Hace 20 años el huracán Mitch abatió Nicaragua y al final de su paso sepultó a miles de personas y causó daños millonarios al país. Se convirtió en una de las peores tragedias que ha sufrido el país en los últimos tiempos.

El Mitch comenzó como una tormenta tropical en el océano Atlántico a inicios de octubre de 1998 y a finales de ese mismo mes ya se había convertido en un huracán implacable en la categoría 5, la máxima en la escala Saffir-Simpson, que clasifica los ciclones tropicales según la intensidad del viento. Fueron más de 1,200 milímetros de lluvia, según algunos reportes, que anegaron al país.
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El Lago de Managua creció hasta 42 metros sobre el nivel del mar y se desbordó sobre la comunidad La Bocana, en Tipitapa, inundando la Carretera Panamericana que se convirtió en un acueducto, dijo LA PRENSA en una de sus publicaciones.

“Malcriado y furioso”, lo llamó LA PRENSA en uno de sus titulares, describiendo el comportamiento del fenómeno que dejó incomunicada en todo su territorio a Nicaragua. Managua, León y Estelí fueron los departamentos más afectados con el inicio de las lluvias; sin embargo, en cuestión de horas las afectaciones se replicaron por todo el país. Decenas de puentes y carreteras colapsaron ante la fuerza del agua y los ríos se desbordaron. Muchos de los municipios quedaron desabastecidos de alimentos.
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En las costas del Lago de Managua se produjo un éxodo cuando este se rebalsó. El agua les llegó a la cintura a los habitantes de la zona. Las personas lograron sacar algunos enseres de sus viviendas antes de abandonarlas para ponerse a salvo en los refugios establecidos.
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Dipilto se partió en dos. La fuerza de las aguas que bajaron de los cerros dividió el poblado. Las lluvias también arrasaron con la mitad de Wiwilí, tomando en cuenta que 900 casas y el hospital de la localidad fueron arrasados producto del desborde de las aguas del río Coco, consecuencia de las fuertes lluvias, informó LA PRENSA. Abajo, en la foto miembros del Ejército rescata a personas afectadas por las fuertes aguas.
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Con los caminos destruidos, lo terrenos inundados, los habitantes salieron de sus comunidades como pudieron. Algunos fueron evacuado, otros se pusieron a salvo por sus propios medios. Todos huían de la tempestad.
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Mitch fue el huracán más impredecible, inestable y caprichoso de cuantos hayan pasado por el mar Caribe, dijo LA PRENSA en sus publicaciones, dado el desarrollo rápido y sorpresivo del fenómeno. Cuando se creyó que estaba por retirarse, el occidente del país vivió una hecatombe. Dos comunidades enteras fueron enterradas en Posoltega, Chinandega.
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El 30 de octubre de 1998, después de seis días de lluvia, el cono del volcán Casita se recargó de agua y se desbordó. Una avalancha de lodo arrasó con el bosque y todo lo que encontró a su paso hasta sepultar las comunidades Rolando Rodríguez y El Porvenir, en Posoltega. Los dos hospitales, en ese entonces, de Chinandega colapsaron, los insumos médicos se agotaron. Muchos de los sobrevivientes fueron trasladados a Managua en helicópteros.



Las brigadas de rescate no daban abasto. Eran miles de personas de todas las edades enterradas vivas. No se conocieron cifras exactas pero se habló que solo en esta zona perecieron al menos unas 2,800 personas. La Cruz Roja estimó que en todo el país pudieron morir unas 3,800 personas.
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