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Francisco Ortega. LAPRENSA/O.Navarrete

Doctor Francisco Ortega: “Perdí la pierna pero no la patria”

En la guerra de los años 80, el doctor Francisco Ortega perdió la pierna en una explosión. Años después estudió derecho, y desde abril lleva los casos de los familiares de los asesinados y reprimidos por el régimen

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Al doctor Francisco Ortega no le gusta hablar de su pasado. De los días cuando caminaba en la montaña con batallones de soldados en misiones de guerra. De las explosiones de bombas, las balas silbantes, los cuerpos mutilados, los ataques nocturnos.

A los 24 años de edad, en 1988, se integró al Batallón de Lucha Irregular (BLI) Santos López, en la Operación Danto 88, la última gran ofensiva del Frente Sandinista frente a las fuerzas de la contrarrevolución que estaban en la frontera de Nicaragua con Honduras. Francisco Ortega entonces era estudiante de Medicina y uno de los miembros de la Brigada Médico Quirúrgica que asistía a los soldados heridos durante las batallas.

Habían pasado dos días de combates cruentos en la selva. Mientras en Managua, la capital, en los periódicos de la época se informaba sobre los términos de un acuerdo de paz entre el Frente Sandinista y el Frente Democrático Nicaragüense (FDN), las fuerzas en disputa, las tropas del Ejército Popular Sandinista (EPS) cruzaban el río Bocay para tomar por sorpresa a los campamentos de la Contra.

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Francisco Ortega ya había curado a varios compañeros heridos. Había cerrado heridas y sacado los cuerpos en medio de las balas. Aquel día, el 12 de marzo de 1988, una tropa se instaló en un sector que se sabía que estaba minado. Todos estaban alerta por si pasaba algo. En esas estaban cuando hubo una detonación fuerte cuyo sonido solo lo podía haber generado una explosión de mina antipersonal. Alguno de sus compañeros —pensó en aquel momento— estaba en peligro.

Lo peor que podía pasar era que un soldado se estuviera desangrando. A pesar de que sabía que el terreno estaba minado, la misión que llevaba desde que salió de Managua era salvar la mayor cantidad de vidas, o bien, disminuir la cuota de dolor de sus compañeros. Ortega vio que un compa estaba herido en el suelo. Después de curarlo y estabilizarlo, al regresar, sintió que la tierra que pisaba se abría con una explosión. Por suerte, dijo en un video dos días después, quedó consciente, pues de forma serena le explicó a su amigo Hamed Rugama, quien lo llegó a rescatar, cómo debía curarse para que no muriera desangrado.

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En un video histórico de la operación, que los militantes sandinistas califican como uno de los mejores operativos militares de Latinoamérica por haber burlado a la Inteligencia estadounidense, Francisco Ortega aparece acostado en una camilla mientras un periodista le pregunta por el incidente y, por el mal audio del video no se escucha bien, parece preguntarle cómo se siente.

—¿Estar herido? —pregunta Ortega, quien solo demora unos segundos para responder con lo que pareciera una proclama ensayada de una generación convencida con la idea de cambiar el mundo—. Bueno, perdí la pierna, pero lo principal es no perder la patria: la revolución.

El doctor Ortega, a los 24 años de edad, durante la operación Danto 88, brindando atención médica a un soldado herido.
LAPRENSA/O.Navarrete

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Arresto

Durante estos últimos seis meses, desde que explotaron las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega, Francisco Ortega ha pasado dos noches en las celdas del Chipote. Es de los pocos ciudadanos que han sido arrestados por un día y liberados sin que la Policía Nacional presente cargos en su contra. No significa que los otros sean culpables, aclara, sino que a lo mejor la casualidad, el azar o el destino, como quiera que se llame, sean responsable de que se encuentre en libertad.

“Lo mío es anecdótico”, repite en esta entrevista constantemente, sobre sus arrestos. “Lo grave son esas personas que llevan meses encarceladas injustamente. Sufriendo torturas, humillaciones y todo tipo de injusticias legales”, dice Ortega, quien sabe lo que dice porque 20 años después de la explosión que le arrancó la pierna, estudió Derecho y desde hace seis meses dedica su tiempo a dar asesoría legal a los familiares de los asesinados, condenados o torturados.

Hace siete días fueron arrestados 38 manifestantes en Camino de Oriente, donde empezó la rebelión hace seis meses. Todos fueron liberados en los dos días siguientes. LAPRENSA/O.Navarrete

El doctor Ortega es alto. Mide aproximadamente 1.80 centímetros. De complexión gruesa, tez blanca, con el rostro fuerte. Camina cojeando de la pierna izquierda en donde tiene la prótesis. Habla con humor, aunque casi no le gusta que el tema sea él. Contesta sereno. Parece que siempre habla con franqueza. Pero como no le gusta hablar sobre su persona, hablan sus compañeros de batalla.

