cierre de sus emisoras sino que lo diga el tío Manuel Jirón, dueño de la Radio Mi Preferida y Radio Amor. Hermano de mi mamá que sufrió mucho como tuvo que ir al exilio, ahora lo puedo decir en la valijera de un vehículo de un embajador. Si existiese una tendencia creo que no sería la de quien más bien ha sido de afectación y dolor para mi propia familia, con hermanos que tuvieron que emigrar. Lo sufrimos en carne propia de mi casa secuestrada en aquel entonces por varios días. Niño yo todavía de no poder salir.
He de confesar que me tuve que hacer un tratamiento psicológico y espiritual para poder aceptar el uniforme militar. Porque arrastraba esos traumas de infancia fruto de esas crisis que uno arrastra. De modo que cuando los que me conocen y mi familia ven en las redes esas cosas se ríen y dicen “no creo que tenga una sangre que se incline para eso”.
Plano Personal
Nació en el municipio de Diría, departamento de Granada, el 19 de abril de 1965.
Sus padres, Enrique Sándigo e Isabel Jirón, tuvieron 12 hijos. Sócrates fue el noveno.
Fue profesor de los tres Seminarios Mayores de la Provincia Eclesiástica de Nicaragua.
Fue secretario de la Conferencia Episcopal y delegado de la misma ante el Consejo Episcopal Latinoamericano.
Fue nombrado obispo de la Diócesis de Juigalpa por el Papa Juan Pablo II, el 28 de octubre de 2004 y finalmente consagrado en enero de 2005. Tenía 39 años.