“Es un tipo limpio. Sin récord manchado. Siempre hablando tranquilo y buscando soluciones. Sin miedo, siempre lleno de seguridad”, dice un compañero de Ortega en la operación Danto 88, que no quiere dar su nombre por temor a represalias.

“Era un cachorro que no se andaba con mariconadas. Cargaba hasta batería de vehículos, que una vez hasta le cayó ácido en la espalda pero menos mal le cicatrizó”, dice su compañero cachorro. “Ya te dije: a Chico (Francisco) la Contra le cortó la pierna, pero los güevos le quedaron intactos”.

Esa misma seguridad lo llevó a dormir en el Chipote por primera vez. El 26 de agosto se encontraba tomando un café con su amigo, el doctor José Antonio Vásquez, al momento que lo capturaron al salir los dos de la cafetería. Por ser su amigo, lo dejaron acompañar a Vásquez hasta el centro de detención. El hombre fue interrogado, mientras Ortega lo esperaba en una oficina. De repente un policía salió y recuerda que le dijo:

—El señor Vásquez se va a quedar. Por ser su amigo ¿usted no lo quiere acompañar?

“Y yo me metí a la celda a acompañar a mi amigo. No lo podía dejar solo en el Chipote. Tuve que ser solidario y estar con él hasta que se aclarara su caso”, dice Ortega, quien al día siguiente fue liberado junto con Vásquez.

En 2007 estudió Derecho. Ahora se dedica a la abogacía y es el representante legal de las Madres de Abril.
LAPRENSA/O.Navarrete

Casi todos fuimos testigos el pasado domingo 14 de octubre de la segunda ocasión que, junto a 38 personas más, fue a parar al conocido centro de torturas. Lo que pocos saben es que el doctor Ortega antes de ir a la marcha ya sabía el peligro al que se iba a enfrentar. Minutos antes de llegar a Camino de Oriente, donde se produjeron la mayoría de detenciones, se tomó varios analgésicos y pastillas para la presión arterial. Y en lugar de ponerse uno, se fue con tres calzoncillos a la manifestación.

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“A todo el que me encontré antes de la marcha le daba pastillas. Yo decía que si nos pegaban nos iba a doler menos. Y en todo caso si nos golpeaban, en la cárcel no nos iban a dar pastillas”, dice Ortega, mientras hace una pausa. “Los calzoncillos me los llevé para que cuando nos encerraran, me quitara dos y me los pusiera como almohada”.

En la camioneta Ortega les entregó pastillas a varios de los manifestantes para que aguantaran la muy probable golpiza. De manera que cuando la Policía lo montó casi a rastras a la patrulla, el doctor ya iba preparado para recibir los golpes.


Médico y abogado

Francisco Ortega es médico cirujano, graduado en la UNAN. En los años 90 formó un movimiento para apoyar a las madres de los héroes y mártires para garantizarles su asistencia médica y social. En esa década también trabajó en Colombia y Guatemala en programas de reinserción económica y social para los lisiados de guerra. Siempre le ha gustado trabajar con personas en vulnerabilidad y en conflicto.

En 2007 estudió Derecho y se especializó en Derecho Laboral, de Familia y Forense, conocimientos que actualmente ha ocupado para ayudar a las familias en la crisis. Actualmente es asesor legal del movimiento Madres de Abril.


Amor

Fue después de aquella explosión, mientras estaba en camilla, que Francisco Ortega conocería a su esposa, la poeta Marianela Corriols, quien entonces era estudiante de Medicina, según una entrevista del periodista Víctor Rojas, hace 21 años, para un medio sueco.

Ortega sigue casado con Marianela Corriols, con quien tuvo tres hijos, dos varones y una mujer, Sara Ortega, quien se fue a España después de recibir amenazas en Nicaragua. Fue por ella, quien desde el 18 de abril empezó a asistir a las marchas, que Francisco llegó al plantón que reprimieron aquel día en Camino de Oriente, el mismo lugar donde lo arrestaron casi seis meses después.

Además de acompañar a su hija, el otro motivo para que el doctor se metiera a apoyar a los protestantes fue una llamada que recibió el 20 de abril de su colega Francis Valdivia, su socia en el despacho jurídico.
—Francisco, ¡mataron a mi hermano! —gritaba Francis por el teléfono. Francisco solo escuchaba los gritos desgarradores y el eco del dolor.

Francis Valdivia Machado es hermana de Franco Valdivia Machado, uno de dos jóvenes asesinados frente a la Alcaldía de Estelí el 20 de abril. Hasta ese día, Francisco solo había visto la represión por la televisión y las redes sociales. Pero a partir de ese momento ha estado asistiendo a los familiares de las víctimas.

En esta foto el doctor Ortega tenía 26 años y aún se estaba especializado en la carrera de Medicina.
LAPRENSA/O.Navarrete

Danto 88

El 8 de marzo de 1988 el Frente Sandinista ejecutó la Operación Danto 88 que buscaba golpear a la contrarrevolución. Se llamó así en honor al guerrillero Germán Pomares Ordóñez, muerto dos meses antes del triunfo de la revolución de 1979. El operativo duró menos de un mes y se saldó —según datos del Centro de Historia Militar del Ejército de Nicaragua—, con 36 muertos y 140 heridos del Ejército Sandinista, y 300 heridos y 92 muertos de la Contra.

Para los jefes de BLI que participaron en la operación, el Danto 88 fue tan bien organizado y dirigido que se considera uno de los mejores operativos militares de Latinoamérica porque burló la Inteligencia estadounidense.

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Sin embargo, la contrarrevolución lo ve de otra manera. Luis Moreno, conocido como Mike Lima en las filas de la Contra, dice que “Danto 88, no fue nada. Perdimos seis hombres, muertos y 178 heridos. Ese fue el saldo. Para un ejército de 17 mil soldados, no es nada”.

Después de los 21 días que duró el operativo se firmó el Acuerdo de Paz de Sapoá en el cual los jefes de la Contra y del EPS acordaron una tregua de 60 días. Además, el Gobierno se comprometió a firmar una amnistía para los miembros de la contrarrevolución.


Despacho

El pequeño despacho legal de Francisco Ortega está ubicado en un céntrico residencial de Managua. Es un pequeño cubículo, apenas con dos escritorios, una cocina y un baño, donde permanece una puerta abierta. “Consulta gratis”, se lee en uno de los letreros. “Despacho Ortega y Valdivia”, dice más abajo, mientras se escucha el tecleo de dos personas que trabajan con Ortega.

Este despacho lleva cinco casos de personas asesinadas durante las protestas, cuyos procesos están estancados en la Fiscalía y ha habido un “silencio absoluto”, según Ortega. Además de llevar todos estos procesos, han dado asistencia legal a otras tres familias víctimas de la represión. De las ocho familias que asesora Ortega, seis de ellas ya se encuentran fuera del país por acoso y amenazas de muerte.

El pasado domingo 14 de octubre el doctor Francisco Ortega fue arrestado y enviado a El Chipote
LAPRENSA/O.Navarrete

“En ninguno de estos casos ha habido diligencias de investigación, donde los posibles asesinos son de las fuerzas paramilitares y en algunos casos fuerzas policiales”, dice Ortega.

En una de las sillas de la oficina se encuentra la señora Martha Lorena Manzanares, madre de Álvaro Briceño, el joven que fue capturado por policías y paramilitares el 2 de octubre después de asistir a un plantón, cuyas imágenes del secuestro fueron grabadas por cámaras de seguridad y luego se difundieron en redes sociales. “Mi hijo me dijo que lo lanzaron desde un piso de altura para que se golpeara. Ahora tiene dolores en las costillas y no le dan atención médica”, dice Manzanares.

En las dos ocasiones que ha estado en el Chipote, a Ortega le han hecho las mismas preguntas: “¿A qué organización pertenecés? ¿Quién te financia?” Durante la entrevista las preguntas le causan risa, y aclara: “Mi participación en estos meses es ayudar a estos familiares de los jóvenes. Sin cobrar, porque además estas personas no tienen dinero. Es que creo que no hay otra manera. Todos tenemos que poner un granito de arena para salir de esto”, dice Ortega.

La señora está sobre el escritorio quejándose de un dolor de cabeza a causa de neuralgia. Llegó desde temprano porque le están tramitando que le nombren un juez ejecutor para seguir el proceso de su hijo. “Solo espéreme unos minutos a que termine con la entrevista para que nos vayamos”, le dice Ortega, mientras busca una pastilla que luego le da para calmar el dolor.

Las amenazas contra Sara, su hija, fueron de las más graves pero no las únicas. Al despacho han llegado un par de ocasiones fanáticos orteguistas a decirle: “Ustedes no saben con quién se están metiendo”. En el residencial donde vive se metieron a robar paramilitares a su casa, según miraron los guardas de seguridad.

A como aquellos días que caminaba entre las balas en el espesor de la selva, el doctor Francisco Ortega dice que actualmente tiene miedo pero asume su tarea a pesar de ello. “Por eso te digo que lo mío no es lo importante”, repite, mientras va cojeando con un bastón para montarse al carro, acompañado de Martha Manzanares, la madre del joven capturado. “Pero creo que luchar por la libertad siempre vale la pena.

El doctor Francisco Ortega durante una conferencia médica. LAPRENSA/O.Navarrete

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